Paleocuevas, ciudades subterráneas de una Mar del Plata prehistórica
Fueron refugios de especies que habitaron la región hace millones de años atrás. Las primeras paleocuevas de Sudamérica se hallaron en Mar del Plata: en el sector costero, en pozos de excavación y hasta en patios de viviendas. El estudio de estos complejos sistemas de galerías interconectadas cautiva a los paleontólogos.
Fernando Scaglia, técnico del Museo Sacglia, en una cueva de unos 3 millones de años de antigüedad, a metros de la quinta presidencial de Chapadmalal.
Por Gonzalo Gobbi
En un tiempo sin siquiera proyección de calles, avenidas, comercios ni turismo, gigantes animales caminaban sobre la geografía rocosa y pantanosa de una Mar del Plata todavía sin nombre ni identidad, mientras al mismo tiempo, bajo la superficie, antiguos organismos de grandes dimensiones cavaban algunas de las cuevas más grandes en la historia del planeta Tierra. Lejos de ser simples pozos, estos refugios eran complejos sistemas de galerías que aún sorprenden y maravillan a los paleontólogos frente a cada hallazgo, a veces en sitios insólitos y en ocasiones con anécdotas propias de ficciones cinematográficas.
Punto de partida. Imaginación. Un paleontólogo del museo municipal de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia” de la ciudad -que conserva una de las colecciones paleontológicas más valiosas del país- propone pensar por un segundo al suelo y el subsuelo de Mar del Plata y la zona hace más de unos 10.000 años atrás como “un gran queso gruyere”: con cuevas (paleocuevas) de todas las formas, tamaños y profundidades posibles.
Desde pequeños conductos de 40 centímetros de diámetro hasta las que llegan a tener una luz de más de dos metros, fueron construidas por un grupo de mamíferos autóctonos, los Xenartros.
Estos comprenden a los vivientes perezosos arborícolas, mulitas, peludos y tatús, ositos meleros y los osos hormigueros. Sin embargo en nuestro pasado geológico este grupo era más diverso y comprendía bestias acorazadas como los gliptodontes, armadillos terrestres gigantes con masas corporales entre 600 a 2500 kilos y los perezosos terrestres gigantes con pesos entre 500 a 3500 kilos.
Algunas de sus obras arquitectónicas podían tener un amplio corredor central de esas mismas medidas a través del cual se ramifican otros túneles en un complejo sistema interconectado que podía superar los 100 metros de longitud. Las garras de las especies de xenartros fósiles con hábitos cavadores, se encuentran entre las mayores que existieron en la historia del planeta.
Sobre ese gran “queso gruyere” se construyeron casas, edificios, hoteles, complejos turísticos e infraestructura de diferentes tipos de empresas e industrias. Eso hace que hoy exista casi un 80% de probabilidades de encontrar una paleocueva al poner en marcha una excavación al construir cimientos.
A veces ni siquiera hace falta falta excavar tanto para hallarlos. Es más, a veces ni siquiera hace falta excavar. Los ejemplos abundan y sorprenden: niños que juegan en las playas del extremo norte y sur de la ciudad y encuentran prehistóricos refugios y accesos a antiguas y verdaderas ciudades subterráenas, y familias que por situaciones insólitas detectan una paleocueva en el patio de su casa.
Paleocueva gigante parcialmente rellena, frente a Parque Camet.
Pasó unos años atrás en el barrio Las Margaritas. Una familia llenaba de agua una “pelopincho” sin saber que debajo de la superficie, había una paleocueva. Por el peso, el suelo debajo de la pileta cedió y se hundió en una milenaria paleocueva.
Ocurrió también en la cantera del área de Vialidad municipal, donde se encontró una cueva de 9 metros de profundidad. O frente a Parque Camet, donde apareció un enorme conducto prehistórico. O a metros del parque Aquasol, donde dentro de una profunda paleocueva se hallaron restos de una Osa de las Pampas y dos oseznos, el predador tope de los ecosistemas del último millón y medio de años de historia natural. Parado en sus patas traseras, superaba los tres metros de altura.
Sucedió también durante la excavación en la Base Szpyrnal de Obras Sanitarias, en Beruti al 6700, donde durante la construcción de la enorme cisterna para proveer de agua al partido de General Pueyrredon, cuando en medio de una noche una excavadora “desapareció” al caer dentro de una paleocueva de 2,20 metros de diámetro. Increíble, pero real. Prehistórico y subterráneo.
Cavadores naturales
“Las paleocuevas las hacían antiguos organismos, principalmente del grupo de los xenartros: mulitas, peludos, osos hormigueros, perezosos… especies muy particulares de la fauna sudamericana que se originaron y evolucionaron en Sudamérica durante los últimos 50 millones de años”, explicó a LA CAPITAL, Matías Taglioretti, paleontólogo del museo municipal de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia”, donde se conserva la nutrida colección que deleita a quienes lo visitan todo el año en Libertad y la costa.
Scelidotherium es un género extinto de perezosos gigantes del Pleistoceno Inferior. Imagen: Martina Charnelli.
