“La Liebre” sale de nuevo a la luz para una gran exposición de Alberto Durero
"La liebre" en el museo Albertina, em Viena. Foto: EFE | EPA | Christian Bruna.
por Antonio Sánchez Solís
VIENA, Austria.- Suele salir muy poco de su madriguera, para preservarse de la luz, pero la liebre más famosa de la historia del arte puede verse de nuevo en todo su esplendor en la nueva gran exposición sobre el genio alemán Alberto Durero (1471-1528) que el museo Albertina de Viena.
“Una exposición en esta forma sólo se puede hacer aquí y no se volverá a repetir en los próximos años”, sentencia en declaraciones a EFE Christof Metzger, el comisario de la exposición.
Se refiere no solo a las pocas veces que se muestra el original de la liebre al publico, sino también a las 140 obras que este histórico museo vienés atesora del mayor representante del Renacimiento al norte de los Alpes.
A partir de esos fondos propios, la colección de Durero más importante del mundo, la galería Albertina ha montando una exposición que hasta el 6 de enero próximo recorre todas las épocas de su vida artística, además de arrojar nueva luz sobre cómo creaba y entendía el arte.
Como siempre, “La Liebre”, el impresionante retrato detallista en el que se percibe cada pelo del animal, es uno de los principales reclamos de esta exposición.
El cuadro no abandonaba la cámara oscura en la que se preserva desde el año 2016, cuando estuvo colgado durante apenas unas horas.
Antes de eso, había estado dos años sin exponerse y, tras esta muestra, volverá a los sótanos del Albertina por, al menos, otro lustro, aseguran desde el propio museo.
A esa obra maestra se suman docenas de dibujos, grabados y acuarelas que posee la Albertina, completados con préstamos tan importantes como “La Adoración de los Reyes Magos”, que llega de los Uffizi de Florencia; “Jesús entre los doctores”, del Thyssen-Bornemisza de Madrid; o “Retrato de hombre”, de El Prado.
En total, 200 objetos que, en lo cuantitativo y cualitativo, superan otras grandes exposiciones dedicadas a Durero en los últimos años, incluso a la organizada por la propia Albertina cuando reabrió renovada sus puertas en 2003, y que fue visitada entonces por más de 400.000 personas.
La exposición presenta al artista alemán como un auténtico hombre del Renacimiento, un humanista, un conocedor del mundo antiguo, un gran teórico del arte que observa, y representa el mundo, sin prejuicios.
Según Metzger, un experto alemán del arte del siglo XVI, esta muestra permite conocer a un Durero nuevo o, al menos, aspectos que hasta ahora se desconocían.
“Antes de conformar ya tenía claro que en esta exposición iba a haber mucho nuevo que sacar”, relata al hablar de un Durero que, asegura, fue su propio “comisario artístico”, que catalogaba sus propias obras, las clasificaba y las seleccionaba.
De hecho, la muestra analiza con otros ojos los dibujos preparatorios para grandes obras, como el conocido como “Altar de Heller”, que son de una precisión tal que escapan de la categoría de boceto y se convierten en obras de artes por sí mismas.
Así, piezas como el dibujo a tinta y lápiz que muestra unas manos en posición de rezar tienen, según Metzger, una autonomía y una vida propia como obra de arte.
El comisario asegura que se puede concluir incluso que esas obras estaban expuestas en el taller de Durero como una especie de “carta de presentación” y prueba de su maestría para cualquiera que le visitara.
“La Liebre”, por ejemplo, es presentada bajo una nueva luz, no sólo como un estudio naturista extremadamente detallista, sino también como un “trampantojo”, una ilusión óptica en la que el animal aparece posando en la nada, proyectando sobre esa nada una sombra de una fuente de luz, una ventana, que puede reconocerse en su ojo izquierdo.
“Una obra maestra absoluta de la observación y la ejecución”, sentencia Metzger.
Para el experto, la figura de Durero es tan valiosa como los grandes nombres del Renacimiento, como Da Vinci o Rafael.
“Es el equivalente (de esos grandes artistas) al norte de los Alpes”, señala el comisario de la muestra, que recuerda cómo durante su estancia en Venecia, Durero conoció a los maestros italianos de su época. Por ejemplo, él y Rafael se intercambiaron obras.
En ese sentido, la exposición destaca al Durero pintor, más allá de que su fama, y su enorme fortuna, le vinieron a través del dibujo y el grabado.
Tanto, que en una carta a un amigo, se lamenta de que sus colegas venecianos le reconozcan como dibujante pero le recriminen que no sabe manejar el color.
“Nunca han visto colores más bonitos”, explica en esa misiva un Durero de cuyas manos salieron obras maestras de la pintura como “La adoración de los magos” o “La fiesta del Rosario”.
EFE
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