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Interés general 19 de diciembre de 2019

Mauricio Dayub: “Para mí, el teatro es acción”

A horas del debut de El Equilibrista en Mar del Plata el actor, productor y director dijo: "Esta obra tiene que ver con la infancia, con ese deleite que nos producía el descubrir, cuando éramos chicos".

“El equilibrista”, la obra que Mauricio Dayub coescribió, produjo y protagoniza, llega a Mar del Plata para sumarse a la cartelera de verano. El unipersonal se presentará en el Teatro Bristol, de jueves a domingos, a las 21.

Dayub aseguró que esta pieza es resultado de lo que para él significa el teatro; “para mi, el teatro es acción” dijo en una charla con LA CAPITAL, en la que contó que “hay monólogos muy breves, con poco texto, porque me estaba pareciendo que al teatro, entre otras cosas, le sobraba texto, que ya casi todo se decía con palabras y la esencia del teatro es la acción, no es la palabra”.

Esta concepción lo llevó a trabajar junto a Patricio Abadi y Mariano Saba. “Les tenía mucha admiración porque son especialistas en lo que se dio a llamar micromonólogos y les propuse que escribiéramos dos cada uno. Elegí entre los que me dieron, fui armando una estructura, nos juntamos, empezamos a trabajar el orden, en un momento pensé en retirar los míos -pensaba que no estaban a la altura-. Empecé a escribir las conexiones de esos monólogos incluyendo cosas familiares, y terminé construyendo mi familia y tuve que escribir el desenlace que es la historia personal. Fue una escritura en conjunto, porque hay textos de todos, y al mismo tiempo pasan estas cosas curiosas, la gente no ve tres autores, ve mi propia vida, se decepciona, casi, si digo que hubo otros escribiendo” contó.

Como resultado, compone 6 personajes -y hay muchos más esbozados- pero “mis amigos dicen que es el espectáculo en el que más se me ve a mi. Al principio no me gustaba esa devolución, pero al cabo de escuchar mucho a los espectadores me di cuenta que eso significaba que me permite abrir el pecho y mostrar quién soy”.

Esta premisa de ir a la acción, llevó a Dayub a “aprender a tocar un instrumento, a hacer equilibrio por encima de la cabeza de los espectadores, a manejar un montón de objetos, porque arriba del escenario soy el utilero, el maquinista, el vestuarista. Voy produciendo transformaciones de un personaje en otro, con pequeños pases mágicos de modificaciones que el público advierte cinco segundos después” apuntó.

En ese sentido valoró que la obra “tiene que ver con la infancia, con ese deleite que nos producía el descubrir, cuando éramos chicos”.

“Yo hice la invitación al espectáculo escribiendo algo así como que cuando llegué a ser adulto me di cuenta que estaba en problemas, no me gusta la vida de los adultos, los compromisos, los bancos, los remedios. Me gusta la posibilidad, la euforia, la expectativa, en eso ando, por eso este espectáculo” indicó.

Y reflexionó que “nos está pasando a todos que la vida que nos toca hacer no es la que deseamos del todo, pero los días corren tan rápido y las obligaciones nos empujan tanto a hacer lo que tenemos que hacer, que no llegamos a tomarnos el tiempo para parar y decir, no, yo quiero otra cosa para mi vida, yo soy esto, yo me estoy transformando en algo que no quiero, estamos obligados a transformarnos”. Dayub contó que “ensayé muchísimo y trabajé un año con los textos y mi asistente, Paolo Samprini, armamos toda la estructura, hasta que nos encontramos con el director César Brie, con quién pudimos hacer un trabajo extraordinario”.

“Yo quise que hiciera solo de director, no que tuviera que apuntalarme. Yo tenía muchas ideas dando vueltas en la cabeza que se plasmaron gracias a su trabajo. “Si hiciéramos tal cosa crecerías, acá podríamos probar hacer tal otra. Yo no había sabido cómo crear el mar y me dijo, si hacés esto entramos al mar. Trabajar con el fue un lujo”, dijo.

Equilibrio a todas horas

Uno de los mayores desafíos de Dayub fue aprender a hacer equilibrio. “Tuve que aprender de cero. El primero que me enseñó me dijo que no iba a poder hacerlo, menos sobre el público y menos con la luz de un teatro que cambia la concentración” contó.

“Tenía que tener muchas ‘horas de vuelo’ y no me daban los tiempos. Entonces, una noche, desesperado, vi que podía sujetar en nuestro cuarto la cinta. Por dos meses mi mujer subía la pierna para pasar de un lado a otro de la cinta. Pero yo, todos los días me levantaba y practicaba, después de ducharme practicaba, antes de ir al teatro, cuando volvía, practicaba en sombras. Del club de slackline me dijeron que era la primera vez que se usaba la cinta en el teatro, lo cual me daba más inseguridad, porque todavía no me salía. Todo eso se fue superando y hasta hoy no me caí nunca. Creo que me sostiene la mirada del público y el deseo de que pueda y la responsabilidad mía de haberme metido en este lío y estar a la altura”.