Carlos Mentasti; “En el negocio del cine y del teatro, los que deciden son las mujeres y los adolescentes”
El productor se define popular, y es el cine y el teatro que le gusta hacer. Este verano, desembarcó con su primer proyecto teatral en Mar del Plata, la exitosa "Un enemigo del pueblo". Cómo lo marcaron Argentina Sono Film, la empresa de su papá, y "Kindergarten", polémica película que también produjo.
"Tuve que decidir si hacía cine para los periodistas o si lo hacía para la gente, y me di cuenta de que mi vida es la gente", dijo Mentasti.
“Entraba en los cines con mi viejo a ver los avances de las películas americanas, y veía cómo las vendían y cómo mentían, porque después en la película no pasaba lo que anunciaban. Ese fue un aprendizaje fantástico”, admite Carlos Mentasti.
Es un histórico productor de cine argentino, con abolengo en la misma actividad. Su familia creó la legendaria Argentina Sono Film, empresa desde la que emergió la primera película nacional sonora: “Tango”.
“Me descompongo en las avant premiere -confiesa- porque ahí me doy cuenta: compruebo si la gente se ríe, si esa secuencia en la que pensé que se iban a reír funciona o si no…”.
Mentasti se crió en el plató, entre ediciones, escenas y rodajes. Y hoy, tras tener en sus espaldas éxitos como “Los bañeros más locos del mundo” y las recientes “Animal” y “Mi obra maestra”, decidió ampliar su terreno de acción. “Un enemigo del pueblo” es la obra de teatro que produjo y con la que desembarcó, por primera vez, en una temporada teatral marplatense. Y no le fue nada mal: hasta mañana se podrá ver este clásico que protagoniza Juan Leyrado en el escenario del Teatro Provincial.
“Debuto en Mar del Plata como productor teatral con Un enemigo del pueblo, hice obras en Buenos Aires y en Carlos Paz pero la realidad es que ésta es mi primera experiencia de teatro acá”, cuenta, satisfecho por la repercusión de público, por los premios conseguidos durante el verano y por el reestreno que se realizará en Buenos Aires, hecho que se producirá a partir de abril.
– ¿Qué tiene que tener un proyecto, en teatro o en cine, para que elija hacerlo?
– Lo primero que busco es si el proyecto tiene identificación con nosotros, con los argentinos. La única manera de poder combatir contra los monstruos de Hollywood es con la identificación, en eso ellos no pueden entrar. Cuando yo tengo un producto cinematográfico en el que la gente se identifica, ahí me siento fuerte. Y lo segundo en mis proyectos es que, antes de desarrollar la idea, tengo que ver cómo la voy a vender. Si yo no puedo ver el afiche que voy a tener y la frase que va a tener no hago la película, o la obra de teatro. Porque si en dos palabras no puedo explicarte lo que estoy haciendo para que entres al cine, o al teatro, no puedo estar una hora y media explicándote. Esas dos cosas me han marcado infinidad de proyectos. Cuando hice “Brigada explosiva” en ese momento explotaban las películas de Porcel y Olmedo. ¿Y cómo hago para competir? Busqué el arquetipo de los argentinos: un italiano Gino Renni, un español, Fernández de Rosa, el forzudo Berugo Carámbula, el porteño Emilio Disi. Armé eso. Yo copio: estaba “Brigada A” y yo hice “Brigada explosiva”. Estaba “Terminator” y yo hice “Exterminator”, o “Dónde está el piloto” y yo hice “Los pilotos más locos del mundo”.
– ¿Tiene mucho de intuición?
– Sí, es un trabajo de estar constantemente viendo, constantemente metiéndote en las salas. Yo trato de rodearme de jóvenes, en el negocio del cine y del teatro los que deciden qué se va a ver son las mujeres y los adolescentes, entonces tengo que estar al lado de ellos. Trabajo mucho con mis hijos.
