De “saudade” a “tsundoku”, un bellísimo compendio ilustrado de palabras intraducibles
“Lost in translation” de la escritora e ilustradora británica Ella Frances Sanders, reúne un compendio ilustrado de palabras intraducibles de todas partes del mundo, un volumen breve y de gran belleza, que expresa sensaciones y vivencias tan universales como difíciles de traducir.
En portugués dicen “saudade” para expresar un vago y constante deseo por algo o alguien que no existe, o que alguna vez quisimos y perdimos, mientras que los suecos llamen “mangata” al reflejo de la luna, como un camino en el agua.
Con ilustraciones coloridas, el libro va revelando así palabras de diversas lenguas, palabras que requieren de una o varias oraciones para dar cuenta de su verdadero e intrínseco significado: en Japón, por ejemplo, “tsundoku” significa comprar un libro, no leerlo y dejarlo apilado sobre otros libros leídos.
Hay, en diversas partes del mundo, una palabra para decir “acariciar con ternura el cabello de la persona que amas”, “perder la mirada en la lejanía sin pensar en nada en particular” y hasta para “el cosquilleo que sentimos en los labios antes de tomar whisky”, así como muchas otras provenientes de lenguas tan diversas como el alemán, galés, hawaiano y hasta en sánscrito.
Publicado en español por Libros del Zorro Rojo, este ejemplar nació como un blog de palabras intraducibles que se volvió viral, hasta que un editor de los Estados Unidos contactó a Sanders para convertirlo en un libro que luego fue bestseller.
La obra invita a un viaje por los matices de lenguajes ajenos, a las divergencias de distintas culturas y también a modos de concebir el mundo en cada región del globo, siempre acompañado de ilustraciones.
– ¿Cada uno de estos términos dice también algo de la idiosincrasia de los hablantes de ese idioma?
– Creo que sí, que tienden a eso, pero no como una regla fija. Para mí, es algo así como escuchar el fragmento de una conversación a través de una ventana abierta. Quizás puedas escuchar lo que se está diciendo y darte una idea, pero aun así hay algo que no está completado, que falta llenar.
– ¿Cree que, de haber incluido una palabra en español de la Argentina, podría haber elegido “che”?
– Hay muchas palabras argentinas realmente únicas que habrían sido totalmente perfectas de incluir y que no se encuentran en ninguna otra parte, incluso por lo inusual de algunos sonidos. A veces me encuentro deseando que “Lost in Translation” pudiera contener diez veces el número de páginas que tiene ahora.
– ¿Cuando terminó el libro, alguna palabra se convirtió en su favorita?
– No podría tener ninguna favorita, no realmente, pero a menudo me encuentro volviendo a las palabras japonesas. Aún no he descubierto por qué, pero parecen sentirse muy cómodas conmigo.
– Existe un juego de palabras, en italiano, que dice que un traductor es un traidor ¿Qué opina?
– Si bien me parece que este es un paralelo intrigante, diría que hay muchas otras cosas ligadas a la traducción, como comprensión o magia. Es realmente una habilidad el poder mover con ternura y precisión una palabra de un idioma a otro, de un individuo a otro. No me gusta pensar en un traductor como un traidor. Sé, sin embargo, que muchas personas sienten que algo innombrable se pierde en la traducción, y esto lo reconozco muy seriamente también.
– ¿Cómo nació esta fascinación por otras culturas?
– En parte, mi fascinación creció a raíz de estas brechas léxicas, o palabras intraducibles, que obligan a las personas a pensar y a considerar las culturas ajenas a las suyas. Y de niña, la promesa de vivir en un idioma y un país diferente me resultaba abrumadoramente atractiva. Te encuentras pensando todas las pequeñas diferencias entre las personas que han existido y las que existirán, en las normas y los matices de una cultura y en cómo nos relacionamos de diferentes maneras con el clima o la latitud. Me interesa mucho cómo las cosas no se pueden experimentar del mismo modo para dos personas cualquiera, lo que nos obliga a nombrar las cosas de diferentes maneras, a veces incluso entre países vecinos.
– ¿Qué nos puede contar sobre su libro “Eating the Sun: Small Musings on a Vast Universe”, que aún no se ha publicado en la Argentina?
– Es una colección de 51 capítulos ilustrados que explican varios aspectos de nuestro universo -planetario, humano y meteorológico-, de una manera que, espero, no sea intimidante. Quería que el libro fuera gentilmente existencial y científicamente preciso, de modo que las personas se sientan iluminadas en vez de alienadas, frente a las leyes, fenómenos e interrogantes increíblemente hermosos de nuestro universo.