A los 82 años falleció Diana Rigg, actriz de “Los vengadores” y “Game of Thrones”
Cuando aún lo que se hablaba de feminismo estaba muy lejos del parámetro actual, Rigg tenía en “Los vengadores” actitudes alejadas de las heroínas de aldea.
La actriz británica Diana Rigg, reconocida por su icónico papel de Emma Peel en la serie de acción y espionaje de los 60 “Los vengadores”, y más recientemente por su participación en “Game of Thrones”, falleció este jueves en su casa de Londres, a la edad de 82 años.
Según informó el medio especializado estadounidense Variety, la noticia fue confirmada por el agente de talentos y amigo de Rigg, Lionel Larner, quien afirmó: “Era un ser humano hermoso y generoso que elevó las vidas de todos los que la conocieron, además de una gran actriz. Deja un gran vacío en mi corazón”.
Por la sensación producida ante su aparición como la agente Peel en “Los vengadores” cuando tenía 25 años –había nacido en Doncaster, al sudeste del país el 20 de julio de 1938-, la actriz mostró un atractivo poco habitual en las intérpretes de su origen y tradición, que también pudo lucir ampliamente como “chica Bond” en “Al servicio secreto de Su Majestad” (1969), junto al fugaz George Lazenby como el Agente 007.
Rigg era venerada en el Reino Unido a partir de una muy extensa trayectoria en la industria del entretenimiento en cine, TV y teatro.
Sin dudas, el papel más trascendental en su carrera, por el afecto que los fans le profesaban tantas décadas después y por las puertas que le abrió, fue el que desempeñó durante 51 episodios entre 1965 y 1968 en “Los vengadores”.
Aunque el protagonista de la serie, encarnado por Patrick Macnee, tuvo varias mujeres como compañeras a lo largo de las diferentes temporadas del ciclo, fue la Emma Peel de Rigg la que destacó entre las demás; por ese papel obtuvo dos nominaciones al premio Emmy de la Academia de Televisión estadounidense.
De los tres a los ocho años de edad vivió en la India, donde su padre era funcionario del ferrocarril local, y al regreso, mientras estudiaba en un par de opulentos colegios de la isla, fue en el Fulneck Girl’s School, en el Condado de Yorkshire, donde se despertó su ímpetu artístico, tal vez por la influencia que ejerció su abuelo, fanático de T. S. Eliot, Shakespeare y otros clásicos ingleses.
A través de una audición en la que intervino en 1955 en la Real Academia de Arte Dramático, pudo debutar dos años después con un papel en “El círculo de tiza caucasiano”, de Bertolt Brecht, quien aún vivía y estaba en la cúspide de la tendencia teatral de ese tiempo.
Un conveniente contrato por cinco años con la Royal Shakespeare Company la transformó en estrella de la casa y por eso transitó por títulos como “Sueño de una noche de verano” y “Rey Lear”, ambas de William Shakespeare –en la segunda junto al consagrado Paul Scofield.
Esa carrera teatral le permitió brillar en las también shakespeareanas “Othelo”, “El mercader de Venecia”, “La fierecilla domada”, “Troilo y Crésida”, “Macbeth”, “Noche de reyes” y “La comedia de los errores”, además de otros clásicos: “Becket”, de Jean Anohuil, “El misántropo”, de Molière, “Pigmalión”, de George Bernard Shaw, “Madre Coraje”, también de Brecht.
Ya fuera de la compañía oficial, a fines de 1963 obtuvo el papel que la inmortalizó a través de un contrato con la cadena Associated British Corporation, desde el que cambió los parámetros de la mujer de su tiempo y las formas de las actrices inglesas para afrontar la seducción.
Cuando aún lo que se hablaba de feminismo estaba muy lejos del parámetro actual, Rigg tenía en “Los vengadores” actitudes alejadas de las heroínas de aldea, recurría a los conocimientos de artes marciales aprendidos en los colegios secundarios al mismo tiempo que establecía un fuerte vínculo de seducción erótica con la teleplatea.
Ya se estaba preparando para su personaje de Condesa Teresa di Vicenzo, única mujer que llevó al altar al espía en toda la saga, en “Al servicio secreto de Su Majestad”.
Tampoco se quedó atrás en sus reivindicaciones laborales: consciente de sus antecedentes como actriz dramática y de la potencia disparada por su imagen como Emma Peel, que solía dejar en segundo plano al protagonista Patrick Macnee, descubrió que su sueldo era menor al del operador de cámara y eso la llevó a requerir una suculenta compensación. O se iría de la serie.
Su relación con los productores jamás fue ideal: chocó con ellos por motivos salariales, por el trato abusivo y paternalista, y hasta por las condiciones de vestuario, camarines y lugares de filmación, y así logró atraer a colegas como la escritora Germaine Greer y las actrices Carol Cleveland, Judy Loe y Patricia Quinn.
Las películas en que Rigg actuó y que llegaron al Río de la Plata fueron “El sindicato del crimen” (1968), de Basil Dearden, la citada “Al servicio secreto de Su Majestad” (1969), de Peter Hunt, “El gran centurión” (1970), de Stuar Burge, y “Hospital” (1971, ambas en Estados Unidos), de Arthur Hiller, “El mercader de la muerte” (1973), de Douglas Hickox, “El demonio bajo el sol” (1981), de Guy Hamilton, y “Al otro lado del mundo” (2006, también en Estados Unidos), de John Curran.
La actriz estuvo casada con Menachem Gueffen (1973-1976) y Archibald Stirling (1982-1990), tuvo un hijo, ganó un Premio Tony por su actuación en “Medea” (1994), fue nominada como secundaria en los Globos de Oro 1972 por “Hospital”, en 1997 ganó un Emmy, también como secundaria, por “Rebecca”, y sufrió ocho nominaciones no compensadas a ese mismo premio, repartidas entre “Los vengadores”, “In This House of Brede”, “Victoria & Albert” y “Game of Thrones”.
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