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Interés general 29 de abril de 2019

Moisés Lebensohn, un ideólogo radical que se caracterizó por la intransigencia y honestidad

Nació el 12 de agosto de 1907 en la ciudad de Bahía Blanca. Fundó el diario La Democracia de Junín y llegó a ser presidente de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical.

Moisés Lebensohn.

por Carlos V. González Rivero

La calle que recuerda al ideólogo radical Moisés Lebensohn fue así designada por una ordenanza de agosto de 1959 en reemplazo del numérico 41.

Nace en la avenida de Los Trabajadores a la altura del balneario 14 del Complejo Punta Mogotes. Atraviesa, hasta la calle Vucetich el barrio Punta Mogotes. Entre Vucetich y la avenida Edison el barrio Colinas de Peralta Ramos. Entre la última avenida y Alejandro Korn cruza por el barrio Juramento. De Korn a Fleming hace lo propio por el barrio Cerrito Sur. Entre Fleming y Talcahuano la contiene el barrio Gral. San Martín, entre Talcahuano y la avenida Jacinto Peralta Ramos el barrio Florencio Sánchez. Desde esta avenida hasta Udine donde se interrumpe discurre por El Martillo. Reaparece en la calle República de Cuba, en el barrio Gral. Pueyrredon el que deja en la avenida Polonia para entrar en el barrio Las Heras. En la avenida Tetamanti y hasta la Ruta 88 transita por el barrio Camino a Necochea donde concluye.

Joven promisorio

Moisés Lebensohn nació el 12 de agosto de 1907 en la ciudad de Bahía Blanca siendo descendiente de humildes familias judías. De su padre, médico, quien tuvo una gran influencia en su formación, heredó la vocación por el bien común Desde joven se dedicó al periodismo, iniciando su militancia política en el socialismo y al poco tiempo se afilió a la Unión Cívica Radical de Hipólito Yrigoyen creyendo que de ese modo defendería mejor sus ideales de nacionalismo en lo económico, justicia social y liberalismo político. En 1931, apenas recibido de abogado, fundó el Diario Democracia en Junín, ciudad en la que se radicó con el propósito de desarrollar su profesión y también comenzar a militar, primero en la juventud radical y posteriormente en otras estructuras del partido. En 1936 fue electo concejal y en 1938 fue secretario general del Congreso Nacional de la Juventud Radical.

Hacia fines de la década del treinta, el partido estaba frustrado y confundido. “Los jóvenes no encontrábamos el rumbo, en un partido que consentía el fraude, o colaboraba con él”, recordó Alejandro Gómez, entonces joven militante y más tarde vicepresidente durante la gestión de Arturo Frondizi.

Radicales

Entre 1936 y 1940 fue concejal en Junín y decía en aquellos tiempos: “ La juventud debe ser la trompeta que pregona y la mano que lanza la semilla, una juventud que pronuncie su mensaje con valor y vigor, no una juventud adocenada que cumpla con mansedumbre bovina las órdenes que llegan desde arriba”.

Dirigidos por Amadeo Sabattini y Roque Coulin, los jóvenes Ricardo Balbín, Arturo Illia y Crisólogo Larralde se sumaron a Gómez, Frondizi y Lebensohn para dar forma, en mayo de 1942 y en la localidad de Chivilcoy, a un congreso juvenil donde se sentaron las bases de la “revolución” que intentaron imponerle al partido.

Las proposiciones juveniles de aquellos congresos presididos por Lebensohn en 1942 y 1944, llegan a ser sancionados casi textualmente en 1948 por la Honorable Convención Nacional quedando desde entonces como Bases de Acción Política y Profesión de Fe Doctrinaria.

Ese “Grito de Chivilcoy”, como gustaba decir Lebensohn, sacudió las adormecidas conciencias que desde dentro y fuera del partido estaban esperando una aurora de redención.

Lebensohn combatió con denuedo lo que él llamaba la política del “servicio personal”, vieja maña de los caudillos de la política criolla que servía para que estos se manejaran con dádivas y prebendas ante su clientelismo electoral.

Luchó por la nacionalización del petróleo y la soberanía económica. Denunció la ley del presidente Avellaneda que repartió 15 millones de hectáreas entre 250 personajes de la oligarquía vacuna, levantando la bandera de la reforma agraria.

El MIR

El 4 de abril de 1945 un amplio grupo de dirigentes radicales opositores al unionismo que dirigía la UCR, se reunieron en la ciudad de Avellaneda, corazón del cordón industrial de la ciudad de Buenos Aires, para debatir y consensuar las bases políticas para un programa de centro-izquierda y nacionalista, que pudiera dar respuesta a las nuevas realidades sociales, económicas y políticas que el acentuado proceso de industrialización estaba produciendo en la Argentina. El resultado fue la Declaración de Avellaneda, un documento histórico que se constituyó en una de las bases ideológicas de la Unión Cívica Radical.