– ¿Cuánto le dejó la experiencia de trabajo familiar en Argentina Sono Film?
-Muchísimo. Yo jugaba al fútbol, quería hacerlo profesionalmente, y mi papá no sabía nada. Como presidente de Argentina Sono Film quería que estudiara algo vinculado a las empresas. Un día me descubre en Crónica en la edición vespertina. Yo era arquero y atajando una pelota salí en el diario, en una foto. Entonces le dije: “Mirá viejo, yo estoy estudiando en la universidad y me copio, quiero hacer cine y jugar al fútbol”. Y él me dijo: “Si querés hacer cine vení y empezá de cadete en la empresa”. Y yo me rateaba de la empresa y me iba a las filmaciones. Eso me sirvió para aprender que en cine lo que filmás queda para toda la vida. Por eso cuando filmo estoy diez horas al lado del director. Y lo que no corrijo en ese momento queda para toda la vida.
– ¿Interviene mucho en las películas, opina sobre el trabajo de un director?
– El director que trabaja conmigo sabe que estoy al lado de él, nunca le voy a pedir a un director que haga una secuencia pero sí le voy a decir al oído “Este plano es el tuyo, pero además hacé este otro plano y después en la edición lo vemos”. Así tenemos las dos tomas.
– Usted produjo Kindergarten (película de Jorge Polaco que fue prohibida), ¿qué recuerda de esa experiencia?
– Sí, fue una experiencia nefasta. Yo venía haciendo películas como “Los matamonstruos” y en ese momento mi socio había traído dos o tres proyectos interesantes. Un director del Incaa me sugiere que haga otro tipo de cine. Textualmente me dice: “Quiero que hagas la película que va a representar a la Argentina en los festivales de cine del mundo”. La película era Kindergarten. Acepté. Leí el libro y le dije a mi equipo: “No entendí nada, pero nada”. Yo siempre voy a las filmaciones, a la de Kindergarten fui dos veces y me di cuenta de que era una locura. Yo soy consciente de mi nivel cultural: soy muy popular, de sentimiento, en la cancha voy a la popular, me ofrecen el palco (de Racing) cuando voy con Guille (Francella), si no voy a la popular, jugué al fútbol en Fénix, que estaba en una villa miseria. Yo soy de pueblo. Entonces como por ahí era muy elevada (la película), traté de apartarme. Sentí que era un estorbo y di un paso al costado. Un día me llaman y me dicen que me iba a secuestrar por la denuncia de corrupción de menores. Y bueno, ahí pasó lo que pasó, hicimos el descargo, en ese momento se llevaron la copia, hicimos una rueda de prensa con los actores Graciela Borges y Arturo Puig y con el director, pero la realidad es que yo no sé qué había pasado. Y quedó prohibida la película. Fue la primera película prohibida. Hace unos años me propusieron reestrenarla, hubiera sido un negocio, porque nosotros pagamos toda la película al Instituto (de Cine) y fue una pérdida total. Pero decidí no estrenarla, y pedí que si la estrenaban sacaran mi nombre.
– ¿Una experiencia que le dejó enseñanzas?
– En un momento tuve que decidir si hacía cine para los periodistas o si lo hacía para la gente y la realidad es que me di cuenta de que mi vida es la gente. No hay alternativa, me han pegado muchas veces, muchas veces injustamente, pero yo creo que la crítica tiene que saber qué producto hacés, no podés medir “Los bañeros…” o “La fuga”, de Eduardo Mignona… cuando hago “Los bañeros” le digo a la familia “vení a divertirte”, pero cuando hago “La fuga” les digo “vení a ver la película que va a funcionar en todo el mundo, en los festivales”. La crítica de cine tendría que saber qué es lo que se está viendo y no medir todo con la misma vara. Por eso tomé la decisión de hacer cine y teatro para la gente, yo leo las críticas con mucho respeto y a veces no están equivocados, sirve, es gente que se dedica a eso.
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