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Opinión 13 de marzo de 2020

Una de zombis

Supermercado Shoprite Spotwood, New Jersey. Foto: Emily Nieto-Munoz

Por Patricia Muñoz

Tengo una confesión que hacerles: me gustan las películas catástrofe. Puedo excusarme y decirles que las miro desde un punto de vista sociológico o cinematográfico, pero la verdad es que las miro por placer. Hay algo esperanzador en ver que todo se destruye, para luego reconstruirse y al final, siempre sale el sol. Los humanos nos quejamos de nuestras estructuras sociales, pero siempre volvemos a los mismos esquemas: un líder, seguidores, voto, en fin, la chica, el chico y el futuro de la humanidad. Si algo, estas películas nos refuerzan la idea de que al final, todo va a salir bien. Y con eso contamos.

Así que las veo todas: de huracanes, terremotos, maremotos, calentamiento global, zombis y plagas bubónicas. Si, esas también. Posiblemente “Outbreak” (1995, con Dustin Hofman, Rene Russo y Morgan Freeman) sea la mas reconocida y vista en la pantalla de la televisión los domingos a la tarde. Ahí aprendimos que no tenemos que confiarnos de los monitos, por simpáticos que sean.

Y puedo decir que no soy la única. Desde que el coronavirus llego a nuestras vidas, “Contagion” (2011, con Gwyneth Paltrow, Matt Damon y Laurence Fishburne) con una historia muy similar a lo que esta pasando estos días, escaló no solo al Top Ten sino que se ubica en el puesto 4 de las películas mas vistas en iTunes.

Por eso, cuando comenzaron a llegar las noticias del coronavirus, a muchos nos parecía estar viviendo una película: los reportes de infectados, los mapas de contagio y las campañas de concientización. De lejos y por la tele, era una historia mas que se fue acercando de a poco.

Hace un par de semanas, los casos comenzaron a llegar a la costa oeste de los Estados Unidos y finalmente, el coronavirus vino en avión a Nueva York. De a poco las noticias fueron más cercanas y reales, mientras tanto, las noticias de otras partes del mundo no eran muy alentadoras: Italia se sumaba a China en cerrar pueblos, ciudades, regiones enteras.

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Así, una tarde fui a comprar el famoso gel de manos. No quedaban ni las etiquetas de los precios. Encontré cuatro mascarillas en la parte de jardinería del Walmart. Buscando en viejas carteras en casa (revise, señora) pude juntar gel de mano de muestras de regalo de congresos, algunos pañitos de cloro y papel toalla. Pensé que, con eso estábamos. Pero no. Venían los zombis.

Los zombis no llegaron arrastrando los pies y gruñendo como en las películas. Estos zombis tenían acceso al WiFi y comenzaron a crear incertidumbre entre la población: “falta papel higiénico” decía uno, “falta agua” avisaba otro, “faltan elementos de limpieza” gritaban todos y allá salió la gente, guiada por los zombis y arrasó con todo lo que había en los supermercados.

No somos una sociedad desacostumbrada a las emergencias: desde Florida hasta Maine, la costa este de los Estados Unidos siempre esta preparada para huracanes, tormentas de nieve e inundaciones. Tenemos agua, grupos electrógenos y sótanos con comida para un batallón. Esto no debería preocuparnos. Otra vez, son los zombis.

A esta altura, la mayoría de las escuelas de la zona están cerradas (aclaremos que la semana que viene comienzan en muchos distritos las “vacaciones de primavera” así que solo están anticipando algo que estaba programado) muchos empleados están trabajando desde sus casas y los eventos multitudinarios están suspendidos. Se viene un domingo sin fútbol y sin football.

Todo tendría que estar en calma entonces. Pero no. Los zombis siguen rondando. Esta mañana fui a comprar medicina para la gripe (tenia un cupón que se vencía, no me juzguen) y mientras buscaba la mejor opción entre lo poco que había, la cajera, de guantes azules de látex y con la calculadora en la mano, se vino a refugiar a mi lado. “Están locos”, me dijo “puse el papel higiénico y están todos peleando y cargandolo en los carros. Yo me quedo acá”. Esperamos un rato que dejaran de escucharse los gruñidos, pagué y me vine derechito a casa.

Mi hija volvió del supermercado hace unas horas: tuvo que ir a dos súper distintos para conseguir los ingredientes para hacer una pascualina (alimento imprescindible en toda emergencia) no había carritos y la gente se peleaba por los productos. Mientras hacíamos video chat y pensábamos que más podíamos necesitar para no volver a comprar por unas semanas, escuché a una señora decir a otra: “está todo bien, respirá profundo”. Le pregunte a mi hija que pasaba: alguien estaba teniendo un ataque de ansiedad al ver el supermercado devastado.

Dentro de poco vamos a tener que darnos cuenta de que hay suficiente comida en las casas como para quedarnos unas semanas sin salir. Aprovechar que viene el tiempo lindo y trabajar en el jardín, apagar la tele y poner un poco de música, y así, de a poco vamos a poder vencer a los zombis que andan por este barrio.

Por eso, si algo les puedo recomendar es que, compren la comida que van a consumir, planeen para dos semanas mas y después dedíquense a cuidarse, lavarse las manos después de venir de la calle y disfrutar a la familia en casa. Seguro que hay libros que querían leer, películas que no tenían tiempo de mirar o llamados telefónicos que hacer. Dense el gusto, estamos en emergencia.

Estos días las redes sociales se han convertido en recopilación de historias de terror o lugares de anuncio cuando llegan el papel higiénico o el agua a una tienda. Pero también hay buenas noticias, como la gente que ofrece leche y comida a los chicos que no están yendo a la escuela o la de esa familia que llegó tarde a la góndola de agua del supermercado y un cliente que los vio, sacó una caja de agua de su carro y se los dio sin pedir nada a cambio, mientras les decía “para los chicos”.

Espero que, para el bien de todos, los zombis finalmente sean derrotados y escenas así sean el final de esta película. (Música y créditos)