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El País 20 de julio de 2019

Los langostinos argentinos vuelven a ingresar a Brasil y podrán entrar a nuevos mercados

El INTI desarrolló un antioxidante denominado 'Crustácean', que sirve para conservar la calidad del alimento y es amigable con el ambiente.

La Secretaría de Gobierno de Agroindustria de la Nación informó que Argentina retomará las exportaciones de langostinos a Brasil, tras una decisión del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (MAPA) del país vecino -que reabrió el comercio luego de seis años de impedimento por una medida cautelar-. En ese sentido y con el objetivo de ampliar nuevos mercados, la empresa nacional DPAustral se contactó con el INTI para desarrollar un antioxidante, que evita el oscurecimiento característico de estos alimentos -denominado melanosis- similar al que se observa en manzanas o papas.

Lo distintivo del nuevo antioxidante es que -además de proteger la calidad del crustáceo- no contiene sulfitos, que sí están presentes en otros tratamientos similares. “El nuevo aditivo permitirá a nuestras industrias exportar a mercados que hoy tienen vedados por el uso de los sulfitos, como Estados Unidos, la Unión Europea, China, entre otros”, anticipa Leonardo Spina, gerente de Desarrollo Tecnológico e Innovación del INTI.

A diferencia de otros tratamientos similares, con el nuevo producto las manchas no vuelven a aparecer una vez descongelado el alimento, tiene un menor impacto ambiental y no produce alergias. Los langostinos tratados con “Crustácean” (nombre comercial) tienen una calidad superior porque no cambian el color, sabor, ni la textura.

“El desarrollo también reduce el costo de mantenimiento de los barcos porque genera una menor corrosión que otros antioxidantes similares”, agrega Fernando Suárez Llaneza, titular de DPAustral -dedicada a la investigación, formulación, fabricación y comercialización de aditivos y coadyuvantes tecnológicos para la industria pesquera-. Para tratar una tonelada de langostinos se utilizan entre 4 y 6 kilogramos de metabisulfito sódico (que luego se descartan al mar), mientras que del nuevo producto sólo se requieren 250 centímetros cúbicos.

“Desde el Instituto trabajamos en el desarrollo de la formulación a escala laboratorio y piloto, y luego transferimos la tecnología a la empresa, acompañándola en la etapa de producción”, destaca Julieta Comin, subgerente de Industria y Servicios del Área de Innovación del INTI, sector al que pertenece el equipo de trabajo conformado por Ramiro Iturralde, Vanina Martínez, Verónica Yonaha y María Victoria Defain Tesoriero.

“El proceso nos llena de orgullo, no sólo por el objetivo logrado, sino porque nos pone en igualdad de condiciones a nivel mundial”, subraya Suárez Llaneza. En esta misma línea, el presidente del INTI, Javier Ibañez agrega que “la innovación es lo que permite agregar valor para diferenciarse de los competidores internacionales, a partir del desarrollo de nuevos productos o mercados y de la sostenibilidad de la empresa. Este factor puede ser el camino para aquellas organizaciones que no logran la escala mínima eficiente que les permita competir por precio, al detectar nichos de oportunidad desatendidos por las grandes empresas o desarrollar soluciones a medida para un segmento de la población”.



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