El gobierno, en un intento por ratificar su impronta corporativista, acaba de ampliar el gasto público, anunciando una serie de medidas que provocarán otra ola inflacionaria.
En primer lugar, arregló con los gobernadores, la restitución de fondos coparticipables. En segundo lugar, arregló con el sindicalismo, la devolución de los fondos correspondientes al Fondo de Ayuda Solidaria.
Entre ambos conceptos, 68.000 millones de pesos durante este ejercicio que se sumarán a los 75.000 millones de pesos por la regularización de la deuda con los jubilados y los nuevos haberes.
Un arreglo con la corporación política y con la corporación sindical. Va de suyo que Macri busca gobernabilidad sin importar el efecto inflacionario de estos arreglos. Pero, ¿puede haber gobernabilidad con inflación?
La fiesta continúa. Los niveles de endeudamiento a los cuales han accedido tanto la Nación como las provincias superan los 37.000 millones de dólares. Ya no alcanzan las asistencias de la ANSES y el Banco Central.
Los números dejan al descubierto que el gobierno insiste en la fracasada política de reanimar el consumo e impulsar la actividad, con un aumento del gasto estatal.
Aún con todo, los números de la economía tienen signo negativo. Esta política no funcionó ni en los años 30 ni tampoco ahora y estos proyectos todos terminaron en una mega crisis económica que provocaron la implosión de esos modelos.
Pero, el freno que impone la justicia sobre los ajustes de tarifas, está generando que el déficit se potencie.
Ante la perspectiva de un agravamiento de todo el sistema energético incluida la situación patrimonial de las empresas, el gobierno estaría dando marcha atrás con los ajustes y autorizando la facturación de los servicios a valores de marzo, previo al incremento de tarifas.
El Estado es socio de las empresas en la recaudación de impuestos en las boletas por lo cual una situación de indefinición hace que el Fisco no recaude tampoco y se agrave la situación de la Tesorería.
“Al menos, algo de dinero va a entrar al Tesoro”, rezan en el Palacio de Hacienda.
El agujero fiscal es enorme. Mientras la recaudación crece a un ritmo del 23 por ciento, el gasto vuela al 34 por ciento y la inflación se acelera y orilla el 40 por ciento.
Todo estos hechos dejan al descubierto el fracaso de la política fiscal del ministro Prat Gay, defendida a capa y espada por el Jefe de Gabinete, Marcos Peña y por el mismo presidente Mauricio Macri.
La apuesta inicial a la eliminación de los subsidios y al torniquete sobre la inversión pública, durante el primer semestre resultaron estériles y llevaron a una aguda caída del nivel de actividad económica.
Macri-Peña-Prat Gay repitieron la misma fórmula de los ajustes de antaño: cerrar el gasto de capital y dejar el grifo abierto en los gastos corrientes. El resultado es inflación más estancamiento.
La apuesta es al blanqueo y a una brusca desaceleraciónde la inflación que permita reactivar la economía. ¿Inversiones? Por ahora son una quimera. El déficit fiscal y la inflación son una barrera infranqueable.
DyN.