Vanesa Asencio, la mujer que cuida a más de cien perros
Diez kilos de arroz y dos bolsas de 15 kilos de alimento balanceado, cuatro garrafas por mes, pañales y alimento especial para los canes discapacitados o enfermos, son sólo algunos de los gastos que solventa. Toda ayuda es bienvenida.
Vanesa Asencio vive desde hace 10 años en Mar del Plata. Desde entonces y hasta la actualidad, pasó de tener a su pequeño perro pequinés, a cuidar a más de 100 canes, todos callejeros, todos abandonados, a quienes dedica su vida.
Llegó desde Buenos Aires por amor, se casó, desde entonces vive en su casa del barrio Belgrano que, lentamente, con el paso de los años, fue siendo conquistada por los perros que encontraba, muchos lastimados, otros enfermos, otros recién nacidos y abandonados, por decenas.
Así llegó a dedicar cada vez más tiempo del día a atender a los animales, llevarlos a Zoonosis a castrar, hacerles de comer, limpiar, mantener y conseguir ayuda, recorrer las calles para encontrar animales abandonados, mientras, se separó de su marido y la cantidad de perros siguió creciendo. Todos tienen nombre, todos reciben atención personalizada.
De los más de cien animales que ahora mantiene, cuida y brinda cariño, 8 tienen alguna discapacidad, pero, asegura, “ahora están mucho mejor que cuando los encontré”. Además de los que encuentra, tomó bajo su cuidado a varios perros de otro refugio que hace unos meses fue desalojado.
Vanesa no sólo cuida y alimenta a los animales sino que les presta atención, observa su comportamiento y, cuando muchos creen que los animales están “para dormir”, eufemismo que se utiliza cuando resuelven sacrificarlos, ella asegura que “con cuidados y cariño, pueden vivir muchos años”. Ese es el caso de Humita, la perra que encontró cuadripléjica y que ahora se moviliza con sus patas delanteras. Aunque le cueste reconocerlo, es una de las preferidas de Vanesa.
Si bien dedica desde la mañana hasta las 5 de la tarde a cuidar a los animales, también dedica un rato del día a juntar algo de dinero en la feria del barrio Belgrano o acudir a la feria de trueque para conseguir los pañales para Humita y más recursos para el alimento especial que da a los animales enfermos o delicados.
Poco tiempo dedica a sí misma. “A las cinco o seis de la tarde, después que comieron todos los perros y limpié todo, voy a comprar algo de comida para mí. Y los domingos los dedico a descansar”, comenta.
Vanesa asegura que es feliz y agradece la ayuda que le prestan algunas personas. “No tengo trabajo, no tengo reservas. A veces se acerca fin de mes y me desespero porque no me queda mucho alimento. Por suerte, siempre consigo, pero siempre sigo necesitando”, contó a LA CAPITAL.
Es que para alimentar a esa cantidad de perros, utiliza 10 kilos de arroz, más 2 bolsas de 15 kilos de alimento balanceado por día, que prepara en un enorme contenedor y luego divide en otros más pequeños para llegar a alimentar a todos los animales. Como los recipientes individuales no le dan resultado -“los terminan rompiendo”, aclara- desarrolló su propio sistema para repartir el alimento. “Los perros no se abalanzan ni se desesperan, saben que todos van a tener su parte y, se ven, están bien, sanos y gorditos”, dice con orgullo.
Si bien tiene tantos animales, no es muy afecta a entregar algunos en adopción. Siente que no lo van a cuidar bien. Durante un tiempo acudió todos los sábados a las jornadas de adopción de Apaaa. “Tengo que estar muy segura de que el animal va a pasar a formar parte de la familia que lo lleve, que lo van a cuidar, alimentar, que no va a estar atado”, asegura. En eso es tajante: “No entiendo para qué adoptar un animal, si lo vas a tener atado”, reflexiona. Y reconoce que, además “algunos que he dado, al tiempo me los han traído de nuevo”.
Vanesa cuenta su amor por los perros, pero no le hace falta. Se nota en su actitud, en cómo pone el cuerpo y en el cariño que los canes le devuelven a ella. A pesar de las dificultades, de la escasez de recursos, de la cantidad de tiempo invertido, no baja los brazos. Ni cuando encuentra un animal enfermo o maltratado y no tiene dinero para pagar lo que cuesta un tratamiento veterinario. Ni cuando las bolsas de alimento van quedando vacías, ni cuando se hace de noche y no se ocupó de sí misma en todo el días, ni cuando la gente no entiende la importancia de castrar a sus animales para que no se reproduzcan indiscriminadamente. “Los animalitos no tienen la culpa de haber venido al mundo”, asegura.
Quienes quieran ayudar a Vanesa, con alimentos, pañales o arroz, pueden contactarse con ella al 465-3220.
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