Londres: Crónicas de Busking Camden town
“Sólo nos dijimos adiós con palabras,
he muerto cien veces” Amy Winehouse
Músico y compositor, Luis Caro estuvo doce días en Londres realizando perfomances callejeras. El arte de repente, los tesoros culturales, el oficio de busking y el misterio del no lugar en la sobremodernidad son partes de estos relatos, el último de los cuales se publica hoy.
Por Luis Caro
El bus me deja sobre Camden Road.
Camino por este barrio psicodélico de Londres, también conocido como la capital del rock alternativo.
Hay un gran mercado callejero, el museo judío y el zoo de la ciudad.
Este lugar fue, además, el barrio de Amy Winehouse, una de las últimas joyas de la música inglesa.
Le bastaron seis años de carrera solista y dos discos de estudio: Frank y Back to Black.
Vendió millones de ejemplares, ganó cinco premios Grammy que no pudo recibir (EEUU le negó la visa) y murió a los veintisiete años.
Algunos dicen que el fallecimiento fue por abstinencia; otros, por sobredosis.
“Yo sé que murió de amor”, cantó José Martí en La niña de Guatemala.
Jazz, rock, funky, soul, todo le iba bien a su voz única, a su fraseo misterioso.
Amy fue busking en estas mismas callejuelas de Camden.
Andaba cantando por aquí, bebiéndose todos los bares juntos.
Corner.
Wing.
Amy aún sobrevuela por estas baldosas.
Fantasmagórica y sensual como la muerte misma que la llevó.
Peter Steel tiene un puesto de flores en Camden High Street.
Fue su florista personal.
“Amy amaba las flores”, la recuerda conmovido.
Los ojos húmedos, suspira: “Ella era frágil, una niña abandonada”.
Camden se llena de fantasmas.
A veces, mientras canto, me parece verla salir entre los escaparates del market…
Amy lleva una botella de Ciroc en una bolsa de papel madera y unas gafas enormes y oscuras.
Trastabilla.
Grita.
–Hello, man!, ¿qué haces por aquí cantando esas cosas raras?
–Nada Amy, son canciones sudamericanas.
–¿Cómo sabes que soy Amy?
–Te conozco, escuché tus canciones.
–Eso ya pasó, fue hace tiempo. Hey, man!, estás ocupando mi lugar de busking.
–Llegué primero que vos.
–Es verdad, pero tienes que poner un horario de fin, yo quiero cantar.
–Si te parece, termino en una hora.
–Ok, man, regresaré.
–¿Por qué querés tocar aquí, Amy? Vos sos una estrella pop.
–Este es mi lugar, man. Aquí soy feliz, y nunca fui lo que tú dices. Les arruiné el negocio.
–¿Y ahora Amy?
–Ahora nada, estoy jubilada como tú.
–Yo no estoy jubilado, Amy, ni pienso.
–Pues deberías, ya estás en edad.
–¿De qué Amy? ¿De jubilarme o de morirme?
–Eso depende de ti, abuelo.
De pronto, Amy desaparece en el market.
Se pierde entre la bruma londinense.
Todo se llena de silencio.
Desarmo, recojo mis trastos.
Antes de irme, le dejo a Peter, que sigue esperándola en el estanco de flores, unas palabras que escribí para Amy en una servilleta de bar.
Le digo que, si quiere, las conserve.
Estuve a punto de arrojarlas a la basura, como corresponde, confío.
Peter sonríe ligero y me agradece con un gesto tierno, silencioso como sus lirios; una señal humana que desafía a sus propios demonios esculpidos en una cara tatuada y llena de piercings.
Hará de mensajero.
Todos los martes, su día franco, visita a su amiga en Golders Green, el cementerio judío. Le lleva sus flores preferidas.
-Le dejaré tu poema- afirma.
Gracias Peter. Hasta siempre.
-Goodbye busking.
Amy te vi entre las sombras de Camden
ibas de negro luto como las sombras de Camden
el rimmel corrido de una noche absurda
Amy te vi entre las sombras de Camden
Amy qué incierto es el destino, la vida frágil
el arte del mundo se desvanece en estúpidos whatsapp
y los ilegales aún lloran tu partida
Amy te vi entre las sombras de Camden
Y ya no habrá más pena en tu corazón flechado
Y ya no habrá más luto para tu falda abierta
Y ya no habrá más tardes en mis sueños de busking
Amy te vi entre las sombras de Camden
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