Las ocho preguntas a Laura González Roma (*)
(*) Laura González Roma (San Miguel, 1971). Es odontóloga y docente. Reparte su tiempo entre su consultorio privado, la facultad y su familia. Según dice, de a ratos olvida el mundo y juega a escribir.
1)¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario? ¿cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
-Errores ortográficos. Recuerdo que en un libro de Florencia Bonelli decía “a ido”.
2)¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte?
-Hay una película turca -Issiz Adam- donde hacia el final los protagonistas se despiden con un abrazo que llevaba años esperando. Si bien la escena no es original en sí misma, por el contexto, me honró con un sutil plagio de un instante de mi vida.
3)¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
Me apropiaría de la bruma que se pega en mi cara cuando camino por la rambla, de ese olor, del ruido de las olas… aunque seguramente mi rambla volvería a ser de madera.
4) ¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
-Esta repuesta me cuesta bastante. Tengo que ir a buscarla en subrayados. No sé si es “el mejor diálogo” pero me parece bueno compartirlo. En “Diálogos Borges Sábato” los escritores plantean el problema de las “traducciones” y terminan citando a Shaw cuando dice “Una lengua común nos separa”. Y entonces recuerdo el Pequeño diccionario de las palabras incomprendidas de La insoportable levedad del ser, una genialidad (más) de Kundera.
5) Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?
-Uno de mis textos favoritos es “La broma”. Me pondría a charlar con Ludvik y lo abrazaría en su desconsuelo.
6) ¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
-Nunca robé un libro, pero estoy a tiempo aún!
7) Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Sólo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
-Salvados: Cárceles del alma (Lajos Zilahy), El amor en los tiempos del cólera (García Márquez), Antología del cuento infantil (Elsa Bornemann). Sacrificados: me puse a mirar la biblioteca y advertí que ya sacrifiqué muchos. Cuando leo un libro y sé que jamás volvería siquiera a hojearlo, lo dono. Pero, mirando bien, sí: aún queda combustible para el hongo, Todos los nombres (Saramago), 1Q84 (Murakami), Las partículas elementales (Houellebecq)
8) Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
-Me hubiera gustado preguntarle a Gabo si todavía “le quedaban muchas pa
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