La Banda Sinfónica cumple cien años con la urgencia de sumar más miembros
Las celebraciones serán este domingo en la Plaza del Agua. La Banda está formada por cuarenta músicos, de los cuales solo diez son mujeres. El gran desafío es completar el plantel total con "no menos de diez" integrantes, para sumar todos los cargos que están vacantes. Pequeñas historias de un organismo muy popular.
Aunque los festejos por el centenario de la Banda Sinfónica Municipal comenzaron a pensarse durante la temporada pasada y seguirán hasta 2020, el punto más alto de la celebración se realizará hoy domingo. Y será al aire libre: a las 18 en la Plaza del Agua, el centenario organismo municipal ejecutará un programa popular y se fusionará con destacados músicos marplatenses. El cierre será con un grupo de tenores del Teatro Colón de Buenos Aires, quienes interpretarán arias de opera de Puccini, bajo el acompañamiento de la Banda.
Duante la tarde de hoy, está previsto que canten Nicolás Etchiverry y Natalia Nekare, ambos marplatenses. Estarán como solistas los músicos Ignacio Subirós y Federico Serravalle y el repertorio, de carácter popular, estará integrado por obras de tango, folklore latinoamericano y piezas musicales de la película Star Wars y de la agrupación inglesa Deep Purple, entre otras composiciones.
Un día como el de hoy, un 3 de marzo pero de 1919, la comuna de General Pueyrredon decidió municipalizar a la entonces Banda Municipal de Música, nombre anterior del organismo. Aunque vale aclarar que la banda traía ya un recorrido artístico anterior a esa fecha.
Desde entonces, cada 3 de marzo esta agrupación cumple un nuevo año. Según está historiado en los mismos archivos de la Banda, alrededor del año 1900, por impulso del maestro Seritti germinó la idea de formar una banda de músicos de la ciudad. “Nutriéndose de los músicos de las distintas bandas existentes, como La Popular, La Armonía y La Garibaldina, nace la Banda Municipal”, señalaron registros compilados por el actual delegado de la Banda, el músico Manuel Di Luca.
Fue el intendente Rufino Inda quien decidió la municipalización, trámite que permitió “la creación y reorganización oficial del organismo con la denominación de General Pueyrredon”.
Para su actual director, el maestro José María Ulla, los cien años de vida de la Banda Sinfónica marcan un punto a favor de Mar del Plata, que “hizo un esfuerzo muy grande por sostener” una agrupación de estas características. Mientras que la banda “consolidó los lazos con la comunidad, con el país y el mundo”, dijo.
En la actualidad, la Banda Sinfónica está formada por cuarenta integrantes, incluído el director. De ese número, solo diez son músicas mujeres que ejecutan diversos instrumentos. Y a partir de este 2019, el gran desafío de entidad es lograr elevar el número total de ejecutantes para que queden cubiertos todos los cargos.
Ulla lo sabe. “Estamos atravesando un momento especial. Necesitamos completar los cargos, no menos de diez. Porque hay que cubrir las necesidades del futuro, el personal va jubilándose, otros fallecen, entonces nosotros tenemos que tener cubiertas las vacantes”, indicó Ulla a LA CAPITAL.
Para Claudio Sánchez y Hugo Lapiana, trompetista y trombonista respectivamente, la Banda tiene “una liebre que corre todo el tiempo”, en alusión a la necesidad de incluir a más músicos para realizar mejores repertorios, más complejos, más diversos, más actuales. “Es como si faltaran jugadores en una cancha”, ejemplificaron ambos.
Para que la cantidad de músicos se eleve, es necesario la apertura de concursos que permitan cubrir los diversos cargos, un proceso urgente para que este organismo continúe la historia musical marplatense.
Un año de festejos
“Hasta el 3 de marzo de 2020 habrá celebración por el centenario”, aclaró Ulla, en un alto de los ensayos que se realizan desde el Teatro Colón.
Lo que viene son conciertos con invitados, la participación de solistas destacados, de Mar del Plata y del país, más los llamados “conciertos de fusión”. Es decir, aquellos en los que la Banda Sinfónica ejecuta el repertorio de músicos populares.
Y, además, se estrenarán obras realizadas por compositores contemporáneas. “Vamos a ser receptores de obras que se han escrito especialmente para que las estrene la Banda Sinfónica”, adelantó Ulla. Y mencionó el interés que despertó el organismo en Ferrer Ferrán, un compositor español.
Seguirán, como es costumbre, los conciertos didácticos pensados para los alumnos y las alumnas de diversos niveles y los ciclos de conciertos, que son las citas tradicionales de la Banda Sinfónica Municipal.
En la actualidad, resulta dificultoso movilizar a la Banda a otros escenarios, porque el organismo no cuenta con recursos. “No hay dinero para nada”, afirmó Ulla. Sin embargo, dada la impronta popular del organismo, los y las integrantes desean acrecentar su protagonismo social.
