Rock: una historia de permanentes “muertes” y “resurrecciones”
Jimmy Hendrix.
“¿Te gusta el rock? Una pena porque está muerto”, le dice el avezado periodista interpretado por Philip Seymour Hoffman, al adolescente aspirante a cronista, en “Casi famosos”, la película de Cameron Crowne, ambientada en los ’70, en lo que resulta una buena síntesis sobre la lectura que cíclicamente se hace de este género musical.
Ocurre que ya a fines de los 50, cuando el rock contaba con unos pocos años de vida, el enrolamiento de Elvis Presley en el ejército, la conversión religiosa de Little Richard, las detenciones de Chuck Berry y Jerry Lee Lewis, y la muerte de Ritchie Valens, Buddy Holly y The Big Popper en un accidente aéreo, provocó la primera proclama general que honraba con pompas fúnebres al género.
A partir de allí, cada desdibujamiento de las figuras fuertes, ya sea por comportamientos que los aburguesaba o por decesos, retiros o deslices personales, sirvió como excusa para afirmar que era tiempo de que otro género ocupe el lugar hegemónico del rock en la cultura joven.
Un período de pop edulcorado en el inicio de la década del 60 pareció dar justificar estos afirmaciones, pero la llegada de Los Beatles demostró que, la renovación, siempre a caballito de mestizajes musicales, venía con un impulso aún mayor.
En nuestro país, Luis Alberto Spinetta fue quien advirtió que el espíritu del rock corría peligro de sucumbir ante la domesticación por parte de la industria.
Así lo hizo saber cuando al presentar en 1973 su disco “Artaud”, repartió entre el público un manifiesto titulado “Rock, música dura, la suicidada por la sociedad”; al tiempo que en “Cantata de puentes amarillos” hablaba de “una balsa que nunca zarpó”, en velada alusión a la famosa canción de Litto Nebbia que dio origen al movimiento en la Argentina.
El rock pareció proferir una especie de risa estertórea cuando a finales de los 60 se separaron Los Beatles, morían por sobredosis Jimi Hendrix, Brian Jones, Jim Morrison y Janis Joplin; y se desvanecía la utopía hippie.
El llamado “rock de estadios”; entre la grandilocuencia del rock sinfónico y las presentaciones en vivo cargadas de elementos teatrales, parecieron ser la respuesta ante ese nuevo certificado de defunción.
El punk resucitó al género cuando aquellos elementos generaron una distancia abismal entre el artista y el arte en general, y la gente; así como los sintetizadores renovaron una escena en la que los tres tonos estridentes comenzaban a resultar repetitivos y carentes de ideas.
El glam metal de segunda mitad de los 80 rescató al rock del pop liviano y el grunge de principio de los 90 se impuso ante la parodia en la que se habían convertido los grupos que batían sus melenas con abundante spray.
La escena dance; el rock alternativo de los 90; el resurgir de un rock de pubs representado en bandas como The Strokes o The Libertines; el hip-hop y los actuales ritmos urbanos, son algunos de los distintos géneros que sucesivamente irrumpieron al rescate de una cultura joven que se niega a desaparecer.
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