Polarización y convergencia
por Jorge Raventos
La convención nacional del radicalismo consumada seis días atrás en los salones de Parque Norte, junto al Río de la Plata, no fue -como algunos deseaban y otros temían- el escenario de ningún estallido político. Pese a la presión de los sectores más rebeldes, liderados por Ricardo Alfonsín, Federico Storani y Juan Manuel Casella, la UCR permanecerá en Cambiemos. Hubo cantitos hostiles dedicados a Mauricio Macri y al Pro y discursos enérgicos y críticos (como el del presidente del Comité Nacional, Alfredo Cornejo), pero, como los teros, los radicales “en un lado pegan los gritos y en otro tienen los huevos”: una comisión de acción política negociará con la mesa política del Pro condiciones convenientes para concretar la continuidad de la (por ahora) ineludible asociación.
Cambiemos resiste
Aunque se haya esfumado la amenaza formal de una ruptura de Cambiemos, el radicalismo insiste en que debe estudiarse la recomposición de la fórmula presidencial. Es decir, el recambio de la candidatura de Mauricio Macri por otra con más rating. La Casa Rosada -y el propio Macri- se muestran reacios a discutir esa idea, pero esta semana el influyente consultor Jaime Durán Barba se apartó de ese guión de hierro y admitió hablar de un eventual paso al costado: “La decisión es del Presidente -dijo-. Si él piensa que su candidatura no es buena, no tendrá problemas en desistir. Es realista”.
Todo parece depender de los estudios demoscópicos que tramita el equipo del propio Durán Barba: la moneda todavía está en el aire.
En La Plata, entretanto, crece la preocupación por la suerte de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires. María Eugenia Vidal juega en octubre su reelección a todo o nada, ya que en la provincia no hay balotaje. La decisión de no desdoblar el comicio, separándolo de la puja por la presidencia, ata a Vidal a la performance de Macri, que aparecerá a la cabeza de la boleta de Cambiemos. Y las encuestas están mostrando que ese vínculo le puede restar entre 5 y 7 puntos al caudal propio de la gobernadora. Esa diferencia puede ser fatal para sus chances.
La suerte estaría echada si, además, el voto opositor, mayoritariamente peronista, encontrara un canal de unidad. Por ese motivo, el oficialismo bonaerense imagina distintas martingalas para compensar el “efecto Macri” y sumarle votos a la gobernadora. Quisieran facilitar que otras fuerzas no kirchneristas (principalmente las que surgen de la matriz peronista) puedan sostener en sus boletas la candidatura de Vidal a la gobernación.
Un mes atrás, el vidalismo empujó al Presidente a firmar un (jurídicamente controvertido) decreto sobre cuestiones electorales en sentido completamente inverso. El decreto veda la admisión de las llamadas “listas colectoras” (con las que distintas ofertas electorales pueden coincidir en un mismo candidato, que podría figurar, así, en distintas boletas). En ese momento, el oficialismo bonaerense se defendía de la posibilidad de que el cristinismo y el peronismo federal pudieran asociarse en el apoyo a un único candidato a gobernador aunque sostuvieran listas diferentes para la presidencia o las restantes candidaturas.
Ahora el oficialismo bonaerense pretende de la Casa Rosada un gesto embarazoso: que dé marcha atrás con ese decreto. Quizás una solución menos costosa para el pudor del Gobierno nacional podría consistir en “que parezca un accidente”: que los Hados inspiren a la Justicia a admitir alguna de as acciones ya interpuestas contra el decreto presidencial.
Tanta inquietud por el destino bonaerense de Vidal debería disuadir a quienes insisten en proponerla como sustituto de Macri en la candidatura presidencial. Parece evidente que eso no va a andar.
¿Puede caminar, en cambio, la propuesta radical de ampliar la coalición Cambiemos, incorporando al peronismo alternativo?
Eso también parece obstruido. Al menos hasta que se consume ese primer round electoral que son las PASO. Y después de las PASO podría haber asociaciones políticas, pero ya no coaliciones electorales, ya que el plazo para formalizar estas ante la Justicia vence el próximo 12 de junio.
Puede decirse que en estas instancias preliminares esa propuesta radical se ahogó en la sopa porque los peronistas alternativos, con Juan Schiaretti, Miguel Pichetto y Juan Manuel Urtubey a la cabeza, tomaron distancia de cualquier expectativa de unidad, sea con “el pasado” (referencia al kirchnerismo) o con el “presente de recesión e inflación” (alusión a Cambiemos) y se inclinan por ser opositores con personalidad política propia y diferenciada. Un camino que también ha emprendido, por su lado y con brújula propia, Roberto Lavagna.