“Vamos moviéndonos mucho con lo que podemos recaudar de los conciertos”, agregó el director. Y músicos y músicas también esperan que la comuna les renueve los trajes, algo que no sucede desde hace décadas, y coloque tarimas para organizar el despliegue escénico y sonoro de cada instrumento, otro viejo pedido.
En los ’90 cambió su perfil
Tras un largo pasado cívico militar, la Banda Sinfónica alumbró, a mediados de los ´90, a otro perfil de organismo musical: más abierto a los nuevos repertorios y con integrantes formados en universidades y conservatorios.
“A partir del `94, cuando ingresamos nosotros, empieza a haber un cambio”, indicó Hugo Lapiana, trombonista de la entidad. Y Claudio Sánchez, trompetista, coincidió.
Con la llegada del maestro Hugo Cambiasso, el organismo “se convirtió en una banda de conciertos”, agregó Sánchez. Y recordó que esa época coincidió con el ingreso de una nueva generación.
“Antes se tocaba en la glorieta (de la plaza San Martín), pero la banda no tenía un ciclo de conciertos en un teatro, la función que tenía era protocolar, acompañar al intendente. En los `90 empezaron los conciertos didácticos y se abrió el Teatro Colón para los organismos artísticos”, siguió Lapiana.
Hasta entonces, no había un espacio físico para poder ensayar. Los músicos lo hacían en el Concejo Deliberante o en la sede del Sindicato de Músicos. También en los ´90 se alquiló el Colón como espacio fijo para los ensayos.
“La banda de por sí es popular, pero en los ’90 se pudo abordar otro tipo de música, se empezaron a hacer conciertos a nivel internacional, empezamos a traer obras para bandas, se hizo un reglamento interno y se le puso el nombre de Banda Sinfónica, también empezamos a tener contacto con compositores actuales”, recordó Sánchez.
Por esa época, también se organiza el archivo de la banda que está integrado por las partituras de las obras que ejecutan.
A Cambiasso le siguió el director Marcelo Perticone, quien le dio una impronta de música contemporánea y luego llegó Guillermo Becerra, director durante quince años. Con Becerra empieza la Banda a hacer fusiones con los músicos marplatenses. Jorge Armani, con su jazz, fue de los primeros que aceptó el desafío. Luego vinieron otros.
En 1980 ingresó la primera mujer
Patricia Avila.
“Yo había amenazado a mi papá: le dije que si tenía algún conflicto o algún problema y él se metía a ayudarme, yo no volvía más (a la Banda Sinfónica). Y trataba de no meterse en mis cuestiones”. En 1980, la música Patricia Avila se convirtió en la primera mujer que ingresó al organismo musical.
Su padre Ramón Avila era también músico estable de la agrupación, en tiempos en que la Banda tenía una impronta militar y un espíritu varonil. Patricia tenía entonces 25 años y, desde el vamos, le aclaró a su papá las condiciones en las que aceptaba ingresar a esas filas. Las segundas músicas ingresaron un año después, en 1981.
Dueña de una personalidad atrevida, Avila –ejecuta la flauta y el piccolo- dijo tener “algo de fábrica” que la ayudó a sobrevivir entre músicos varones, la mayoría militares, de edad avanzada y poseedores de una mirada sobre el mundo bastante más rígida. “Era duro”, recordó de esos tiempos en que aún no había llegado la democracia.
Sin embargo, una jovencita Patricia desandaba los ensayos dotada de “un carácter, una intención y una especie de curiosidad artística permanente” que hacía que nada pudiera frenarla. “No había nada que me pudiera limitar, no iban a poder conmigo, y no dejé que me defiendan. Sabía que tenía que hacer mi camino y hoy ese camino es diferente para las chicas que ingresan”, admite.
Mariela Barone, clarinetista y directora de orquesta, aseguró que también para ella “fue difícil” hacer carrera en este organismo musical. “Dicen sí, músicas mujeres… pero van a la fila, músicas de fila significa que no tenemos los puestos de mayor responsabilidad como son los de solistas o los de suplentes solistas, y menos aún de directoras”.
En tres oportunidades, Mariela dirigió a la Banda, estimulada por el ex director de este organismo Guillermo Becerra. “Fue difícil, muchos de mis compañeros me apoyaron pero otros se sentían incómodos bajo la batuta de una mujer”, reconoció.
No obstante, a tono con el mundo del siglo XXI, Barone espera que ese desequilibrio se vaya borrando. “Ahora las mujeres estamos avanzando mucho y hay directoras mujeres, así que se tiene que ampliar”, dijo.
Y la clarinetista Luciana Savoy, quien hace tres años que ingresó al organismo, contó que las integrantes mujeres lograron una excelente unión, a pesar de que en el grupo hay músicas de diferentes edades.
Una misteriosa tuba de la Alemania nazi
Eduardo Lamas.
A principios de 2018, debajo del escenario del Teatro Colón, en un depósito “olvidado por todos”, definió, el músico de la Banda Sinfónica Eduardo Lamas encontró, junto a materiales inservibles, un viejo estuche. Y en el interior, una tuba añeja, deteriorada por el paso del tiempo, pero llamativa.
