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Cultura 1 de agosto de 2016

Ecos en el presente del arte que legó el Renacimiento en Toscana

Por iniciativa de la Asociación Famiglia Toscana, el profesor Gregorio Romero viene ofreciendo un interesante ciclo sobre el arte a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento.

Afortunados pueden considerarse quienes vienen participando del ciclo de conferencias históricas y culturales que, organizado por la Asociación Famiglia Toscana, viene ofreciendo en la sede de la Federación de Sociedades Italianas una destacada personalidad de la cultura de Mar del Plata como el profesor Gregorio Romero.
Lúcido a sus jóvenes 91 años, para sus tres exposiciones -de las cuales ya ofreció dos, previendo la última para agosto-, el profesor Romero eligió el tema “El Renacimiento en Toscana” y basa sus presentaciones en la proyección de grandes obras universales (ver recuadro aparte).
También, en línea con el subtítulo escogido, “Caminos hacia un reencuentro con el mundo y el hombre”, viene trazando un recorrido por la evolución artística desde la Edad Media, prestando sí una especial atención al Quattrocento pero previendo llegar con referencias hasta el Impresionismo, es decir el gran quiebre de fines del siglo XIX y principios del XX.
En síntesis, la próxima conferencia a ofrecerse el venidero 10 de agosto en la sede de La Rioja 2043 y que comenzará con un resumen de las dos anteriores, será aún una especial oportunidad para quienes, estén o no relacionados con la cultura italiana, deseen avanzar en conocimientos para apreciar las obras eternas y las corrientes artísticas legadas por el Renacimiento.
A pedido de LA CAPITAL, el profesor Romero ofreció una reseña de sus exposiciones, que a continuación se desarrolla en este artículo.

El otro mundo

Durante toda la Edad Media, toda la finalidad de la vida y de los actos no están en este mundo sino en el otro mundo. Según la concepción cristiana y sobre todo en el siglo XII se establece que el hombre está en el mundo porque viene con el pecado original y tiene que tratar de ganar el cielo.
Es decir, el fin no es el mundo, sino el trasmundo.
Vinimos para purgar el pecado original, tras haber sido sacados abruptamente del Paraíso.
En consecuencia, tanto para la literatura como para el arte plástico, no hay en la Edad Media una descripción gozosa, ni descripción siquiera, del mundo en el que el hombre vive. Como ejemplo de la pintura medieval vemos la representación de la Enunciación: está el Angel, la Virgen y un fondo liso. Y las figuras son planas.
Mientras ocurre eso en el Siglo XII, que es como la culminación de la Edad Media, va ascendiendo una clase social nueva que es la burguesía. Y la burguesía -podemos decir exagerando ahora también un poco las cosas- no es hija de su madre y de su padre, sino que podemos decir que la burguesía es hija de sus propias obras.
En la Edad Media, quien nace de aldeano, vive como aldeano y muere como aldeano. Para la burguesía, la vida, que se desarrolla en la ciudad, es cómo le va en el trabajo, en el comercio y en esas cosas.
Al lado de esa visión trascendente, el hombre empieza a preocuparse por cosas de finalidad en este mundo, como las mismas cosas que ve.
Por ejemplo, los que fabrican paños, los tiñen, los venden, etc. Y comienzan a reunirse para ver cómo este paño es mejor que el otro, cómo podemos venderlos más baratos, es decir que comienza a haber fines que tienen que ver con este mundo y con esta vida.

Aparece el relieve

Y en consecuencia, las cosas de este mundo comienzan a interesar. Aparece entonces la búsqueda del relieve en la pintura. Es decir: “mentir” en la superficie de dos dimensiones del cuadro el volumen de la figura que se logra con el claroscuro y, además, crear atrás un paisaje, un lugar donde esas figuras están. Antes se quería contar las cosas, ahora se quiere que se vean también, como si la superficie del cuadro fuera una ventana que se abre a otra realidad profunda.
Eso va apareciendo poco a poco, pero con cierta rapidez, sobre todo en las ciudades comerciales e industriales, caso de las de Flandes, Toscana y las de Alemania del Norte. Va apareciendo en la representación el volumen de las figuras y la posibilidad de “mentir” (representar) el espacio profundo.
Todos son cambios que tienen relación con los sentidos. Y los sentidos se comunican con el aquí y ahora. Nunca con el ayer o con el mañana.

