CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Arte y Espectáculos 9 de julio de 2016

Las mezclas impredecibles de Kevin Johansen en “Mis Américas”

Entre nuevas y viejas canciones, recorre las geografías que nutrieron su variopinto repertorio de sonidos. Palito Ortega, Pity Alvarez y Ricardo Mollo participan del nuevo disco.

La mezcla impredecible entre Palito Ortega, Marcos Mundstock, Pity Alvarez, Ricardo Mollo y Miss Bolivia es la vigorosa impronta musical de “Mis Américas. Volumen ½”, el nuevo disco de Kevin Johansen en el que recorre las geografías que nutrieron su variopinto repertorio de sonidos.

Sucesor de “Bi”, aquel disco doble -y desdoblado- donde el músico oriundo de Alaska fragmentaba las influencias musicales materno-paternales en dos álbumes -uno más bien rockero y otro de sonidos de Latinoamérica- este nuevo material es, según palabras de su creador, producto de una intrepidez que le dieron “los años”.

“Uno va fantaseando con cosas para las canciones, invitados, mezclas, sonidos, combinaciones y con los años te vas animando a más a probar, a preguntar, a intentar cosas que por ahí antes no te hubieras atrevido”, afirmó Johansen sobre el disco grabado en Nueva York, Río y Buenos Aires en diálogo con Télam.

Y en ese derrotero se enlazan las voces e improntas de Miss Bolivia (con su rap en “El Dios de la Marea”), Marcos Mundstock y Palito Ortega (el primero un monólogo inicial para la “Bach-chata” y el segundo los coros de “La infelicidad ja ja ja ja” en el mismo tema); Pity Alvarez (“Folky”), Ricardo Mollo (“Zambaguala del viajero”) además del plantel estable de hijos de Johansen.

“En el disco conviven temas nuevos con canciones viejas que tenía archivadas hacía años. Eso pasa cuando uno en vez de artista de culto fue artista oculto: tenés mucho archivo que todavía no mostraste”, bromeó.

“Y lo bueno es que las canciones se mezclan bien porque, en el fondo, las temáticas siguen siendo siempre las mismas: la muerte, el sexo, el amor y dos o tres cosas más”, agregó.

– En tu música siempre aparece la multiplicidad de orígenes -nació en Alaska, se crió en Uruguay, vivió en Nueva York, vive en Argentina-. ¿Fue difícil pincelar tus Américas para este álbum?

– Mi intención fue apropiarme de las Américas, que no son más que las de uno, las que uno conoce. No es que me fui al Lago Titicaca a sentarme y conectar: fui a las ciudades que conozco. Precisamente que sea un volumen medio significa que este álbum es recién la punta del iceberg, la parte de ‘Mis Américas´ que recién conozco.

– Entre todas esas Américas, ¿pudiste dilucidar si existe una impronta americana que aglutine todo?

– Yo disfruto de las mieles de ser músico y que la gente nos recibe con buena onda. Es decir, la América que me toca a mí es mucho más amable, es una donde me festejan las ideas, de empatía, cercanía, donde esa ventaja hermosa de hablar el mismo idioma en un tramo territorial tan extenso se materializa. Luego, en el día a día no sé si será tan así. Es otro clima político, social; aunque hay puntos de conexión y con el músico argentino hay un changüí, un “cope” con nosotros. Bah: nos quieren si no somos tan argentinos.

– ¿De qué manera elegiste un seleccionado de músicos tan heterogéneos?

– Yo soy muy pudoroso con mis ídolos. Cuando escribí la “Bach-chata” pensé en Les Luthiers, primero porque son una influencia ineludible de lo que hago y además porque me pareció que era un tema para que aparecieran y a Mundstock le gustó. En medio de esa canción yo decía “La infelicidad ah ah ah ah” y pensé en Palito, que tenía que avisarle y de paso preguntarle si se animaba a cantar. Después a Pity lo agarré en zona, estaba por Gascón y Corrientes y pensé en su voz aguardentosa para “Folky”. Con Mollo tardíamente me anime a pedirle que se sume a “Zambaguala…” con su voz medio folclórica y a Miss Bolivia le pedí que haga un rap para “El dios de la marea”. Fueron todos muy generosos.

– Y sumaste a tres de tus cuatro hijos a cantar en distintos temas…

– Fue muy orgánico todo. Ellos están en un ambiente donde escuchan los temas, yo compongo en el living y ellos pasan, opinan y se copan. Fue todo casero, natural, porque no es que ellos dicen “uy, papi es especial, hace arte”. Es todo accesible y la idea de fondo siempre es divertirse.

– Por primera vez después de muchos años vas a presentar un disco sin la compañía de Liniers, ¿Cómo modificará su ausencia los shows en vivo?

– Se va dos años a Vermont, y si bien lo voy a extrañar mucho está bueno el ejercicio de volver a hacer algo más teatral, de retomar una puesta diferente. Él fue muy generoso de aportar su arte visual en los shows y además de lo artístico se generó una gran amistad.