MacArthur, víctima de su “cachorro fascista”, que pasaba información a Franco
Douglas MacArthur.
por Alfonso Bauluz
MADRID, España.- Al general Douglas MacArthur, relevado en 1951 por desobediencia por el presidente Harry Truman, lo traicionó, una vez más, su egomaníaca personalidad.
Y es que fue víctima del servil al que llamaba “mi cachorro fascista”, su jefe de Inteligencia, Charles A. Willoughby, que pasaba información al régimen de Franco.
Insensatez, arrobo o afinidad ideológica, el caso es que el historiador Florentino Rodao explica, en entrevista con la agencia EFE con motivo de la presentación de su libro “La soledad del país vulnerable” (Crítica), que el contraespionaje estadounidense “se enteró de que (Willoughby) entregaba documentación a la España de Franco”.
En su última obra, Rodao aborda la historia japonesa, desde la derrota en la segunda guerra mundial hasta el reciente cambio de dinastía, y es en la guerra de Corea donde encuentra “un regalo del cielo para Japón”.
Así lo vio el que fuera uno de los primeros ministros más longevos del Japón de la postocupación, Shigeru Yoshida.
Rodao expone que la cantidad de pedidos del Ejército supuso un motor para “animar” una economía que se estancaba tras un típico resurgimiento al término de la guerra en el Pacífico.
Y tras aquel enfrentamiento en el paralelo 38, que MacArthur proponía terminar con una bomba atómica sobre las tropas chinas (con lo que acabó fue con su carrera militar), comienza una nueva etapa.
Esa en la que el antaño Imperio del Sol Naciente supone -como escribe este catedrático español- “la clave de un equilibrio de poder no sólo en Asia, sino en un mundo cada vez más preparado para la guerra”.
Por eso elogia a Yoshida en su acierto al conseguir que Estados Unidos confiara en Japón para su seguridad.
Pero recalca que el antiguo diplomático “no estaba dispuesto a perder el ahorro de no tener un Ejército”.
Aunque, claro, ironiza al recordar que el viejo enemigo disponía ahora del Ejército mas poderoso del mundo: el estadounidense.
Y es sobre la base de ese ahorro y la innovación de la sociedad nipona, dispuesta a cambiar aunque conservando idiosincrasia y tradiciones como se transforma el país.
Eso sí, como cuenta Rodao, “un destacamento de 6.000 personas” gestiona la censura que, según indica, abarca desde los libros de texto a las películas o la prensa.
Pero también encuentra que, como resultado de aquellas políticas que movilizan los recursos para las empresas, algunas llegan a acumular más poder incluso que la burocracia.
Y el máximo ejemplo -cita- es Tepco, la eléctrica propietaria de la planta nuclear de Fukushima y a la que responsabiliza de aquel triple desastre.
Aún así, el investigador defiende la “audacia” colectiva de los japoneses, a quienes elogia su capacidad de superar las adversidades o también el pragmatismo de alguno de sus dirigentes, como su actual primer ministro, Shinzo Abe.
“Ha tenido que reconocer que Japón no está para aventuras ultranacionalistas”, explica, para añadir que con él la ventaja es “que se sabe qué va a ocurrir al año siguiente”.
Y explica que a, diferencia de otros mandatarios, “la política de Abe con (el presidente de Estados Unidos, Donald) Trump es admirable” .
Con una sonrisa sardónica recuerda que el expresidente Barack Obama fue invitado a ofrecer un discurso en el Parlamento mientras que a Trump en su última visita “le regalaron un palo de golf”.
De las ambiciones y retos de la sociedad japonesa, Rodao señala que el papel de la mujer será transformador y el envejecimiento de su población impone la aceptación -pese a las proclamas públicas- de los inmigrantes.
Ahora son “aceptados sin familia por cinco años para trabajos no cualificados”. En su opinión, la realidad se va imponiendo.
También apunta las aspiraciones de los jóvenes. Que ya no quieren ser un “salary man”. No optan al empleo fijo.
“Ya no es una ambición el tener un casa y fundar una familia”, explica.
“Lo que se está viendo ahora es que, más que el estar casado, es en el tener trabajo. Yo veo grandes cambios sociales,” avisa este investigador centrado en Asia-Pacífico y la huella hispana desde Filipinas a la Micronesia.
En su libro recuerda que en El Criticón, Baltasar de Gracián les adjudicó a los japoneses el calificativo de “temerarios”, probablemente en grupo, que es como cree que son muy audaces.
Pero para Rodao, los nipones son, sobre todo, “comedidos”.
EFE
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