La batalla más silenciosa de Picasso
Una muestra en el Museo del Ejército, de París, presenta un gran número de piezas de archivos y de documentos que permiten contextualizar la obra del artista español en su siglo.
Una de las obras que forma parte de la muestra "Picasso y la guerra". Foto: Musée de l’Armée | Anne-Sylvaine Marre-Noël | Succession Picasso 2019.
por María D. Valderrama
PARIS, Francia.- Abre la exposición “Picasso y la guerra” una fotografía del artista de 1911 en la que aparece disfrazado de soldado. Vestido con un uniforme que nunca le perteneció, el malagueño mira cohibido hacia un lado, consciente quizás de que la defensa violenta de la libertad no era lo suyo.
Paradójicamente, su larga vida estuvo marcada por los conflictos bélicos que él mismo retrató desde su juventud, pues su batalla solo fue encarnizada en el uso de pinceles, como defiende ahora la muestra que inauguró el Museo del Ejército (Musée de l’Armée ), ubicado en los Inválidos, en París.
“Esta exposición presenta un gran número de piezas de archivos y de documentos que permiten contextualizar la obra de Picasso en su siglo. Tras cuatro años de investigación, presentamos piezas que permiten presentar la obra de Picasso desde una perspectiva artística e histórica”, dijo a EFE la comisaria Isabelle Limousin.
Con la exposición de Picasso el Museo del Ejército presume de modernidad, como ser la primera exhibición de este artista que no lleva una de sus obras en el cartel, dibujado en cambio con el estampado que los alemanes crearon en la Primera Guerra Mundial para camuflar sus aviones.
Por aquel entonces, el pintor, que contó con el apoyo de su tío para esquivar el servicio militar en España y residía en Francia desde 1901, aconsejaba en tono socarrón a sus amigos en combate vestir con colores como el verde o el amarillo para camuflarse, como muestra una carta dirigida a Guillaume Apollinaire.
Pura intuición, pues el camuflaje militar era aún un asunto clasificado que la ciudadanía desconocía.
Junto a obras como “Masacre en Corea” (1951) o el retrato que dibujó en 1961 de la activista argelina Djamila Boupacha en plena guerra contra Francia, destacan sus múltiples ilustraciones de palomas, convertidas gracias a él en símbolos de la paz.
Se exponen también algunos de los dibujos que Picasso dejó a los 14 años en los márgenes de sus libros en clase -“Debía aburrirse bastante”, bromea la comisaria-, con soldaditos y caballos de uso militar.
“Uno podría imaginar que todo artista, todo escritor y todo intelectual se sitúa naturalmente en la resistencia para defender los valores universales de su arte. En realidad es mucho más complicado que eso”, destacan los comisarios en el catálogo.
El caso de Picasso es simbólico. Con la Ocupación nazi, el artista prefirió refugiarse en su reputación y en sus contactos para no destacar demasiado por miedo a que los alemanes lo entregaran a Franco.
“En el arte y en la vida de Picasso hay un antes y un después del Guernica. Antes, el artista parece absorbido por su creación artística. Después de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, afirmó su compromiso político y comprometió igualmente su arte. Pasa de ser testigo de su tiempo a ser actor de su tiempo”, señala Limousin.
Su única petición de nacionalización en Francia data del año de la invasión, 1940, como prueba una joya burocrática presente en el museo, una serie de informes administrativos de los que él nunca tuvo constancia y que fueron hallados en la década de 1990.
Se trata de un informe secreto de 1901 que lo asociaba con los anarquistas por su amigo Pere Mañach, lo que 40 años más tarde, junto a otros textos sobre su ausencia en la Gran Guerra, sus ideas comunistas y el apoyo económico ofrecido al bando republicano en la Guerra Civil, le valieron la negativa de Francia a la nacionalización.
La exhibición recoge también postales de apoyo a sus amigos soldados -incluso el casco con el que hirieron de muerte a Apollinaire en la trinchera- y agrupa las evidencias de la conciencia política que Picasso parecía mantener de los conflictos que lo rodeaban, como la Guerra de los Balcanes, cuyas noticias en los periódicos conformaron varios de sus “collages” en 1912.
Sin embargo, no fue hasta 1944 cuando se adhirió al Partido Comunista, convencido de que había sido este quien con más méritos combatió el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
A partir de entonces, numerosas asociaciones y movimientos pacifistas reclamaron su presencia en congresos y conferencias, que en muchos casos iban acompañadas de carteles y postales creados por él. Su arte quedó irremediablemente asociado a las principales campañas por la paz de la segunda mitad del siglo XX.
Cierra la retrospectiva un lienzo de 1972, meses antes de su muerte, en la que los expertos creen ver un niño que recibe el testigo de Picasso, autorretratado como mosquetero, figura inspirada por Velázquez y Rembrandt con la que él solía pintarse.
“El soldado, que ha consagrado su vida al arte, ha terminado su batalla, y le toca a su joven compañero continuar el combate”, estima Limousin.
EFE.