“Me decían loco cuando vine y ahora el orgullo es diferente”
El experimentado zaguero eligió Alvarado por intuición y ahora se ilusiona con quedarse en la B Nacional. Habló de cómo disfrutó el camino al ascenso, dio su opinión sobre la definición con San Jorge y también mostró su faceta fuera del fútbol.
Diego Herner con su hijo Valentino en los festejos en el Minella.
por Juan Miguel Alvarez
@jmalvarezmdq
Se levanta todos los días a las 6 de la mañana para compartir más tiempo con su mujer Cecilia y llevar a sus hijos Valentino (5 años) y Catalina (6) al jardín/escuela. Va a los entrenamientos en el auto escuchando audiolibros. Lee en su casa con música clásica de fondo. Es trader: compra y vende activos financieros en la bolsa de valores.
Diego Herner, futbolista que inscribió su nombre en la historia grande de Alvarado, tiene inquietudes intelectuales superiores a la media. Es una rara avis, no sólo en el fútbol. Se muestra reflexivo, profundo, pero también puede resolver situaciones con simplicidad, como dentro de la cancha. “El mundo entero me decía que estaba loco cuando vine a Alvarado. Pero tomé la decisión siguiendo la intuición, el corazón. Cuando salen bien esas ‘locuras’, queda una sensación de orgullo diferente. Este ascenso tiene algo especial”, dijo en una charla con LA CAPITAL días después de llevar al equipo marplatense a la B Nacional.
La mitad de su vida fue un profesional del fútbol. Debutó con 18 años recién cumplidos en Gimnasia y Esgrima La Plata y ahora está próximo a cumplir los 36. Jugó casi 200 partidos en la máxima categoría del fútbol argentino, donde también defendió las camisetas de Banfield, Huracán y San Lorenzo. Fue campeón en Paraguay con Cerro Porteño, tuvo un paso por Las Palmas de España y en la etapa más reciente dejó una huella importante en Independiente Medellín y América de Cali, el grande colombiano al que regresó a Primera. Marcó goles en el Maracaná y el clásico platense, disputó Copa Libertadores y fue jugador de selección en su época juvenil. Todo lo vivió con intensidad.
Pero no exhibe el currículum como un trofeo, porque cree que “son apenas resultados deportivos”. Esta forma de pensar, de manejar el ego, se la atribuye en parte a Marcelo Roffé (psicólogo deportivo). “No tengo cosas de fútbol en casa. Muy pocas camisetas, de algunos jugadores que me marcaron, pero las guardo, no están colgadas. Ni siquiera hay fotos mías. En casa soy yo, no un jugador”, explica Herner, quien ama al fútbol por su esencia y no por lo que lo rodea.
– ¿Que significó a esta altura de tu carrera el ascenso con Alvarado en un Federal A?
– Este ascenso tiene algo especial porque es todo más trabajado, costó todo mucho más. Fue una apuesta mía venir acá, cuando el mundo entero me decía que estaba loco. Fue una decisión siguiendo la intuición, el corazón y obviamente el plan de la gente que me contactó. Cuando salen bien esas ‘locuras’ queda una sensación de orgullo diferente. Y lo que tuvo completamente especial fue que mis hijos lo vivieron como el campeonato de sus vidas. Eso fue emocionante. Nunca los había visto festejar o cantar como hinchas.
– ¿Qué referencias buscaste antes de venir?
– Hablé con Juan Di Bártolo (compañero en inferiores de Gimnasia) y Diego Galeano (compartió plantel en Banfield). No sabía de la actualidad porque no sigo las noticias deportivas. Cuando me contaron el plan y cómo venía el equipo me gustó. Sobre todo las ideas de Mauricio (Giganti) en cuanto a lo táctico. Me interesó aprender algo que yo no había vivido, porque me fui del país jugando siempre en Primera. Los desafíos me encantan. Con mi mujer pensamos que cuando uno se acomoda se estanca, buscamos evolucionar y aprender cosas nuevas continuamente.
– ¿Y con qué te encontraste en Alvarado?
– Un club hermoso que me abrió las puertas como si fuera de toda la vida. Con un grupo excelente de trabajo y gente que puso su corazón por esto. Eso me costó encontrarlo en otros equipos desde que me fui de Argentina. Después con Mauricio (Giganti) tuvimos empatía enseguida por su idea de juego, la versatilidad que le intentaba imponer al equipo, la cantidad de herramientas que brindaba.