Poco después, el 1 de noviembre de 1945 estos dirigentes radicales se reunieron en Rosario para constituir el Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR).

Entre los radicales que integraron y fundaron el MIR junto a Moisés Lebensohn hay que mencionar a: Arturo Frondizi, Ricardo Balbín, Crisólogo Larralde, Oscar Alende, Juan Gauna, Raúl Rabanaque Caballero, Arturo Illia, Francisco Rabanal. Luego adherirían también Ricardo Rojas, Adolfo Güemes, Elpidio González, Ernesto Giuffra, Miguel Mario Campero y Federico Monjardín, entre otros.

En el peronismo

El “Programa de Avellaneda” fue un intento nacido de la pluma de Lebensohn por reconquistar a las masas populares, ya entonces atraídas por el discurso de Perón. “Se intenta un sinuoso planteo: o vieja política o fascismo pseudorrevolucionario. Pero no es así: queremos una democracia con sentido humano”, escribió Lebensohn.

El nuevo presidente hizo suyas, a partir de 1946, algunas de las banderas históricas del yrigoyenismo, en lo que hace a los avances en materia social.

Pero poco respetó las formas de disenso democráticas y la libertad de expresión, dos consignas irrenunciables de Lebensohn y los jóvenes radicales. “Este pueblo era nuestro pueblo”, se quejaba amargamente el entonces titular del radicalismo bonaerense, el más poderoso del país.

En la Convención Constituyente de 1949 le tocó presidir el bloque de convencionales de la UCR desde donde se opuso a la reelección del presidente. Moisés Lebensohn se hizo famoso aquel 3 de marzo de 1949 con aquel gesto que intentó frenar, sin éxito, la reforma constitucional con clara intención reeleccionista que impulsaron los legisladores leales al entonces presidente Juan Domingo Perón. Pero la vida y la militancia de aquel hombre intransigente y apegado a sus convicciones habían comenzado bastante tiempo antes. “Volveremos, volveremos a dictar la constitución de los argentinos”, gritó aquel hombre macizo y corpulento, y se encaminó, ignorando insultos, hacia una de las salidas del recinto, llevándose consigo a buena parte de sus colegas de bancada.
Contrariamente a lo que se piense mantuvo una amistad con Eva Perón que le devenía de los pagos de Junín y con quien se reunía a la luz del día en una confitería de la calle Corrientes.

Después de aquel episodio, y a pesar de todo, muchos radicales intransigentes se sumaron al gobierno justicialista. Lebensohn, al igual que otros políticos opositores, fue perseguido y encarcelado casi en forma periódica, aunque creyera que algunos aspectos de la gestión peronista debían sostenerse.

Presidió el Comité de la Provincia de Bs.As. en 1950 y como tal organizó el Congreso Agrario de Tandil, el Congreso Gremial de Avellaneda y el Primer Congreso Femenino Radical en Lanús. En 1952 fue electo presidente de la H. Convención Nacional en cuyo alto sitial lo sorprendiera la muerte y donde quedara grabado su postrer discurso que cerraría diciendo “Trabajaremos, lucharemos y sufriremos juntos compatriotas radicales, compatriotas argentinos. El esfuerzo no será estéril. De ese sacrificio está naciendo una vida nueva. Todo parto es laborioso, demanda sangre, requiere sufrimiento.

“Ahora se está alumbrando en la tierra argentina el nacimiento de la vieja Patria, que nosotros legaremos a nuestros hijos como una esperanza para toda la Humanidad.

“El régimen caerá, tarde o temprano. Antes de eso hay que hablar con Perón para salvar las conquistas sociales”, repetía a sus correligionarios. Muchos de quienes lo aplaudían comenzaron a recelar un pacto secreto con el líder del peronismo y lo acusaron de “traidor” a la UCR.

“No aguanto más”, le confesó, angustiado, a Gómez, poco antes de aquel 13 de junio de 1953, cuando su corazón dijo basta.

Sus restos fueron despedidos en una Junín con negocios cerrados y tristeza a flor de piel. Se iba el incansable orador, el terco defensor de las libertades civiles, el hombre austero que llegó a prohibirle a su sobrino Miguel Dana participar en política mientras él estuviera vivo, porque “estaba en ventaja en relación con otros jóvenes”.

La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este canto maquinal es muy compatible con las cadenas y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?
Moisés Lebensohn, 1940