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Opinión 24 de febrero de 2020

La crianza respetuosa, una postura familiar que generará un cambio social

Foto ilustrativa.

 

Por Sabrina Critzmann (*)
Médica pediatra, puericultora y asesora de porteo.

En el vertiginoso mundo de las redes sociales sobran palabras. Consejos, experiencias, propagandas. La información abruma y más cuando se trata de crianza. Porque hoy por hoy hemos decidido darle un giro a la crianza: a nuestra generación, el “chirlo” a tiempo y el dejar llorar a los bebés nos hace ruido. Mucho. La sociedad está cada vez más violenta y criarnos a los golpes no ha funcionado.

¿Y entonces? Buscamos respuestas. La web nos da un espacio para encontrarnos entre “mapadres” y compartir información. Así empezó mi camino: leyendo y aprendiendo como mamá. De los grupos de Facebook saqué mucha información, pero… ¿qué la sustentaba? Y así llegué a los autores: Bowlby, Winnicot, Odent, Bergman, Jove, Gonzalez y tantos más. Todo ellos coinciden en un punto clave: el niño/la niña son personas a respetar. Y a partir de ahí, el paradigma cambia.

¿Por qué hoy por hoy hablamos de crianza respetuosa? Porque después de tantos años de haber escuchado que los bebés se hacen más fuertes por llorar, hoy la ciencia nos muestra lo contrario: lo más importante para el desarrollo del cerebro de una persona, además del alimento, es el contacto, el vínculo, sentirse amada.

Una persona a la que le pidieron permiso para tocar su cuerpo desde el nacimiento, pedirá permiso a otras, y así se construye el consentimiento. Es fundamental comenzar a cambiar esta sociedad violenta desde las bases.

La crianza respetuosa no es una lista de cosas a cumplir, como popularmente se cree. No tiene nada que ver con la forma de alimentar o la disposición para dormir de esa familia. Es mucho más profundo, es una postura familiar que generará un cambio social.

¿Qué pasa si dejamos llorar a los bebés? Cuando un persona llora, está diciendo algo. Si tu compañero de trabajo llora, claramente algo le pasa. Igual a un bebé. Puede ser una necesidad física (el pañal sucio, hambre, sueño) o una necesidad emocional (necesito olerte, tenerte cerca, necesito que me abracen). Cuando dejamos llorar a un bebé se desencadena una catarata de hormonas y neurotransmisores de estrés que generan toxicidad a nivel cerebral y pueden entorpecer el neurodesarrollo. En cambio, si ese bebé es contenido sabe que tiene una persona a quién recurrir.

¿El fin del “chirlo” a tiempo? Sin duda. Primero, recordemos que los golpes a bebés y niños son un delito, penado por el Código Civil. Segundo, le vamos a enseñar a no pegar… ¿pegando?

¿Causar un daño físico o someter a un niño a una situación humillante le va a enseñar a “portarse bien”? Con el “chirlo” sólo estamos mostrando que nosotros, los adultos, cuando aparece una situación que no sabemos manejar o que nos sobrepasa, tenemos que usar la violencia física. Y nosotros somos ejemplo.

Cuando empezamos a cambiar paradigmas todo es abrumador porque tiemblan los cimientos de la propia infancia y la propia construcción. Bienvenido el temblor si provoca que nuestros hijos, nietos y muchas más generaciones tengan una infancia más sana, amorosa y feliz.

 

(*) Sobre la autora: presentará su último libro “Hoy no es siempre” el sábado 29 a las 19 en el Foyer del Teatro Auditorium con acceso libre y gratuito.