– ¿Qué te pareció la categoría?
– Muy dura. Hay que adaptarse a la parte amateur del fútbol. Tuve que utilizar herramientas que usaba cuando era chico. Las mañas, como se dice. Todo se hace más friccionado. Nosotros teníamos un juego evolucionado, pero después de viajar 20 horas en un micro o en determinadas canchas de visitante había que hacerlo simple y buscar los resultados. En algunos escenarios el juego se hace más feo, pierde velocidad.
– ¿Eso lo sufriste?
– No, era el desafío que buscaba. Hoy intento aprender, vivir el fútbol de una manera más honesta con los sentimientos. Cuando uno supera adversidades, va teniendo un sentido de pertenencia con el deporte. Eso lo encontrás en las categorías bajas. A nivel profesional es más difícil porque son otras las responsabilidades. Acá me volví a conectar con lo amateur.
– ¿Y con Alvarado conectaste bien?
– Muy bien. Es fácil conectar con clubes así. La gente que trabaja en el club no te va a decir ‘te voy a dar lo mejor’, te dice ‘te voy a dar todo lo que tengo’. De esa manera es fácil. Desde los que trabajan en el club, en la villa deportiva, cómo cuidan la cancha. Hubo días que no teníamos agua. Esas locuras, que después se olvidan con los resultados, son las que hacen que se vuelva una familia. La familia tiene problemas, pero se solucionan entre todos.
– ¿Por qué se logró el ascenso?
– Por el plan y la ilusión loca de todos. No estábamos en los papeles de nadie. Fue importante saber sobrellevar momentos difíciles y que eso no se refleje en los resultados a largo plazo. Supimos sobreponernos a los momentos que pudieron romper toda la estructura, como cuando casi no clasificamos al pentagonal o cuando Estudiantes se nos fue a seis puntos. Eso a Sarmiento de Resistencia le pasó factura.
– ¿Lo lograron por la madurez de los integrantes del plantel?
– Sí, el equipo sabía lo que quería. Tuvo la paciencia para aguantar los golpes y entender que la cosa se define cuando termina, no antes.
– ¿Eso también los favoreció para abstraerse de la presión en el partido más importante del club en 27 años?
– Estábamos demasiado tranquilos desde nuestro juego. Con Deportivo Madryn pasó lo mismo, de visitante jugamos como si fuéramos locales. Estábamos blindados de lo que pasaba y comprometidos con lo que había que hacer adentro de la cancha. Jugamos “sin presiones” por conseguir un sueño y se vio la mejor versión en la semifinal y final.
– ¿Qué análisis hacés de la decisión de San Jorge de sentarse y retirarse de la final?
– A nosotros nos tocó que el árbitro se equivoque en contra nuestra en el pentagonal pero no por eso decidimos sentarnos. Entendí su frustración, no la reacción. Sí ahora cuando salió la sanción, porque parece que fue una línea que bajaron los dirigentes. El jugador es más sano que eso, cree que va a ganar cuando va perdiendo 15 a 0. Al futbolista le duele el orgullo. En el juego yo sentí que Alvarado fue superior durante los 50 minutos.
– ¿Qué tiene Alvarado para estar en un Nacional B y qué le puede faltar?
– Le puede faltar experiencia. Y tiene muchas ganas. Es un club “de corazón” y eso lo hace peligroso para el resto. La ilusión por lo que viene puede solucionar los inconvenientes. Se movilizó la ciudad por el ascenso a la B Nacional y eso no pasa siempre, fue algo hermoso. Todos afrontan las cosas con mucha alegría.
– Eso de afrontar las cosas con alegría es más propio del fútbol colombiano que el argentino…
– Sí. Acá se toma mucho con estrés, miedo a perder. Pero en Alvarado lo disfrutamos todos.
– Eso ocurrió, en parte, porque se consiguió algo nuevo. Pero si el club “se acostumbra” a la B Nacional llegarán otras exigencias…
– Sí, el piso será diferente y habrá que ir por otro objetivo. Va a ser así en los años venideros. Ojalá se pueda mantener la categoría y subir la vara. Pero hoy nosotros somos parte de otra realidad.
– ¿Te interesa seguir viviendo esta realidad en Alvarado?
