La ginecología autogestiva, o la fuerza empoderante del autoconocimiento femenino
La corriente surgió en la década del 70 en Estados Unidos y está en pleno crecimiento impulsada por la nueva ola feminista.
Aprender a conocer el propio cuerpo, a respetar sus ciclos y a cuidarlo haciendo uso de saberes y remedios naturales transmitidos entre mujeres de generación en generación es la apuesta de la “Ginecología Autogestiva”, una corriente que tiene medio siglo de vida y aún está en pleno crecimiento impulsada por la nueva ola feminista.
“La ginecología autogestiva está más en boga por la fuerza que está cobrando el movimiento de mujeres pero, en realidad, surge en los años 70, en los Estados Unidos, con la corriente ‘Self Help’, como una propuesta de autocuidado y de volver a las raíces”, dijo a Télam Franca Libertad D’angelo, tallerista a punto de recibirse de médica en la UBA.
No obstante, enseguida aclara que “no es contraria a la ginecología hegemónica”, sino más bien un “complemento” que puede “facilitar el diagnóstico”, pero que también ayuda a las mujeres y personas gestantes a “ser partícipes y decisoras sobre sus propios procesos de salud y enfermedad”, a liberarse de arraigados “mandatos” y dejar de experimentar “vergüenza a mirar, a tocar o hablar” de sus propios genitales.
El autoexamen, la elaboración de preparados con hierbas medicinales, el reemplazo de tampones y toallitas por la copa menstrual o los paños de toalla, la adaptación de la alimentación al ciclo sexual y su control mediante anotaciones diarias, entre otras, son prácticas promovidas por la ginecología autogestiva.
“Intenta promover la soberanía sobre el cuerpo y generar colectivamente herramientas para la autogestión de la salud desde una visión más integral y holística que incluya las dimensiones física, mental, espiritual, emocional” como no lo hace la ginecología hegemónica, dijo a Télam Yamila Setti, una bióloga marplatense con un posgrado en fitomedicina, y capacitadora.
“La ginecología autogestiva es feminista, antipatriarcal, cuestiona la conformación de la medicina que toma como patrón el hombre blanco y heterosexual, y la mujer es vista como un hombre defectuoso o incompleto”, resumió esta bonaerense radicada en España y autora del libro “Mujer soberana”.
Para D’Angelo, esto implica también “mantener vivos y recrear saberes ancestrales” de autoconocimiento y cuidado individual o colectivo de la salud.
“Las mujeres siempre fueron sanadoras y se acompañaron entre sí en la gesta, los partos, las menstruaciones, la lactancia, los abortos”, dijo.
“Pero cuando empieza a surgir la disciplina como hoy la conocemos, se comienza a perseguir a las yuyeras y las parteras, que eran doblemente criminalizadas porque además de ejercer la medicina siendo mujeres, lo hacían de manera popular cuando la atención médica era solo para la elite”, dijo.
A partir de entonces, la atención obstétrica y ginecológica no sólo “empieza a ser territorio de los hombres”, sino que se “despersonaliza”, se “fragmenta” y logra sus primeros avances científicos sobre la base de la “tortura de esclavas”.
Setti explicó, además, que la ginecología autogestiva es feminista porque tiene “un componente político” que se expresa “no solo en la búsqueda de más derechos, sino también de más autonomía” para decidir cómo, dónde y cuándo acceder al parto respetado o a la interrupción legal de un embarazo, por ejemplo.
Por su parte, D’Angelo agregó que la autogestión implica correrse de la creencia de que hay un “parámetro de normalidad” aplicable a todo el mundo para “generar uno propio, basado en características y ritmos” particulares de cada quien.
“Como el autorregistro está como anulado, el ginecólogo conoce más del aspecto de la vulva, el cuello del útero y la vagina de una mujer que ella misma”, dijo.
La “colonialidad sobre nuestros cuerpos” se expresa también en la persistencia de tabúes que silencian sus expresiones, pero también la patologización de algunos procesos normales del ciclo sexual femenino.
“La menstruación no solo sigue siendo un tabú, sino que además necesita ser criminalizada como una forma de control social y hasta corporal: menstruar ‘asqueroso’ y un signo de debilidad o de ‘indisposición’, cuando en realidad es un indicador de buena salud”, dijo Setti.
Y todo a pesar de que “es la única sangre que se vierte sobre la tierra que no es producto de la violencia”, agregó.
Por su parte, D’angelo destacó el “alto costo de la menstruación”, que por un lado obliga a una erogación económica mensual en toallitas higiénicas o tampones, pero además está asociada a un “mandato de pulcritud” y control medicamentoso del dolor para que “básicamente que no te enteres que menstruás”.
El próximo curso de Franca Libertad es una formación cuatrimestral de julio a diciembre, los primeros sábados de cada mes en el centro cultural La Casa Magenta de Villa Luro, avenida Rivadavia 9774.
Actualmente, Yamila ahora ofrece cursos virtuales que coordina desde España a través de yamilasetti.com.
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