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Opinión 15 de febrero de 2016

La gestión ambiental: el próximo gran paradigma de la gestión pública

Por Maximiliano Abad
Diputado provincial por Cambiemos

En un mundo cada vez más complejo, la toma de decisiones sobre asuntos públicos debe hacerse bajo perspectivas que abarquen, expliquen y respondan los desafíos presentes y futuros. El escenario de riesgo y fragilidad con que nos enfrentamos en la toma de decisiones en la gestión pública es enorme: la problemática ambiental es quizá la que más representa a este panorama.

Asistimos a una acelerada mutación en la atmósfera con el consiguiente problema del cambio climático, que implica tsunamis, terremotos, volcanes, reedición de enfermedades medievales; la contaminación del escaso porcentaje de agua potable que se aloja en el planeta, una acelerada extinción de especies y alteración de la biodiversidad. Todos son problemas que tienen origen en actos del hombre.

Estos problemas globales han sido los que llevaron a que el Papa Francisco hiciera pública su primera encíclica, “Laudato, si”, en mayo de 2015: un documento que implica el ambiente para dar paso a otra visión.

Frente a este panorama, un buen punto de partida es la noción de gestión ambiental. Ella se refiere a cualquier intervención que busque corregir el modo en que la sociedad se vincula con su entorno natural. La gestión vista con este particular enfoque pretende englobar todo lo que hace el hombre -independientemente de los instrumentos que se utilicen- ya sea en el ámbito de la economía, la política, la ciencia, el derecho o la administración ambiental en favor de la duración de la vida de la especie.

El hombre se ha vinculado con los sistemas naturales adoptando diferentes modalidades. Con la modernidad y los desarrollo tecnológicos asistimos a una alianza para el progreso pero que trajo también –como contracara- esos riesgos de los que damos cuenta. Será fundamental pensar entonces en una gestión del ambiente desde dos enfoques de vista: el promotor y el sancionador.

El primero es aquel que invita a la integración de proyectos y acciones que contribuyan a mejorar la salud del entorno. Para este nuevo panorama existen instrumentos de fomento que pueden servir enormemente: tasas verdes, certificaciones ambientales, ecoetiquetas que permitan a las empresas el acceso a mejores oportunidades en los mercados, con precios diferenciados, para mencionar algunas de las soluciones que hoy aparecen en el mundo moderno.
Pero para aquellos que no pretendan adaptarse y puedan representar peligros para el entorno también se gestiona desde los instrumentos para sancionar los actos humanos que comprometan la salud de los sistemas ambientales y la salud pública.

Los temas que podemos enumerar en una gestión del ambiente se muestran en diversas escalas: a nivel global, nacional, provincial y municipal. De todos modos, en cada uno de esos niveles de gestión prima el principio “pensar global pero actuar local”, que implica que hasta la toma de decisión más local se hace sabiendo que se contribuye a proteger el ambiente global.

La encíclica contiene un llamado (“Mi llamado” lo llama el papa Francisco) en su párrafo 13: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”.

Este debe ser nuestro foco en la gestión del entorno: primero la promoción de proyectos amigables con nuestra morada y en caso contrario, el disciplinamiento de los actos que puedan comprometer la vida en el planeta. Por este motivo debemos pensar en estos tiempos ambientales en teñir la política y la gestión pública de un color verde, verde esperanza.



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