Santuario cerrado, misa virtual y rezos en la vereda, así se vive San Cayetano
Esta vez no hubo vigilia ni multitudinaria procesión. Las calles que rodean al templo estuvieron casi vacías. Algunos fieles concurrieron igual a pedirle y agradecerle al santo del pan y el trabajo. Inédita celebración debido a la pandemia de coronavirus.
No hubo vigilia, procesión ni calles repletas. Las veredas no estuvieron colmadas de puestos de comida, espigas y artículos de santería como otros años. La misa fue virtual. La pandemia obligó a vivir un inédito San Cayetano, la celebración religiosa que cada 7 de agosto reúne a decenas de miles de personas en los alrededores del santuario, que esta vez permaneció cerrado. Algunos fieles llegaron igualmente hasta la casa del santo del pan y el trabajo y dejaron sus rezos, su emoción y su fe en la vereda de la parroquia.
Si hay una festividad religiosa que convoca a multitudes en Mar del Plata es San Cayetano, donde la vigilia suele comenzar la noche anterior y la celebración se propaga por las calles durante toda la jornada, con miles de vecinos que esperan largas horas en una fila que ni el frío detiene para entrar a ver y tocar al santo.
“7 de agosto. Celebremos en casa. El santuario estará cerrado”. El mensaje en letras mayúsculas fue colgado en la puerta cerrada del templo ubicado en Moreno al 6600, seguido de tres consignas: “Cuidemos al devoto”, “cuidemos la ciudad” y “la Provincia prohíbe actos religiosos masivos”.
Las tradicionales espigas de San Cayetano
La edición 2020 de la gran fiesta del patrono del pan y el trabajo se realizó por primera vez en la historia de manera virtual, con el objetivo de garantizar los cuidados en el marco de la pandemia por el coronavirus.
La misa, a puertas cerradas, se realizó a las 8 con un escaso número de participantes y se transmitió por redes sociales y radios. Fue celebrada por el obispo auxiliar Monseñor Darío Quintana, quien asistió en representación del obispo Gabriel Mestre, quien días atrás dio positivo de coronavirus y se encuentra aislado.
“Yo celebro la fiesta de San Cayetano en casa. A todos les gustaría venir a ver, tocar el santo, compartir, pero no podemos. Tenemos que ser respetuosos de la sanidad. es la forma de cuidarnos entre todos”, dijo Quintana durante la misa -con un frasco de alcohol en gel junto a la Biblia-, acompañado por el cura párroco Juan Pablo Cayrol.
Estuvieron presentes autoridades de la CGT, concejales y representantes de movimientos sociales, la salud, la policía, la educación, Cáritas y de la Pastoral Social, todos con estricto cumplimiento del protocolo sanitario.
Miles de fieles siguieron la transmisión desde sus casas, por Facebook, Youtube y FM 105.1. Tras ello, en las puertas del santuario, la quietud era absoluta.
“Nunca falto”
San Cayetano tiene a su alrededor gente que nunca falta a la celebración, ni siquiera en tiempos de pandemia. “Carlitos” es uno de ellos, una pieza infaltable del 7 de agosto, con sus espigas que vende en los alrededores de la parroquia desde sus 18 años. “Dentro de poco voy a cumplir 51”, dijo detrás del barbijo.
“Carlitos”, histórico vendedor de espigas en San Cayetano.
“Llegué a eso de las 7, fui el primero en llegar, nunca falto”, dijo con un manojo de espigas en su mano, a 30 pesos cada una. Este año, naturalmente, la venta fue floja. “No podía no estar. Nunca se vio algo así. Esto siempre está lleno, pero es lo que nos toca. Ojalá aparezca la vacuna para este virus y el año que viene nos volvamos a encontrar todos”, auguró.
Los pocos fieles que se acercaron lo hicieron respetando el distanciamiento social. Algunos se detuvieron unos minutos en la vereda. Muchos se arrodillaron y dejaron velas encendidas, lo que alarmó al cura párroco, que salió a barrer las puertas de la parroquia para quitar la cera.
Cerca del mediodía, previo al horario habitual de la multitudinaria procesión que este año no se realizó, esta vez había unas 20 personas en la vereda, buena parte de ellas haciendo fila para ingresar a la santería.
“Yo vengo siempre, de toda la vida, no podía no estar, nunca falto”, dijo un pochoclero que estacionó su carro literalmente en la puerta de la parroquia, donde pudo cosechar unas pocas ventas.
La parroquia de San Cayetano permaneció con sus puertas cerradas.
A su alrededor, por primera vez, no estuvo la feria con artículos de santería, los puestos de choripanes, los canastos con pan de chicharrón, los vendedores ambulantes de todo tipo de artículos. “Da cosa ver el barrio así, pero es lo que hay, tenemos que cuidarnos”, sostuvo.
Pedir y agradecer
Beba, histórica vecina del barrio San Cayetano, fue hasta el templo a pedir por su hijo. “Se quedó sin trabajo y lo necesita, por eso vine a pedirle que lo ayude”, dijo con lágrimas en los ojos y las manos aferradas a la puerta cerrada del santuario.
Patricia se acercó con el mismo objetivo. “Miré la misa por internet y no iba a venir, pero pasé aunque sea un minuto con mi marido a pedir trabajo para mis hijos”, contó tras arrodillarse unos minutos frente a la parroquia, para luego volver a su vehículo y seguir camino.
Rezos en la vereda, una imagen repetida a lo largo de este 7 de agosto.
Los pedidos de ayuda, como los agradecimientos, llegan de a miles cada 7 de agosto. Esta vez la pandemia impidió esa masividad, pero no frenó la fe, que llevó a muchos a pasar de todas formas por el santuario, pese a no poder ingresar.
“Yo le agradezco todos los años. Venía a pedir por mis nietos y gracias a él consiguieron trabajo”, sostuvo Omar, emocionado al ver el barrio sin la concurrencia de fieles como otros años. “Pase lo que pase el año que viene voy a venir. Ojalá nos volvamos a encontrar todos”, sostuvo con una espiga en su mano. Se retiró silbando una de las tradicionales canciones que veneran a San Cayetano.