El feminismo y los libros: lecturas de y para mujeres, una demanda que no para de crecer
El movimiento de mujeres conquistó un terreno en la industria editorial a partir de una demanda lectora bien definida, la creciente apuesta de publicaciones en clave de género, librerías con mesas centrales de títulos afines y la presencia de destacadas escritoras, como Samanta Schweblin y María Moreno, liderando la lista de ventas.
En esta época, al parecer, la masa lectora obligó a reeditar ciertos libros, impulsó nuevos títulos y hasta eventos, como la experiencia de una Feria del Libro Feminista en 2018 muy convocante y el inédito espacio que la tradicional Feria del Libro de Buenos Aires dedicó a la diversidad sexual y las cuestiones de género.
Pero lo que ocurre no puede leerse sin la potencia que se viene gestando desde hace años con editoras que abrazan la convicción de avanzar sobre estos temas, y escritoras que, impulsadas por el debate sobre la legalización del aborto, se juntaron para denunciar la desigualdad, reclamaron cupos y propusieron relecturas de las tradiciones literarias.
“Venimos de muchos años de someternos al contenido literario de los hombres con escritores que nos gustaron y con otros muchos con los que no empatizamos. A los ojos de nuestra revolución, ya todo es poco interesante y como respuesta aparece este gran interés de historias escritas por mujeres”, dice a Télam la escritora Cecilia Szperling.
“Junto con eso -agrega la integrante del colectivo Nosotras Proponemos Literatura- nos empezamos a leer entre nosotras y a recomponer nuestra genealogía. En nuestros recorridos aparecen ahora Libertad Demitrópulos, Elvira Orphée, Sara Gallardo”.
Este recorrido subjetivo de relectura y compromiso político al que se refiere Szperling es la médula de un texto “en caliente, urgente” publicado en una colección que se lanzó en la vispera del 8M y cuyo título habla solo: #MiráCómoNosLeemos, de la editorial digital Indie Libros, donde también escriben Alexandra Kohan, Gabriela Saidón y Patricio Zunini.
La producción editorial en clave de género, a pesar de un contexto crítico, es robusta y se vende: “Putita golosa” (Galerna) de la periodista Luciana Peker está entre los libros más vendidos; “QueSeaLey” (Marea) de Florencia Alcaraz se acaba de reeditar, y “Por qué volvías cada verano” (Madreselva), de Belén López Peiró, se convirtió en un relevante testimonio de la violencia machista.
En uno de los sellos literarios más importantes del mercado, Literatura Random House, el ranking del catálogo lo encabezan mujeres, desde Virginie Despentes y su “Teoría King Kong” hasta Samanta Schweblin, Gabriela Cabezón Cámara, Mariana Enriquez, Moreno y Selva Almada.
“Aunque los números son bajos porque la industria está pasando uno de los peores momentos económicos de los últimos años, es notable que son todas mujeres, es un fenómeno editorial que acá explotó con el movimiento Ni una menos y la lucha por el aborto legal”, sostiene Glenda Vieytes, directora literaria de Penguin Random House.
“Habrá editoriales que lo hacen por marketing y otras por convencimiento, pero lo bueno es que hay gente que consuma estos libros, que los busque, los lea, eso es un gran impulso de crecimiento”, sostiene Lorena Banfi, a cargo de la colección de género de Ediciones Didot, con títulos que ofrecen miradas transversales desde lo jurídico, lo social y lo filosófico.
Para Marina Yuszczuk, editora de Rosa Iceberg, es llamativo no tanto que destacadas escritoras estén al tope “sino que las editoriales grandes publicaran libros sobre feminismo, que siempre circularon como objetos de culto. El movimiento de mujeres empujó; suele pasar en las luchas que a distintas minorías se las reconozca como sujetos a la par que se las interpela como consumidoras, y en este caso fue velocísimo”.
La editora Constanza Brunet de Marea festeja lo que pasa con las librerías, que en definitiva son las intermediaras con los lectores: “Cuando sacamos “Historia de la homosexualidad” (2006) de Osvaldo Bazán, a los libreros, aunque quisieran, les costaba mucho poder ubicarlo… Ahora tienen sectores vinculados a temáticas de género, pasó poco tiempo pero cambió muchísimo”.
“Históricamente -suma Banfi su experiencia- era terrible, publicábamos un libro de género y nos preguntaban a quién le podía interesar, a qué público estábamos apuntando. No era nada fácil colocar nuestros libros de género pero, como siempre, nos movía el compromiso”.
“Muchas editoriales venimos trabajando género y visibilizando el trabajo de las mujeres, es una convicción ideológica que no responde a la demanda del mercado sino, en todo caso, a crear una demanda”, completa Brunet sobre esta ola “que además excede al marketing porque es la sociedad la que pide inclusión también en los libros”.
Para Yuszczuk es “marketing y terreno ganado; además de libros se nos venden películas, ropa, zapatillas, todo subido al empuje del feminismo. Es una oportunidad para poner en circulación relatos que hasta ahora no estaban en la literatura. Ese fue siempre un poco el plan con Rosa Iceberg: mujeres, lesbianas, trans, travestis, tenemos todo por decir y hace falta abrir espacios en los que eso sea posible”.
En palabras de Szperling, “la violencia heteronormativa y patriarcal salió más que nunca a la luz, se tematizó, pasó de un estado oculto a un estado público y nadie se quiere quedar afuera. Son procesos revolucionarios donde los tiempos se aceleran”.
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