– Sí, claro, me seduce el proyecto. No tengo idea qué puede pasar porque no sé si estoy en los planes del técnico. La decisión de quedarme sería por seguir afrontando las cosas con esta alegría y por “la familia” que hay. Después si se da o no es un cuento aparte, porque también soy profesional y tengo objetivos. Me ilusiona quedarme si cuentan conmigo.
Herner con Bochi, compañero fiel.
Dejarlo todo y rendirse jamás
Diego Herner nació en Gualeguaychú y desde muy chico soñó ser futbolista. Fue a probarse a equipos de Buenos Aires durante cinco años seguidos. Fue rechazado una y otra vez; siempre regresó llorando. “Mis papás no tenían plata para darme, viajaba en camiones de mis tíos, a veces en la caja con tres grados bajo cero. Hoy no lo veo como una locura porque entonces estaba muy ilusionado”, contó.
Con 16 años quedó finalmente en Gimnasia, pero las cosas tampoco resultaron fáciles al comienzo. “El primer mes no tenía botines, me los prestaba un compañero: Agustín Rando. Todo eso hizo que no me rindiera”, aseguró. Y remarcó que para llegar hay que hacer sacrificios a los que que no cualquiera está dispuesto: “Todos quieren ser futbolistas, pero nadie pagar el precio necesario para serlo. Son muy pocos los jugadores que tienen otra profesión. En un momento hay que dejar todo y jugársela por completo”.
“La mayoría de las historias de los futbolistas son muy duras. Se necesita una personalidad muy especial porque hay que dejar el alma para llegar. Y todavía hoy, tengo 35 años, estoy en Mar del Plata, y no sé donde voy a estar mañana. Ya lo disfruto así”, reflexionó. Y cerró: “el fútbol me permitió conocer el mundo, formar mi familia y conocer gente igual de loca que yo”.
Cortitas y al pie
– ¿Rival que más te costó marcar?
– César “Chelito” Delgado me volvió loco en un partido con Central (Clausura 2003, derrota de Gimnasia 4-0 en La Plata). Me pusieron de “3” y no lo podía agarrar. Después obviamente jugadores como Palermo, Cavenaghi, Tevez, Angel, Falcao…
– ¿Mejor jugador con el que compartiste plantel?
– Javier Mascherano. Aprendí muchísimo de él cuando teníamos 18 o 19 años, en la Selección Sub 20. Yo estaba en la preselección y compartimos tres días a la semana durante seis meses con Hugo Tocalli como DT.
– ¿Entrenador que más me marcó?
– Griguol. Me puso en Primera y tengo los más gratos recuerdos. No sabía que iba a debutar hasta el momento del partido contra Unión en Santa Fe (19/08/2001). A los 3 minutos ya tenía amarilla, pero era otro fútbol, se jugaba diferente.
– ¿Jugador que más te sorprendió en Alvarado?
– Rodrigo Depetris, Cristian Canuhé, Roberto Bochi, quien es un crack y de esos futbolistas que no se luce. Me parecen de otro nivel.
– ¿Recibiste cargadas por el nombre que llevás y tus características como zaguero?
– Me han dicho que soy el único Diego Armando que le pega para arriba.
– ¿Qué hacés en tus tiempos libres?
– Opero en la bolsa de valores. Miro fútbol; partidos, no programas. Estudio y leo mucho de psicología y economía. Antes no había celulares en los viajes y llevaba libros. Ahora tengo muchos en forma digital y escucho audiolibros, mucho sobre crecimiento personal, educación financiera, cultura.
Messi, la mirada del mundo y la argentina
Herner jugó ocho años en el exterior. Uno en España, en 2012, en Las Palmas. “Fue cuando todavía era anormal lo que hacía Messi. Ahora lo tomamos con naturalidad.
El mundo entero lo reconoce como el mejor jugador. Acá lo criticamos porque es parte de nuestra idiosincrasia. Nos gusta tanto el fútbol que creemos que sabemos, que tenemos la solución para todo. Cualquiera le dice a Messi lo que tiene que hacer”, argumenta. Y, como amante de la psilocogía, lo analiza así: “necesitamos buscar un culpable para no aceptar el dolor de la derrota”.
Sobre la mirada externa que hay de la Selección Argentina, subraya: “acá la vemos peor que en el exterior. Nos siguen teniendo respeto, el tema es que el fútbol se emparejó muchísimo. Hoy se juega y entrena en casi todos lados igual, por el acceso a la información. Nosotros lo sufrimos porque antes estábamos arriba y ahora nos igualaron”.
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