“Está construída por una marca alemana que no conocía. Eso me llamó la atención, porque conozco todas las marcas”, contó. La curiosidad lo obligó a trasladar el enorme instrumento a su casa. Y junto a un compañero también músico, empezaron a investigar el origen de la casa matriz: Wunderlich Siebenbrunn.
Descubrieron que se trataba de la marca oficial de los instrumentos sonoros que utilizaban las bandas musicales de la temida SS –guardias paramilitares- en los tiempos del nazismo.
“La fábrica cerró en 1942, así que la tuba como mínimo fue hecha en el año ‘42 o antes”, dijo Lamas, entusiasmado por el descubrimiento. “Tiene más de setenta años y en el estuche lleva el sello de que fue incorporada al Estado en 1953. Estuvo muchos años sin ser ejecutada”, relató.
Como estaba en mal estado, decidió repararla. Se la llevó a Buenos Aires, a un luthier de confianza que logró reparar “el motor” del instrumento, es decir el cerebro musical de la pieza.
Como si fuera un automóvil, el luthier “le rehízo los pistones, le sacó las abolladuras y dejó el laqueado original que posee el instrumento”, lo que le da “un aspecto vintage, como se dice ahora”. Así logró recuperar la funcionalidad de la tuba y en la actualidad se convirtió en su propio instrumento. “Suena muy bien”, aclaró.
Seguirá siendo un misterio saber cómo llegó ese instrumento a Mar del Plata y por qué no tiene grabado el nombre de Adolf Hitler en la campana de la tuba, tal como lo tenían los otros instrumentos de esta misma casa constructora durante ese período de la historia alemana.
“Si dijera Adolf Hitler no la podría tocar, no podría tocar un instrumento con esa leyenda”, recalcó el músico, quien se siente conmovido por haber podido “revivir” un instrumento artístico con tanta historia encima, que atravesó el siglo XX y afronta hoy los desafíos del XXI.
Desde Venezuela, con trompeta y pocos dólares
Ibrahim López.
Después de cuatro días de viaje, Ibrahim López llegó a Argentina desde Venezuela. Traía su trompeta, un bolso y quinientos dólares. En su país “ya estaba mal la cosa y ahora está peor”, admitió el músico de 27 años. En 2018 desembarcó en Mar del Plata para concursar a un cargo que estaba vacante en la Banda Sinfónica. Y lo ganó.
Sociable, listo para la sonrisa y el humor, López describió como “una experiencia maravillosa” la oportunidad que se le abrió en este organismo artístico. “Hay muy buen ambiente musical y profesional”, agregó.
Antes, en 2014, había conocido Argentina por primera vez. Un festival musical realizado en estas tierras le permitió tener un panorama de los argentinos, a los que ve “carismáticos”. Cuando la situación económica empeoró en Venezuela, Ibrahim no lo dudó. Hizo el bolso y buscó nuevos horizontes.
Hijos e hijas de viejos integrantes
Avila, Rossini y Díaz.
Su hijita llega corriendo entre las butacas del Colón y le habla. El le hace señas, le indica que después le prestará atención porque ahora, justo, está concentrado en otra situación. Y, emocionado, dice que él hacía lo mismo: correteaba mientras su papá ensayaba en la Banda Sinfónica.
El es Alejandro Rossini, solista de flauta del organismo ya centenario, y su papá era Claudio Rossini, clarinetista. Y aún antes, su abuelo materno Orestes Eandi, un trombonista, también formó parte de este grupo musical.
Alejandro es uno de los tres músicos cuyos antepasados formaron parte de la Banda. Cristina Díaz es la segunda flautista y su padre Gervasio Bruno Díaz fue solista de flauta traversa. La otra música que comparte esta historia de pasado familiar en la institución es Patricia Avila, cuyo padre Ramón Argentino Avila, también integró estas filas como ejecutante del corno.
Las historias de los tres se van interconectando: Gervasio fue un docente ad honorem de Rossini y de Avila. El padre de Avila le pagaba las clases con comida.
Recordó Rossini: “Cuando yo estaba tocando flauta mi papá habló con el papá de Cristina para que me enseñara partes del sonido y técnica. Gervasio dijo `sí, como no,’ y se venía a casa a darme clases. Nunca quiso cobrarnos un peso. Había una lealtad entre los compañeros”.
Contó Cristina: “Mi papá estuvo en los años ’70. Fue una época dura por el país. Ensayaban en el Concejo Deliberante. Los directores eran todos militares y era complejo. Pero la actividad siempre se mantuvo”.
Rossini entendió que, en la Banda, se pone en juego “una parte muy emocional” de su propia vida. Y Cristina habló de llevar adelante “un legado” que, en sus casos, se transmitió de padres a hijos e hijas artistas. Avila no pudo evitar que el llanto atravesara su garganta. “La función de la banda es una función popular y familiar”, dijo.
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