El hombre condenado por EEUU y que reincidió en Mar del Plata
El jueves de la semana pasada un hombre de 38 años fue detenido con 6 mil pastillas de éxtasis. Cuando se lo identificó se supo que tenía un pasado con una causa similar en Estados Unidos.
Por Fernando del Rio
G. S. fue detenido el jueves de la semana pasada con 6 mil pastillas de éxtasis cuando llegaba a la casa de Cerrito al 700. A su lado estaba su novia, sorprendida más por la aparición de la policía que por cualquier otra cosa. Dicen los testigos que G.S. después de bajar la adrenalina del operativo que lo capturó pidió permiso para fumar. Fueron como 4 o 5 cigarrillos, uno detrás del otro. Y se quedó en silencio, tal vez en reflexión, en pleno acto de recordar que por la misma situación había pasado hace casi dos décadas en Estados Unidos.
Una concesión periodística y una cautela judicial se complementan para que la verdadera identidad quede limitada apenas a las iniciales G.S., sus iniciales, y a algunas otras referencias como que nació hace 38 años en Rosario, que se fue a vivir a Estados Unidos de joven, que terminó de cara al mar en Mar del Plata a mediados de la década pasada. Y que volvió a Estados Unidos extraditado para cumplir una condena por dealer.
La historia de G.S., al menos la que alimenta estas líneas, comenzó el 16 de enero de 2002 mientras vivía en Miami, corazón del estado de Florida. Allí estaba afincado con solo 20 años y ya tenía licencia de conducir además de algunas relaciones en la venta de drogas sintéticas. Ese día un informante de la Agencia Antidrogas estadounidense (DEA) informó a sus superiores que tenía casi cerrada una compra de 3.000 pastillas de éxtasis y recibió la autorización para seguir adelante.
Una semana más tarde, el 23 de enero, la “fuente confidencial” devenida en comprador se reunió en el estacionamiento de un restaurante con John Vandergrift. Mientras estaban allí Vandergrift, un conocido traficante, llamó por teléfono a G.S. y le pidió asistencia para poder completar la operación.
G.S. llegó a bordo de un automóvil negro y garantizó que la cantidad de pastillas de éxtasis estaban disponibles. Pero el agente encubierto solicitó ver las pastillas y verlas todas juntas antes de pagar, por lo cual se acordó un encuentro horas más tarde en un complejo de viviendas de las adyacencias.
La transacción consistía en la venta de 3.000 pastillas de MDMA (metilendioxi-metanfetamina) a 7 dólares cada unidad. Era importante para un solo comprador, pero claro, desconocían tanto Vandergrift -el informante ya le había comprado una vez- y G.S. que se trataba de un colaborador de la DEA.
Una vez dentro del complejo de viviendas G.S. llegó con otros dos cómplices -uno de ellos latino, detenido días atrás nuevamente- y al extraer del bolsillo de su pantalón una bolsa con 1.000 pastillas de éxtasis empezaron a salir agentes de la DEA por todos lados.
En un allanamiento posterior a un departamento que G.S. compartía con otro joven, la policía encontró más pastillas de éxtasis, envases usados para el transporte de esa droga y dinero.
El juicio y la
desaparición
Bastaron unos días, menos de un mes, para que en una audiencia con el Tribunal a cargo G.S. se declarara culpable de asociación ilícita para la tenencia con intención de distribuir MDMA y el 29 de julio de 2002 se dictó sentencia. El Tribunal del Distrito Sur de la Florida impuso una pena de 51 meses de prisión efectiva, una multa de 100 dólares y otros 36 meses de libertad supervisada, pero como G. S. había llegado al juicio libre bajo fianza no se presentó.
La Policía Judicial de Estados Unidos evaluó el caso y el 16 de septiembre de 2002 lo notificó de una orden de presentación para que iniciara el cumplimiento de la pena, pero G.S. tenía otros planes: fugarse a Argentina.
Durante los años siguientes nada de se supo de él aunque la cuenta pendiente con al Justicia estadounidense seguía tan activa como en el primer momento. Alertar a las autoridades argentinas tampoco fue de demasiada utilidad en esos primeros años hasta que finalmente Interpol recibió la notificación y el 27 de febrero de 2008 G.S. fue atrapado. Caminaba por el boulevard Peralta Ramos y Alsina cuando lo detuvieron.
A partir de entonces se inició el trámite de extradición que tuvo que llevarlo adelante el juez Alejandro Castellanos y que falló a favor. Al declararlo procedente G.S. se vio en la necesidad de apelar para evitar ir a cumplir al condena a Estados Unidos, e interpuso como principal argumento que tenía un hijo de corta edad. Sin embargo el caso llegó a la Corte Suprema de Justicia y sus integrantes no hicieron lugar a su pedido. G.S. fue extraditado y recién volvió a saberse de él días atrás.
El pasado jueves la policía de investigación de Drogas, tal como sucediera con la DEA en el año 2002, obtuvo un dato. Esta vez era el transporte de una importante cantidad de pastillas de éxtasis y no había tiempo para coordinar una venta controlada, así que se decidió que lo mejor era “cortarlo”.
Los policías se apostaron en la entrada de la Autovía 2, por donde se suponía que habría de llegar el Citroën C3, pero además fueron hasta Cerrito al 700 donde viven algunos familiares de su pareja. Y fue en este domicilio donde lo detuvieron. Los paquetes con 6.000 pastillas de éxtasis, uno de los secuestros más grandes conocidos en Mar del Plata, estaban sobre el asiento de atrás. Algunas de las pastillas tenían el logo del Barcelona. Los policías, en ese impulso por bautizar a los operativos con nombres pretendidamente originales, no tuvieron dudas: Operación Champion League.
Tanto G.S. como su novia quedaron detenidos aunque ella aseguró que no sabía demasiado qué llevaban en el auto. Por lo pronto él afrontará cargos por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y parece que, al igual que dos décadas atrás, tiene una condena al final del camino.
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