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La Ciudad 22 de julio de 2019

El conocimiento y la teoría del sapo

Entrevista con Daniel Hadad.

Daniel Hadad está convencido, como el neurocientífico Facundo Manes, que la verdadera revolución deberá pasar en los próximos años por el conocimiento.

“No hay otra salida. Los países ya no son ricos porque tienen gas, petróleo o soja. Sin duda que es mejor tenerlos y Argentina si fuese por eso sería absolutamente rico. Venezuela es un país que tiene una gran riqueza bajo tierra pero vemos que la gente está empobrecida y se vive allí el éxodo más importante de la historia de América latina. Ya han salido millones de personas de ese país. Un venezolano promedio ha perdido en los últimos años entre 8 y 10 kilos. ¿Entonces que ser rico en estos tiempos?”, se pregunta.

Y añade que “cuando veo las exportaciones de Argentina, tienen que ver aún con granos y con carne. Conocimiento empieza a crecer pero muy poquito. Crear riqueza implica tener una población muy pero muy educada y cuando digo educada no estoy hablando de primaria y secundaria. Hoy nadie me transmite un sueño. No sé cómo será la elección esta que viene, pero, ¿cuál es el gran sueño que me están proponiendo? Se habla de bajar la inflación, tener déficit fiscal cero, del salario mínimo vital y móvil, etc, pero no estamos soñando en grande. Y este país fue un gran desierto que se hizo grande cuando hubo hombres que pensaron en grande. Y eso hoy nos falta”, dice con pasión.

En tal sentido, Hadad coincide con Manes y resalta que “tal vez las diferencias sean que vos estás un poquito más a la izquierda y el otro un poquito más a la derecha y que éste quiere leyes laborales más restrictivas y éste quiere mercados laborales más blandos, pero el conocimiento es un punto de encuentro, la educación es un punto de encuentro. Y eso no lo escucho en los discursos. Ni siquiera creo que sea un eje de campaña”.
“Argentina -puntualiza- dejó de tener sueños. Y lamentablemente se da el famoso paradigma del sapo. Si uno arroja un sapo dentro de una olla de agua hirviendo automáticamente salta. El sapo salta y se va. Si yo pongo en agua natural a un sapo y empieza a subir la temperatura lo más probable es que el sapo muera calcinado sin haberse dado cuenta”, expresa con cierta resignación.