Ahora los partidarios del “camino del centro” se han empachado de negatividad. Siguen apuntando al mercado electoral de los “ni-ni”, el del doble rechazo (no al kirchnerismo, no al macrismo) y ahora parecen agregar otras negaciones (no a resolver candidatura por interna o no a las actitudes arrogantes). En suma, la alternativa no termina de hacer pie porque no llega a generar una estrategia y una estructura unitaria y articulada que apunten con eficacia y capacidad de convencimiento al futuro.
Juan Schiaretti ha iniciado un viaje en las instancias previas a la inscripción de alianzas y listas electorales. Roberto Lavagna inaugura un local de campaña el próximo miércoles 5. ¿Estará ya en condiciones de anunciar una fórmula, un candidato a gobernador bonaerense, un candidato a jefe de gobierno porteño?
Los amigos radicales de Lavagna no pudieron llegar a la convención partidaria con un Lavagna fuerte en las encuestas ni un peronismo alternativo predispuesto a la unidad, como para convertir en plausible la idea de una nueva coalición a corto plazo. Ni la candidatura de Lavagna ha crecido suficientemente ni la alternativa que Schiaretti lideraría exhibió unidad suficiente como para intensificar su fuerza atractiva en el seno de la convención.
En todo caso, los amigos de Lavagna en esa asamblea contribuyeron a fortalecer y “levantar el precio” del centro crítico y negociador que lideró Cornejo y ahora administra la comisión de acción política del radicalismo.
Movimientos y “espacios”
Debilitados como están los partidos políticos, hace un tiempo que penetró en el léxico político el término “espacio”: define uniones transitorias de elementos heteróclitos, vinculados por objetivos electorales de corto o cortísimo plazo. A diferencia de los “movimientos”, a los que se les cuestiona congregar heterogeneidades, los espacios carecen de épica, liderazgo o verdades doctrinarias que amalgamen sus diferencias. Los movimientos suelen ser magmáticos; los espacios son más bien contractualistas… en un país que no respeta demasiado los contratos. Hasta la izquierda más ideológica arma sus espacios, que son más pequeños (una especie de Primera B de los espacios).
Al día de hoy, pues, se observan cuatro “espacios”, digamos, mayores. El oficialista Cambiemos (que, como hemos visto, está rediscutiendo su contrato societario), el espacio que empezó a congregar Roberto Lavagna (Consenso 19), el que tiene como socio mayoritario a Cristina Kirchner (también sometido a cambios y a la búsqueda de una composición más amplia) y la Alternativa Federal que motorizan Schiaretti, Urtubey y Pichetto.
Massa quiere seguir jugando
¿Y Sergio Massa? Titular del Frente Renovador e impulsor de la Alternativa Federal, Massa está íntimamente convencido del diagnóstico que Miguel Pichetto le anticipó diez días atrás a Roberto Lavagna, cuando empezó a deshacerse la expectativa de unidad entre el Consenso 19 del ex ministro de Economía y Alternativa Federal: “Roberto, si vamos separados, sacamos 8 por ciento cada uno”. Ni Massa ni la mayoría de los cuadros políticos del Frente Renovador se inclinan por una opción que quede jibarizada por la polarización y las divisiones propias.
El tigrense sostiene que Alternativa Federal, que nació como “el peronismo de los gobernadores”, debería tomar en cuenta el punto de vista de esos gobernadores. Un gran número de ellos (el tucumano Manzur, el entrerriano Bordet, el sanjuanino Uñac, para citar sólo a algunos), así como candidatos con posibilidades de convertirse en gobernadores (por caso, el santafesino Omar Perotti) se inclinan por buscar caminos para una primaria que defina candidatos con el conjunto del electorado peronista y con los aliados que quieran acompañar, para presentar una alternativa muy competitiva a Cambiemos en la elección general de octubre.
El congreso del Frente Renovador le dio libertad a Massa para que busque una vía de acción eficaz y consecuente con su historia.
Es probable que ese sea el primer paso de Massa hacia acordar con gobernadores y competir por la presidencia contra la fórmula Fernández-Kirchner en el espacio que conduce hasta el momento la expresidente.
Massa podrá argumentar que competir dentro de ese espacio no significa en modo alguno “ser socio” del kirchnerismo, sino darle batalla en su propio espacio y facilitar una victoria del peronismo sobre Macri.
Veremos qué nos deparan los días que restan hasta la inscripción de las alianzas y, luego, de la candidaturas. Más que un proceso electoral, éste parece el baile de la escoba.
En cualquier caso, más allá del match entre candidatos y entre espacios, conviene poner atención a un hecho: pese a que la lógica del balotaje induce a la polarización, asistimos en estos días a una discreta convergencia del conjunto de los actores, los polos incluidos, hacia el centro del sistema político: el repliegue táctico del kirchnerismo, la búsqueda de alianzas y arreglos con el peronismo alternativo desde el seno de Cambiemos así lo insinúan. El balotaje polariza. Las expectativas de gobernabilidad serenan los ánimos.
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