La religiosa que ofrendó su vida asistiendo a enfermos en la ciudad
En la década del ’20, María Angélica Pérez o Sor Crescencia cumplió una difícil misión en Mar del Plata: cuidar a enfermos de tuberculosis. La religiosa contrajo ese mal y murió. Hoy es beata y se encuentra en proceso de santificación.
En la centenaria capilla Nuestra Señora del Huerto, ubicada dentro del INE, se encuentra la imagen de Sor Crescencia.
Por Gustavo Visciarelli
Una capilla centenaria, tan bella como poco conocida, se yergue dentro del Instituto Nacional de Epidemiología, sobre la calle Ayacucho casi España. A un costado del altar puede verse la imagen de una religiosa rodeada de violetas. No es un ornamento casual: los devotos aseguran que Sor Crescencia, después de morir, se presentó con el perfume de esa flor.
Se llamaba María Angélica Pérez, nació en San Martín el 17 de agosto de 1897 y cursó estudios en un internado de Pergamino, donde sus padres –inmigrantes gallegos– se radicaron a principios del siglo XX para realizar tareas rurales.
El 31 de diciembre de 1915 ingresó a la Congregación Hijas de María Santísima del Huerto de Villa Devoto. Se estilaba entonces cambiarles el nombre a las novicias como mecanismo de cierre con su vida anterior. A María Angélica –para su disgusto– la llamaron Crescencia, en homenaje a un mártir romano cuyas reliquias yacen en el altar del convento.
En Mar del Plata
Ya consagrada, fue maestra hasta el año 1925, año en que la destinaron al Asilo y Hospital Marítimo de Mar del Plata.
El lugar, donde hoy funciona el INE, conserva su aspecto original y en su patio central, con jardines y aljibe, reina una atmósfera de paz y melancolía. Desde allí puede verse, tallada con grandes letras en los ladrillos de una alta pared exterior, la palabra “Alemán”. Así se llamaba el hotel que hacia 1880 fundó un marino sueco llamado Augusto Silander.
Las aristocráticas Damas de Beneficencia porteñas compraron ese establecimiento en 1893 y lo convirtieron en un hospital para el tratamiento de pacientes con tuberculosis, que fue una de las principales causas de muerte en el país hasta entrado el siglo XX.
El Marítimo era una mixtura de hospital y claustro conventual, dirigido en lo médico por profesionales pero administrado por monjas que vivían en el lugar y asistían a los pacientes en su doloroso aislamiento. No debe extrañar, entonces, que desde 1915 tuviera su propia capilla, llamada Nuestra Señora del Huerto. Diseñada por el famoso arquitecto londinense Walter Bassett Smith, su pórtico no da al mundo externo sino al patio central, evidenciando que el pequeño templo de estilo neogótico inglés fue ideado con un severo concepto de mundo interior.
Infección hospitalaria
Sor Crescencia se desempeñó en el Marítimo durante tres años hasta que contrajo tuberculosis, convirtiéndose en el primer caso registrado de infección hospitalaria. Decidieron derivarla entonces a un hospital que la congregación poseía en Vallenar, Chile, donde murió a los 34 años, el 20 de mayo de 1932.
Anteriormente había tenido un breve paso por otro establecimiento religioso situado en Quillota, 600 kilómetros al sur de Vallenar, de donde se retiró prometiendo que iba a avisar en el momento de morir. En hora coincidente con la de su fallecimiento, las monjas de Quillota aseguraron haber sentido perfume de violetas –la flor preferida de Crescencia– y entendieron que esa era la señal prometida.
Los pobladores de Vallenar, que la llamaban “La Santita”, impidieron el traslado de su cuerpo, que permaneció allí hasta 1966, cuando lo exhumaron para trasladarlo a Pergamino, donde hoy descansa en la Capilla del Huerto. En ese trance, se comprobó que el cadáver se mantenía incorrupto después de 34 años.
Beatificación
En 1986 el obispo de San Nicolás, monseñor Domingo Castaña, inició el trámite de beatificación, que arribó a su primera meta cuando el Papa Juan Pablo Segundo la declaró venerable.
En 2011 el Papa Benedicto XVI aprobó un milagro al dar por acreditado que Sor Crescencia intervino para la curación sin explicación médica de María Sara Pane, quien en 1995 se hallaba internada en el Hospital Italiano con una hepatitis aguda. En el decreto papal se menciona que la mujer sanó cuando una monja le entregó una estampita de Sor Crescencia y organizó una cadena de oración.
Quizás no pase mucho tiempo hasta que aquella humilde María Angélica sea declarada santa. Y posiblemente también se le otorgue, como muchos desean, el título de Patrona de las Enfermedades Hospitalarias por haber dado su vida en la atención de enfermos.
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