¿Mano a mano, truco de gallo o triángulo de cuatro?
por Jorge Raventos
A menos de un mes de la inscripción de fórmulas electorales, todavía reina un considerable desconcierto sobre quiénes (y en qué compañía y con qué identidades) terminarán compitiendo en las urnas en octubre y noviembre (y antes, en las PASO del mes de agosto). Las presuntas certezas navegan todavía por el mar de la duda.
Se sabe, por caso, que aunque la Casa Rosada sostiene a pie firme la reelección de Mauricio Macri, no cesan las embestidas destinadas a relevar al Presidente de esa candidatura y sustituirla por otra mejor perfilada en las encuestas. Hasta altos mandos del oficialismo admiten esa vacilación, sea a través de discretas confesiones o de actos fallidos públicos.
Reticencia frente a los jefes
Pero si el tan mentado “círculo rojo” sigue reclamando a Macri un paso al costado para preservar mejor el rumbo, en el otro borde de la grieta ya hay movimientos tendientes a desarmar la única fórmula difundida que hasta el momento parecía segura: la que anunció una semana atrás la señora de Kirchner. Se sabe ahora que en el sector gremial del justicialismo se estaría gestando la propuesta de que la expresidente amplíe el repliegue que inició al conformarse con el segundo lugar, detrás de Alberto Fernández, y quite completamente su nombre de la fórmula.
Allí se argumenta que de ese modo podría perfeccionarse el objetivo que ella misma planteó, pues se facilitaría un acuerdo con Alternativa Federal para estructurar un espacio común en el que compitan distintas fórmulas que en definitiva confluyan en oferta electoral unificada del peronismo. Afirman que es seguro que, en esas condiciones, Sergio Massa participaría. Así se garantizaría la victoria (inclusive en primera vuelta) sobre Cambiemos. ¿Habrá un valiente capaz de desplegar ese razonamiento ante la señora de Kirchner, la virtual dueña, según las encuestas, del mayor caudal de votantes?
Estos movimientos intestinos en los márgenes de la grieta constituyen otro rasgo curioso de este proceso electoral. En las dos fuerzas que encarnan ese fenómeno hay reticencias frente a la postulación de sus respectivos jefes: ambos son considerados “piantavotos” u obstáculos para la ampliación de alianzas. Esta curiosidad se fundamenta en otra anterior: esas jefaturas enfrentadas -las dos- son rechazadas por las dos terceras partes del electorado. Casi un setenta por ciento no votaría a la señora de Kirchner. Casi un setenta por ciento no votaría (o no volvería a votar) a Macri.
En cualquier caso, el anuncio de la fórmula Fernández-Kirchner (la etiqueta Fernández-Fernández con la que se ha divulgado el binomio es una forma rápida pero engañosa de borrar los rastros del apellido distintivo), así se le adjudique un hipotético carácter provisorio, ha tenido impacto, provocado consecuencias.
El berrinche de Lavagna
En primera instancia, la presencia electoral como candidata a vice de la señora de Kirchner precedida por la figura más moderada de Alberto Fernández, fue asimilada sin corcoveos por los mercados, que -a diferencia de los círculos políticos- no se mosquearon.
Más allá de la jugada de la señora -aunque claramente determinados por ella- los peronistas alternativos se enredaron en sus propias contradicciones. Juan Schiaretti, que venía con el capital de una rotunda victoria en Córdoba, firmó a solas con Mauricio Macri su coincidencia con seis de los diez puntos del documento preparado por la Casa Rosada en búsqueda de acuerdos con la oposición. Ese gesto provocó el distanciamiento de Roberto Lavagna (o le sirvió a éste para darle fundamentos programáticos a las diferencias que ya mantenía a raíz de su negativa a sumarse a una interna del peronismo federal).
El ex ministro de Economía se concibe como vértice de un acuerdo radical-peronista, y no quiere (en rigor, lo puntualizó desde que se puso las sandalias de protocandidato) enredarse en una interna exclusiva o decisivamente teñida de justicialismo. Su reticencia frente a una decisión electoral de las candidaturas a través de una interna quizás amainarían si puede encontrar un acompañamiento electoral radical más significativo que el que obtuvo hasta el momento. Pero sólo podría conseguirlo -si lo consigue- a partir de lo que ocurra en la inminente Convención radical.
En caso de distanciarse definitivamente del peronismo alternativo, como lo insinuó esta semana en algunos momentos de berrinche, el frente de Lavagna -Consenso 19- terminaría apoyado casi exclusivamente en el “centro progresista”.
Mirando al radicalismo
A los ojos del radicalismo, la fórmula Fernández-Cristina vuelve al kirchnerismo más competitivo que antes y la candidatura de Macri se encuentra en condiciones más comprometidas.
Si un sector ponderable del radicalismo, tras la convención de la UCR, decide alinearse con Lavagna para expresar su autonomía en relación al macrismo, la fórmula de Consenso 19 podría eventualmente completarse con algún nombre joven y rutilante para alcanzar una performance más competitiva que el 8 por ciento que le diagnosticó Miguel Pichetto en caso de que el exministro optara definitivamente por apartarse de Alternativa Federal.
Podría darse la paradoja de que, distanciándose de las líneas peronistas (tanto de CFK como de Schiaretti y Massa) Lavagna terminase cooperando con ellas al atraer votos disidentes del universo electoral de Cambiemos.
Por su lado, el peronismo alternativo, a través de Juan Schiaretti y de Juan Manuel Urtubey ha reiterado su voluntad de marchar separado del cristinismo (algo que, para que esté garantizado, necesita la garantía de, al menos, los gobernadores y líderes provinciales más significativos). Que exista abierta esa tercera vía peronista es un alivio para la Casa Rosada, porque le resta votos a quien siguen viendo como la encarnación del polo a derrotar.
Así, si fracasan algunas gestiones pacificadoras que están en marcha, la cariocinesis alternativa puede hacer que en octubre, en lugar de tres fuerzas electorales significativas haya cuatro.
¿Subsistirá en las semanas próximas la partitura de la polarización? De aquí a agosto se dirimirá si en octubre se desarrolla un mano a mano, un truco gallo o un triángulo de cuatro.
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