Aparece en español “El arte de comer”, obra clave de la gastronomía
El libro de M.F.K. Fisher recoje reflexiones profundas sobre la vida a partir de la comida, del acto de comer, y reúne más de sesenta recetas comentadas con referencias sociológicas, históricas, filosóficas y humor.
Publicado originalmente en 1954, “El arte de comer”, de M.F.K. Fisher que, con el tiempo se convirtió en punto de referencia de la literatura culinaria, aparece en Argentina por primera vez en una edición conmemorativa por sus 50 años que comprende cinco de los libros y ensayos de la mujer que revolucionó la forma en que se escribía sobre cocina y que fue ignorada por décadas.
“El arte de comer” (Debate), un tomo de más de 700 páginas, es un vaivén entrelazado de historias, recetas y anécdotas y es, como su autora lo definió, “un libro sobre la comida, sobre qué comer y sobre la gente que come”, escrito con la sagacidad y el ingenio de una pionera y la belleza de quien entiende de un modo sensual la vital relación entre la comida y la cultura.
Pero, ¿quién era M.F.K? Mary Frances Kennedy Fisher (1908-1992) considerada la primera escritora gastronómica moderna nació en Michigan, Estados Unidos y, entre sus tantos logros, fundó la biblioteca Napa Valley Wine, escribió 27 libros, fue columnista de The New Yorker y tradujo al inglés el fundamental tratado de gastronomía “La fisiología del gusto”, del jurista francés Brillat-Savarin, un fantasma galo que también recorre este libro.
Fisher fue ignorada durante décadas y, según contó ella misma en una entrevista en 1990, su objeto de estudio motivó a que críticos y escritores serios la dejaran de lado por muchos, muchos años; “para ellos era una cosa de mujeres, una bagatela, algo insignificante”, sostuvo esta madre soltera considerada hoy en día como una de las voces más poéticas de la mujer trabajadora del siglo XX.
Sin embargo y sin saberlo, ella volvió a dar una estocada literaria con esta edición conmemorativa -que cumplió 50 años en 2014- y que por fin se edita en español, una obra que amalgama la literatura sobre la comida, sus viajes y memorias, siempre bajo el mantra de que comer bien era sólo una de las “artes de la vida”.
La bella y encantadora Fisher, que supo ser fotografiada por Man Ray, contaba que la gente solía preguntarle: “¿Por qué no escribe sobre la lucha por el poder y la seguridad o sobre el amor, como hacen los otros? Eran acusadores como si, de alguna manera brutal, estuviera siendo infiel al honor de mi oficio”.
“La respuesta más fácil era decir que, como la mayoría de los seres humanos, tengo hambre. Pero hay más que eso. Me parece que nuestras tres necesidades básicas, la alimentación, la seguridad y el amor están tan mezcladas, amasadas y entrelazadas que no podemos pensar en una sin las otras. Así, ocurre que cuando escribo sobre el hambre, realmente estoy escribiendo sobre el amor y el hambre por el amor; y sobre la calidez y el hambre por ella”, contestaba.
“El arte de comer” incluye cinco libros. El primero es “Sírvase de inmediato” que en 1937 sacudió a los Estados Unidos como diciendo “si tenés que comer para vivir, quizás quieras disfrutarlo”.
Fisher escribe sobre el acto de comer en la humanidad y comienza su periplo en Egipto, Oriente y Grecia (3000 a.C.-100 d.C.) hasta llegar a los Estados Unidos del siglo XX, dibujando estampas que destacan acontecimientos festivos y formales de la historia de los alimentos que se articulan con narraciones personales con secretas complacencias, restaurantes e ideas sobre la cocina ideal. Y reflexiona: “redescubiertos con múltiples connotaciones, los alimentos se convierten en una metáfora de nuestras ansias humanas”.
El segundo libro es “Ostras” (1941) donde incorpora los hábitos marinos y la información científica del bisexual bivalvo a la tradición afrodisíaca, además de famosos personajes que crearon leyendas en torno a la ostra, la recopilación de recetas de los restaurantes más célebres de su país y entrañables recuerdos de su infancia.
Según cuenta la autora e investigadora Joan Reardon, Fisher escribió “Ostras” para distraer a su segundo esposo, Dilwyn Parrish, quien padecía la enfermedad de Buerger. Por eso, se explica el tono ingenioso y desenfadado que impregna el libro. Tras la muerte de Parrish en 1941 y con un contexto donde se avizoraba la Segunda Guerra Mundial, la escritora publicó su tercer libro “Cómo cocinar un lobo”, que también se incluye en esta edición.
Como una postal de época con amenazas de bombardeos y escasez en la Suiza donde ella vivía en ese momento, Fisher delineó estrategias para vivir en un mundo de restricciones. En tiempos de racionamientos, aprovechó la grave situación para cuestionar “los alimentos equilibrados” que publicitaban las revistas de hogar y escribió una ácida guía práctica con capítulos, entre otros titulados “Cómo dar la bienvenida a la primavera”, “Cómo sentirse satisfecho con un amor vegetal” o “Cómo mantener la alegría aunque estemos hambrientos”.
El núcleo de esta obra es su libro más personal y considerado el mejor: “Mi yo gastronómico” (1943) escrito durante su primer embarazo, en donde se sirvió de comidas memorables y experiencias culinarias para contar su propia historia y evaluar su carrera antes de asumirse como madre soltera.
En 1945, Fisher se casa en terceras nupcias con Donald Friede, ex editor, agente literario y escritor que le organizó su carrera. Durante esos años escribió una novela, tradujo “La fisiología del gusto” y fue aclamada por la critica, recopiló una antología de artículos y escribió para muchas revistas. Tres años después se lanzó con “Un alfabeto para gourmets”, la secuencia caleidoscópica de su vida durante los años 40, que va de la A a la Z,y cierra este volumen.
Promediando 1954 aparece la antología que hoy llega a la Argentina y que tuvo gran acogida. “Escribe, en definitiva, de adulto inteligente a adulto inteligente, de una forma práctica, a menudo profunda y de una gran belleza”, señaló por esos años un diario de San Francisco sobre este libro considerado como “la obra filosófica más interesante del campo de la alimentación”.
Pero fue el poeta y ensayista W.H. Auden quien la inmortalizó en el prólogo de la edición inglesa de 1963 al escribir: “Fisher posee tanto talento escribiendo como cocinando. En efecto, no conozco a nadie más que escriba mejor prosa hoy en día en Estados Unidos”.
Para los años 90, Fisher sufría una disminución visual y una artritis paralizante, su voz se redujo a un suspiro debido a la enfermedad de Parkinson, pero aún así seguía trabajando. “El propósito de vivir es envejecer lo suficiente como para tener algo que decir, pero para ese momento, tu voz no funciona y tus manos no te obedecen y es durísimo encontrar la manera de decir algo”, dijo en una entrevista en 1991, un año después, murió. Casi un cuarto de siglo más tarde, su ingenio, su voz y sus pensamientos siguen maravillando.
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