“El 12 de octubre no hay nada que festejar: el exterminio no se festeja”
La periodista y docente indígena Zulema Enríquez analiza el cambio de nombre del ‘Día de la Raza’ por ‘Día del Respeto a la Diversidad Cultural’.
Zulema Enríquez, periodista y docente indígena.
Luciana Mateo – Corresponsal en La Plata
@LucianaMateo
El 12 de octubre de 1492 comenzó el primer genocidio de pueblos originarios en toda América.
A partir de allí, la instalación del imperialismo europeo trajo consigo diversas estrategias de dominación e invisibilización de las comunidades que habitaban este suelo.
En Argentina, como en otros países latinoamericanos, se estableció cada 12 de octubre como el ‘Día de la Raza’, en consonancia con la celebración española.
Pero en 2010 un decreto de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner cristalizó algo que se venía gestando desde hacía tiempo y ese día –en el que se festejaba “la Raza”- pasó a convertirse en el ‘Día del Respeto a la Diversidad Cultural’, una denominación más acorde con las disputas políticas e ideológicas del momento.
Zulema Enríquez es una periodista y docente indígena nacida en la provincia de Salta que actualmente dirige el Departamento de Pueblos Originarios de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.
Entrevistada por LA CAPITAL, Enríquez sostiene que “el 12 de octubre no hay nada que festejar porque se festeja la colonización, la conquista, la invasión y posterior exterminio de miles de miembros de pueblos originarios en toda la América morena”.
“Cambiar esta celebración es un cambio de paradigma respecto de cómo se entiende al otro, a la otra, al otre”, asegura.
Y remarca que “es, fundamentalmente, romper con la idea de que hay una raza –esa raza blanca, europea, homogeneizante- que vino a traernos educación, cultura, saber, religión y, por supuesto, construcciones de estados y de sociedades modernas”.
– ¿Qué implica el cambio de nominación de la fecha?
– Puntualmente, implica entender que el 12 de octubre era un día celebrado como ‘Día de la Raza’, que tiene su origen en España -donde es una fecha nacional- y que en los Estados latinoamericanos eso se replicaba como colonia. Durante muchos años se instauró esa política, sobre todo desde la construcción propia de los estados nacionales. En los últimos años, los estados latinoamericanos empezaron a repensarse a partir de gobiernos mucho más conscientes de esto y pusieron en quiebre este modelo. Pensar que celebramos una raza, sin entender y conocer que esa celebración parte del exterminio de los pueblos originarios que existieron antes de la creación del Estado Nación, es en verdad reivindicar un modelo y una historia dolorosa y racista. Cambiar esta celebración es un cambio de paradigma respecto de cómo se entiende al otro, a la otra, al otre. Es, fundamentalmente, romper con la idea de que hay una raza –esa raza blanca, europea, homogeneizante- que vino a traernos educación, cultura, saber, religión y, por supuesto, construcciones de estados y de sociedades modernas.
– ¿Cuándo comenzó la revisión histórica de esta fecha?
– A partir de los 500 años del mal llamado ‘Descubrimiento de América’ (se cumplieron en 1992) hubo un proceso largo de cambio, de rever y poner en quiebre esta mirada. Creo que lo que se le pide al Estado hoy es concientizar a la sociedad de que el 12 de octubre no hay nada que festejar porque se festeja la colonización, la conquista, la invasión y posterior exterminio de miles de miembros de pueblos originarios en toda la América morena.
– ¿Cómo nos encuentra esta fecha a los pueblos latinoamericanos?
– Los gobiernos neoliberales con políticas absolutamente cerradas a esta pluralidad son destructores respecto de la construcción propia de los pueblos originarios, de migrantes y de los colectivos disidentes. Brasil por ejemplo es un lugar en el que las políticas del Estado son la xenofobia, el racismo y la acusación a las disidencias. En Argentina tenemos un presidente (Mauricio Macri) que le agradeció al rey de España cuando vino porque, según él, nosotros teníamos lengua gracias a ellos: la lengua española. Lo importante es poder repensar estas fechas. Insistimos: el 12 de octubre no hay nada que festejar; el exterminio no se festeja, las muertes no se festejan.
El Encuentro de Mujeres en La Plata
– ¿En qué momento cree que estamos ahora con respecto a repensar nuestra historia?
– Ahora estamos en un proceso histórico y político de descolonización, de entender la diversidad y la composición de nuestra sociedad argentina, interpelando al Estado para que justamente reconozca la plurinacionalidad. Este 12 de octubre coincide con el Encuentro de Mujeres en la ciudad de La Plata, territorio querandí. Justamente lo que estamos militando con campañas es que, después de 33 años, el Encuentro pase a llamarse Encuentro Plurinacional de Mujeres, Trans, Travestis, Lesbianas, Bisexuales y No Binaries. Porque entendemos que estamos atravesando otro proceso histórico, que estamos concientizadas y que necesitamos romper con ese modelo hegemónico, binario, biologicista, racista y colonizador que nos indica cómo debemos ser.
– Ya que hablamos de cómo denominar, ¿es correcto decir aborígenes e indígenas para referirse a los pueblos originarios o sus descendientes, o son términos que habría que repensar?
– Hay mucha discusión respecto de esto, la preposición ‘a’ significa ‘sin’ pero también ‘desde’; eso sería ‘desde el origen’, ‘hacia el interior’, pero otros interpretan que es el ‘sin’. Hace poco tuvimos el Primer Encuentro Plurinacional en Quilmes con hermanos de todo el país y se llevó a cabo esta discusión, en la que hermanos mayores nos decían que ‘indígena viene de indigente’. Me parece que hay que reapropiarnos de los conceptos y las palabras y darles un significado político. A mí no me ofende que me llamen india o indígena; al contrario, me enorgullece porque significa que a través de mis rasgos físicos -y por supuesto también de la reivindicación política de mi identidad- me reconocen.
Ceremonia de La Chakana en la Facultad de Periodismo.
Su huella
Zulema Enríquez nació en Salta pero a los 15 años se radicó con su familia en la ciudad de La Plata.
Sus padres –nativos del Valle de Cochabamba (Bolivia)- son quechuahablantes pero si bien siempre reivindicaron su identidad y hablaron entre ellos la lengua, “nunca me la enseñaron”, dice Enríquez.
“Ellos entendían que si ya por los rasgos físicos había discriminación, el idioma contribuiría a ser un signo de exclusión”, asegura.
Estudió en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, donde ahora trabaja como docente e integra la Secretaría de Derechos Humanos.
Allí está dejando su huella: por iniciativa suya, esa unidad académica incorporó idiomas originarios -quechua, mapudungún, guaraní y qom- dentro de la currícula obligatoria. Hasta el momento sólo se dictaba lengua extranjera.
“Ahí están las disputas que debemos dar: que la educación entienda que el saber originario es tan importante como cualquier otro saber, eurocéntrico o no”, considera Enríquez.
Además, cada año se realizan en el predio de ingreso a la Facultad dos ceremonias originarias: la de La Chakana, en mayo, y la de La Pachamama, en agosto. De los festejos participan autoridades y alumnos.
“Creo que se trata de poder compartir y aprender nuestros saberes, pero no solamente desde lo folclórico, desde la foto, sino entender que todo eso es, por supuesto, cultura, tradición, cosmogonía y que está cargado de política”, concluye.
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