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Opinión 29 de enero de 2020

Vacaciones sexualmente insuperables

Por Lic. Analía Urretavizcaya (*)

Cuando decimos vacaciones asociamos conceptos como bienestar, descanso, tiempo libre, diversión, placer. Estar de vacaciones implica un desorden del orden establecido.

Juego, libertad, perderse en los laberintos cotidianos y salir hacia otro lugar preferentemente sin reglas, sin la carga de lo normal, de lo habitual. Cortar la rutina del encierro y las obligaciones. Hay una ilusión de cambio, de barajar y dar de nuevo.

Las parejas -en vacaciones- suelen elegir un alojamiento extraordinario, un destino inspirador y ese efecto sorpresa que causa llegar a lugares que pocos conocen.

Los más jóvenes buscan encuentros de verano con diversos y extraños a su medio habitual. Esto es porque lo exótico, toma vigencia.

Por otra parte, cuando hablamos de sexualidad, uno asocia en la mente conceptos como sensualidad, sube y baja de emociones, estremecimiento, descarga de tensión acumulada, y lo prohibido. Aquí, lo erótico toma vigencia. Y así, vacaciones y sexualidad se entrecruzan en esta ilusión del porvenir de lo ajeno, de lo que nos puede sorprender y emocionar originalmente. Porque hay una condición tanto para la diversión como para el erotismo y es que se vislumbre algo novedoso, algo oculto, algo para develar, algo para descubrir.

Así como también hay una condición para la excitación y es que haya relajación. Estar menos preocupados por ejemplo por el tiempo hace que podamos dedicarle más al encuentro sexual.

Los cuerpos están más expuestos, se muestra epidermis con generosidad y se sugiere con más o menos picardía. La ilusión que persigue con la mirada a esa piel al aire libre o al sol, que con calor brilla, busca develar un misterio que requiere acción. Hay un despertar de los sentidos que hace más probable que las parejas se encuentren. La suma de luz y testosterona, que es la hormona del deseo, provoca un aumento de la libido.

Vacaciones y sexualidad se condicionan mutuamente. Si nos relajamos, divertimos, innovamos y nos sorprendemos vamos a poder experimentar tensión sexual. En vacaciones estamos menos nerviosos, más descansados y relajados. Este estado de ánimo favorece una actitud de búsqueda de intimidad y facilita el orgasmo.

Aunque por otro lado la buena sexualidad no debe ser como las vacaciones, solo una o dos veces al año. Lo soberbio sería practicarla en casa en lo cotidiano.

Blaise Pascal (matemático, teólogo, filósofo y escritor francés) se refirió a algo así, cuando dijo que la “infelicidad del hombre se cimienta en que no ha podido aprender a disfrutar de la paz de su habitación”.

(*) Psicóloga (UBA), Sexóloga (Universidad Favaloro).