La perspectiva

En Toscana, en el Quattrocento, se crea la perspectiva geométrica y ésta tiene dos características fundamentales. La primera es que se unifica el mentir el volumen como uno, como si uno estuviera viendo desde una ventana. Y después la elección del pintor de un punto de vista, al cual se subordina todo lo demás. Todas las líneas de un cuadro tienden a unirse en un punto, como cuando uno ve las vías del tren.
Pero ese punto lo elige arbitrariamente el que pinta. Elige el punto central al cual se subordina todo.
En contra de creer que esto se trata simplemente que de un espejo de la realidad, es una manera de ver para comprender, respondiendo a lo que pide el intelecto. Un ejemplo clarísimo de esto: cuando uno ve un choque en la calle, uno recorta ese hecho y lo cuenta, sin referirse a todas las circunstancias que en ese día tenían que ver con su vida.
Es así con los cuadros del Renacimiento, se elige el tema, como la Anunciación, la Visitación, etc. y los ponen en un lugar determinado.
El intelecto para entender debe aislar algo, un tema, de lo multiforme y caótico de la realidad, y hacia ese tema se subordina todo lo que está presente en el cuadro.

Sentidos, intelecto y ¿qué realidad?

En lo tradicional medieval no hay volumen, cuando éste aparece surge lo otro, esto es “la realidad que capta los sentidos”, y hay que ver cómo se representa. Surgen así muchas maneras de representar.
Por ejemplo, hay autores que habrán de recurrir a lo que se llama un realismo perceptivo intelectual. En palabras simples: si vamos a contar algo, contemos eso y nada más.
Hay otros a los que les va a interesar cómo se puede ver la realidad claramente.
Aquella, la visión intelectual será bien del mundo moderno, y a la larga será la de la ciencia, con su camino: entendemos que la realidad es un caos pero tratamos de aclarar algo en ella.
Hay otros que dicen: no hace falta el intelecto. Es el caso de Fra Angélico, un dominico que pinta, por ejemplo, que piensa de este modo: no hace falta que el intelecto venga y pinte las cosas. Con mente medieval dice que hay que mirar el mundo con ojos puros, entonces se ve la claridad como expresión.
Por cierto va a triunfar mucho más la otra, la científica, y este camino culmina en Leonardo Da Vinci, porque todos los historiadores de la Cultura consideran que la primera visión científica del mundo moderno es la de Leonardo, porque miraba lo fenoménico y lo veía como un problema en el que había que ahondar y averiguar.
En este punto creo conveniente afirmar: la gente cree que percibe siempre todo lo que ve, pero percibe de acuerdo con el interés de lo que está buscando pero lo demás lo borra y pasa a segundo plano.

Una visión que perdurará

He querido mostrar qué hay detrás de un cuadro románico o gótico de la Edad Media, esa sensación de lo trascendente, y qué hay detrás del mundo moderno, que es la relación del aquí y ahora con los sentidos pero aclarados por la razón.
Cierto que simplificando demasiado, tal vez, podemos decir cómo la visión trascendente fue medieval, luego la visión que empieza en el Quattrocento italiano, ligada al aquí y ahora, y que habrá de durar hasta el Impresionismo de fin del siglo XIX y principios del XX, cuando nacen nuevas cosas, entre ellas el cubismo.

Para estudiar y admirar

Obras de arte en las que se basan las conferencias del profesor Gregorio Romerio sobre el Renacimiento italiano.
* Adoración de los Magos, de Gentile da Fabriano (1423).
* El pago del tributo, de Masaccio (1425-1427).
* Descendimiento, de Fra Angélico (entre 1435 y 1446).
* Encuentro de Salomón con la reina de Saba, de Piero della Francesca (1452-1459).
* La primavera, de Sandro Botticelli (en torno a 1478).
* La Cena, de Leonardo da Vinci (1495-1497).
* Escebas de la leyenda de San Francisco, de Doménico Ghirlandajo.
* La obra de Miguel Angel.



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