Las lágrimas del viejo imperio
Theresa May. Foto: EFE | Neil Hall.
Por Raquel Pozzi*
El viejo imperio británico que comenzó una carrera embrionaria y colonizadora a partir del siglo XIV enfrentando a los españoles y portugueses, y cuya plenitud dominante se remonta a finales del siglo XIX hasta el inicio de la primera guerra mundial, se encuentra actualmente en un atasco que no condice con su historia como estado conquistador.
La Gran Bretaña, adalid del dominio marítimo que repartió los territorios del “mundo conocido” con Francia, Bélgica, Alemania, Japón y Estados Unidos, entre otros, llegó a ocupar la cuarta parte del territorio mundial antes del inicio de la Gran Guerra.
Es el mismo que declaró la guerra en septiembre de 1939 al III Reich alemán comandando la Triple Entente, el gran estratega británico, Winston Churchill. Aquel imperio se percibe hoy como un estado esponjoso e inmaduro.
El viejo imperio que sin tapujos transfirió porcentajes altísimos de población británica hacia sus colonias, a sabiendas que ese sería una excelente estrategia de vaciamiento político, económico y cultural de las zonas conquistadas, combatió en todos los terrenos aún en aquellos que les fueron hostiles como la rebelión de los cipayos indios, dónde se las ingenió para configurar un entramado político dominante que acallase cualquier sublevación.
El viejo imperio que, en pos de subestimar las resistencias originarias, fue la comidilla del sector de la prensa cuando los errores de información de Lord Chelmsford le valieron la pérdida de una batalla contra los zulúes en Sudáfrica denominado el “desastre de Isandlwana”.
La subestimación del ejército británico invadiendo Zululandia no pudieron contra las tácticas del Rey zulú Chaka que imperaba hacía 70 años. Los errores del “hombre blanco” radicaban en el desconocimiento territorial y táctico tribal de la resistencia poderosa de los zulúes a través de la estrategia “cuernos de búfalo”, cuya fuerza centrífuga expulsaba líneas de hombres armados de manera artesanal en dos flancos que envolvieron a los británicos, convirtiendo la batalla en un verdadero desastre para los británicos.
Esta sintética semblanza histórica rememora las enormes victorias de un imperio poderoso con algunos tropiezos que tuvieron que ver con ese juego perverso del conquistador, la subestimación de los “otros”. Esa otredad a la cual tanto se niegan las viejas y arcaicas estructuras políticas occidentales, han hecho tropezar el mito imaginario del británico diplomático y previsor. Ese viejo imperio actualmente se enfrente a sí mismo bajo el embrujo de la vieja política, cada vez más conservadora frente la renuncia de Theresa May luego de un proceso patológico con respecto al Brexit, cuyas mociones ofrecidas para no llegar a la “Chaotic Brexit” (Ruptura caótica) fracasaron y colapsaron generando un cataclismo que hace difícil pensar racionalmente una salida decorosa del Reino Unido de la Unión Europea.
Renuncia, sucesores y elecciones del parlamento europeo tras la renuncia de Theresa May, la carrera se perfila en torno a la sucesión de la primer ministro. Entre los favoritos se encuentran: Alexander Boris de Pfeffel Johnson (ex alcalde de Londres), periodista y político quien ha demostrado una postura pendular con respecto a las políticas de Theresa May y el Brexit, considerado el favorito de Donald Trump; Michael Gove, con alta aprobación de sus pares aunque condicionado por su postura xenófoba en la publicación del libro “Celsius 7/7” sobre Terrorismo islámico; Amber Rudd, conservadora pero con ciertas posturas de izquierda y adepta a un segundo referéndum con respecto al Brexit; y Dominic Raab, que cuenta con un grupo de ciudadanos que alzan las voces “Ready for Raab” -Preparados para Raab-. Es el candidato de las redes sociales y considera como mejor decisión el “Brexit sin acuerdo”.
La renuncia de Theresa May era esperada dentro del círculo cerrado en Westminster, en medio de la polvareda que dejó David Cameron en junio del 2016. Cualquiera de los sucesores no demuestra actitud conciliadora con Bruselas, típica maniobra política en el contexto de una economía atosigada por la incertidumbre proveniente de la arenga política pero resistida por el establishment económico, quienes comenzaron armar las valijas para emprender el traslado del centro operativo desde Londres a Amsterdam. La línea euro escéptica, cada vez más fortalecida, se ha transformado en una verdadera pesadilla y el daño colateral ha sido la pérdida del capital juvenil (pro-UE) en el bajo interés por la política frente a las decisiones seniles de la población más envejecida que regentea actualmente el corredor palaciego en Westminster frente al desencanto juvenil y el desinterés por el Brexit.
El Reino Unido parece perfilarse hacia nuevas configuraciones regionales, observando horizontes de rupturas entre los reinos que pasará a conformar el nuevo “reino desunido”.
El Brexit es el claro ejemplo de una disparatada contienda política que comenzó el 23 de junio del 2016 y que actualmente los británicos no imaginaban ser parte de las votaciones de mayo de 2019 en la conformación del nuevo Parlamento europeo.
Una extraña paradoja de debilidades no sólo del Reino Unido, sino también de la Unión Europea que acarrea las consecuencias de la paciente espera de la resolución del Brexit.
Lo cierto es que tanto Theresa May (RU) como Mark Rutte (Países Bajos) fueron los primeros citados a votar el jueves 23 de mayo en un proceso de elecciones que finalizó el domingo 26 de mayo.
Elecciones del parlamento europeo
Cerca de 427 millones de ciudadanos entre 28 estados fueron llamados a las urnas estando en juego 751 diputados, con mayor participación con respecto a otras elecciones en algunos estados.
El Partido Popular Europeo encabeza la lista, seguido de los social-demócratas aunque con pérdida de escaños. Los mismos fueron cooptadas por otros espacios políticos como La Agrupación Nacional de Marine Le Pen y el Partido Europa Ecologista Los Verdes (EELV) de Francia; el Partido Nacionalista húngaro Fidesz de Viktor Orban; el Partido del Brexit del ultra-nacionalista Nigel Farage entre otros.
Aunque muchos renieguen, las elecciones para la nueva conformación del parlamento europeo se transformó en el termómetro para los que actualmente gobiernan, aunque en algunos casos se transformó en una catástrofe política.
Como es el caso de Emanuele Macron en Francia contra Marine Le Pen y el de Theresa May contra Nigel Farage.
Si algo le falta al escenario electoral es el divorcio del Reino Unido y la expulsión automática del parlamento europeo. Las 73 bancas que ocupan los británicos serán repartidas en forma proporcional entre el resto de los países de la Unión Europea.
El viejo imperio ha dado muestras de un gran retroceso político. Las lágrimas de Theresa May no se corresponden con la histórica altivez de un estado arrogante, cuyos legajos morales sólo están escritos en la memoria de aquellos que lo padecieron.
Entre lágrimas, la derrota política del Reino Unido con respecto al Brexit hace presagiar que los aires de las arcaicas políticas marchan sin la brisa renovadora de la juventud, con el sólo objetivo de conservar el prestigio arriesgando en perspectiva la autodestrucción.
*Analista en Política Internacional y Profesora en Historia.
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