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La Ciudad 24 de junio de 2016

Les da de comer gratis a chicos de la calle en su restaurante

En el restaurante Qué Pasó hay una mesa reservada para los chicos de la calle. El dueño les ofrece el lugar a unos pibes del barrio y les permite elegir de la carta lo que quieran.

La escena ocurre en el asador Qué Pasó, de Champagnat y Santa Cruz. Allí en una mesa, tres o cuatro chicos devoran las papas fritas y toman su Coca Cola en medio de risas. No hay ningún adulto con ellos y se intuye difícil que puedan pagar. De hecho no lo hacen, son chicos de la calle, vestidos con la ropa de todos los días, pero no lo hacen principalmente porque son invitados.

El dueño del restaurante se llama Luis Mirabella, tiene toda una historia de progreso en el mundo de la gastronomía y el gesto que lo eleva a la categoría de prócer para muchos: les da de comer gratis a chicos de la calle. “No hago nada del otro mundo. No debería serlo. Desde que tengo mi propia parrilla, hago lo que quiero, y eso que quiero es ayudar a mi manera a estos pibes”, dice Mirabella y, enseguida, advierte: “No quiero notas, por favor”.

Mirabella inició su vida gastronómica con la parrilla Los Pinitos, de Polonia y Vértiz. En realidad era un puestito de choripán y asado que fue creciendo. Después hizo sociedad con una mujer que se resistía a la idea de ayudar a chicos de la calle. “Me abrí y ahora sí puedo hacer esto sin tener que rendir cuentas a nadie”, comenta.

De los chicos que invita a comer dice que son “seis o siete”. “Hasta comieron en mi mesa el día que inauguré acá, el 6 de mayo”, cuenta. “No conozco a la familia ni nada, ni sé dónde viven. Ellos sólo quieren un helado, unas papas fritas y una Coca Cola. No hacen problemas. El Día del Padre, chicos de familia bien rompieron copas y platos. Ellos son súper agradecidos y me cuidan la mesa mejor que nadie“.

Sorprendido por la repercusión, Mirabella aclara que “nunca” quiso que se publicara. “La persona que lo hizo por Facebook es la nieta de una clienta que se descompensó en mi otra parrilla hace años y murió. Esa familia volvió a comer a este nuevo local, vio lo de los chicos y lo publicó. Me preguntó si me había molestado y yo sólo le dije que no quería sacar ventajas”, explica.

La ventaja hoy es de los pibes que se sientan, toman la carta, eligen y disfrutan de lo que hasta hace poco veían como un lujo inalcanzable.



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