Por lo general, estas paleocuevas se encuentran “obliteradas o rellenas completamente de sedimentos y suelen observarse en los acantilados como círculos en la masa de tierras”, mientras que en ocasiones muy especiales pueden preservarse parcialmente o completamente vacías y hallarse en su interior fósiles de otras especies animales diferentes al del animal que les dio origen, como tigres dientes de sable y osos de las pampas, entre otros.
Algunos de estos animales del grupo de los xenartros tenían “hábitos cavadores” y construían cuevas de distintos tamaños, donde en muchas ocasiones aún se detectan las marcas de sus filosas garras.
“No son simples túneles sino sistemas de galerías complejos que en algunos casos permiten observar algunos patrones de construcción de estas cuevas, que es lo que estamos investigando”, subrayó el profesional.
Interior de una paleocueva.
Es en Mar del Plata donde se descubren y se estudian las primeras paleocuevas de todo Sudamérica, proceso que luego continuó con hallazgos en Brasil y se extendió hacia otros rincones del continente.
Los paleontólogos investigan las características de cada paleocueva detectada, las especies que las habitaban y la “competencia” por estos refugios, puesto que no todas las especies las construían, pero sí muchas las utilizaban y competían por ellas para resguardarse y aprovechar temperatura y humedad constante.
Es que estas paleocuevas prehistóricas “tienen incidencia en el agua subterránea de la región pampeana” y se investiga si funcionaban como tuberías naturales que interconectan distintas napas.
“Había una gran variedad de animales que excavaba en la llanura pampeana y acá en Mar del Plata es donde mayores registros hay, es probable que la pendiente regional le permita a más animales cavadores asentarse en la zona, ya que es más fácil cavar en un lugar con desnivel, lo que además les garantizaba que el agua no inundara la madriguera”, precisó Taglioretti.
Hallazgos frente al mar
Gran parte del trabajo regular de los profesionales y técnicos del equipo de Paleontología del museo de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia” está centrado en el sector costero.
Hace poco, al norte de Playa Escondida se encontraron grandes paleocuevas de alrededor de 2,5 millones de años atrás. En el último tiempo, también, una paleocueva gigante (de dos metros de diámetro) construida por perezosos terrestres, fue hallada en Storni y la costa. La misma, según los estudios realizados, tiene de 400.000 a 700.000 años de antigüedad.
Cueva de perezosos terrestres en Storni y la costa de 400.000 a 700.000 años de antigüedad.
Hace pocas semanas, a principios de enero, Cielo, una niña que recientemente había visitado el museo, fue a la playa La Redonda y en un sector identificó “algo” que le resultó llamativo: eran los restos de una especie de gliptodonte llamada Neosclerocalyptus, de más de 10.000 años de antigüedad.
Como en cada caso, en equipo multidisciplinario del museo Scaglia que involucra a los laboratorios de Paleontología, Mastozoología y Entomología, recuperaron los restos.
Desde hace tiempo, los profesionales se encuentran estudiando la relación entre estos gliptodontes y las abundantes cuevas prehistóricas que se encuentran en la zona.
Los hallazgos se reiteran, cada vez con mayor frecuencia, a lo largo del sector costero en la región. Cada descubrimiento genera sorpresa, entusiasmo, desconcierto y aventura.
Dar aviso al museo de Ciencias Naturales resulta clave para resguardar y recuperar el patrimonio natural y cultural. Y es que para tener respuestas sobre los misteriosos hallazgos se debe recurrir a los especialistas y ahondar en el pasado remoto de una Mar del Plata que deleita incluso desde su prehistoria.
Neosclerocalyptus, gliptodontes de pequeña talla. Ilustración de Carlos Alberto Montefusco.
Gliptodontes, armadillos gigantes en las cuevas
Los hallazgos de restos de gliptodontes se multiplicaron en los últimos años. Partes de uno de esos “armadillos gigantes” de 3 millones de años fue encontrado a fines de diciembre en Playa Dorada.
A mediados de 2018, tras su hallazgo en Sierra de los Padres, fueron trasladados al Museo “Lorenzo Scaglia” los restos de un Panochthus, la segunda especie de gliptodonte más grande que habitó el sur de la provincia de Buenos Aires hace unos 20.000 años.
En abril de 2018, un pescador encontró en la zona de Mar Chiquita fósiles de un gliptodonte del tipo Doedicurus, el más grande que existió hace unos 24.000 años.
En marzo de 2016, un vecino de San Patricio halló parte de uno de esos armadillos terrestres. En todos los casos intervino personal el Museo.
Los profesionales enfocan sus investigaciones en los gliptodontes de pequeña talla, como se aprecia en la magnífica ilustración de Carlos Alberto Montefusco que refleja cómo eran los Neosclerocalyptus, y cómo se refugiaban en sus prehistóricas madrigueras. Estos armadillos prehistóricos eran frecuentes habitantes de estas tierras, mucho antes de ser la Mar del Plata que hoy conocemos.
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