Irreconocibles. Inhabitables. Desoladores. Los más de 40 departamentos arrasados por las llamas que emanaban del depósito de la distribuidora Torres y Liva quedaron totalmente destruidos. Las pertenencias y en muchos casos el resultado del esfuerzo de toda una vida, quedaron reducidos a cenizas, humo y escombros todavía tibios.

Entre las casi 150 personas que debieron ser evacuadas cuando el inesperado siniestro interrumpió la quietud de la noche del domingo y cambió por completo el presente de muchas familias, algunos perdieron absolutamente todo y hoy se vuelven beneficiarios de improvisadas campañas de donación para ser asistidos.

El resultado de casi ocho horas de inmensas llamas incinerando todo Torres y Liva se apreció recién hoy con la claridad del día, tras el espectáculo abrumador del fuego. Entre los bomberos apagando los últimos focos ígneos, un recorrido por el interior destrozado del edificio deja en evidencia la frustración y la incomprensión por lo sucedido. Las historias de bronca, desolación y tristeza se multiplican entre el lamento y la desesperación.

Decenas de personas que perdieron mucho más que su hogar; habitaciones y espacios reducidos literalmente a un puñado de ruinas, fierros retorcidos, paredes arrancadas, recuerdos prendidos fuego, ventanas destruidas, interiores tan irreconocibles como vacíos.

Las angustias se suceden en los alrededores del escenario del desastre. Matrimonios que perdieron el esfuerzo de toda una vida de trabajo. Niños que ni calzado ni juguetes alcanzaron a rescatar. Adultos mayores con enfermedades abrumados por lo sucedido. Propietarios que todavía no toman dimensión e inquilinos que sufren la incertidumbre de lo que sigue. Todos, sin certezas de cómo continuar, de por dónde empezar, y con el miedo de haberlo perdido todo -excepto lo puesto- en un tiempo de crisis.

Las imágenes de uno de los departamentos por dentro, reflejan en qué condiciones quedó el edificio arrasado por uno de los incendios que, por su magnitud, ya entró en la historia de Mar del Plata.