Testículos de pollo y almejas gigantescas, manjares de moda en Hong Kong
Un hombre usa palillos para sostener un testículo de pollo en un restaurante de Hong Kong, Foto: EFE | EPA | Jerome Favre.
por Mar Sánchez-Cascado
HONG KONG.- Con restaurantes que sólo sirven testículos de pollo o almejas gigantescas, los hongkoneses están popularizando remedios supuestamente estimulantes de la libido o potenciadores de la virilidad que pueden parecer inusuales o incluso repulsivos para los no iniciados.
En Hong Kong, así como en el resto de China, son típicos los establecimientos en los que el comensal se cocina su propia comida -normalmente, carne y verduras- en una gran olla con caldo que se sitúa en el centro de la mesa.
Además, un surtido de salsas acompaña este jolgorio gastronómico, incluyendo soja, sésamo, maní, marisco, especias y picantes.
Ahora bien, en la excolonia británica esta particular “fondue” puede ir acompañada de una gran variedad de ingredientes (más de 150, algunos de ellos elaborados de forma artesanal) y diferentes “partes” de animales -cerebros, corazón, testículos, riñones, sangre e intestinos- que para muchos puede resultar un desafío.
Existe una gran diversidad de estilos, pero si hay una regla universal, es ésta: es uno de los formatos de comida más sociales, así que no lo hagas con gente que no te gusta.
En Hot Pot Instinct, aunque se puede mojar prácticamente cualquier cosa, lo más demandado por los locales son delicias resbaladizas y gomosas como cerebros de cerdo, intestinos de ganso, riñones de conejo e incluso testículos de pollo, formando un manjar tan salvaje como la imaginación lo permita.
“Comer testículos puede ser bueno para la virilidad en los hombres y la piel en las mujeres, o al menos esa es la creencia popular”, afirma Alan Mak, dueño del restaurante.
Este empresario cuenta con tres restaurantes y no duda en recibir a curiosos a quienes explica y ofrece sus exóticas viandas.
“Los chinos no derrochan cuando se trata de comida, apenas hay una parte de un animal que no se consuma. Sin embargo, en mi caso, hay algo que jamás engulliría: caballo o conejo, porque son los signos del zodiaco de mi mujer y de mi hija”, añade.
Los testículos, de color entre rosado y grisáceo y una textura cremosa similar a la de un riñón, tienen supuestas cualidades afrodisíacas, al igual que las almejas gigantes, otra de las especialidades de la casa.
Sosteniendo en alto una de ellas, Mak afirma que es “el más delicioso” de los ingredientes que ofrece y uno de los muchos supuestos remedios asiáticos para estimular la libido debido a su alto contenido en zinc, que en teoría potencia la testosterona.
De hecho, el mesón cuenta con la almeja más grande del mundo, la geoduck, originaria de la costa oeste de Canadá y Estados Unidos, que tarda seis años en alcanzar la madurez y vivir hasta 140 años.
Se paga alrededor de 45 dólares (40 euros) por este raro manjar que puede pesar hasta tres kilos y que hay que preparar “ipso facto” puesto que su vida acaba poco después de llegar a los restaurantes.
Así, hay que hervir la almeja y luego sumergirla en agua helada para servirla cruda junto con láminas de jengibre a lo “sashimi”.
Asimismo, el cerebro de cerdo -la tradición dice que favorece a la inteligencia- también tiene su público y su técnica, pues debe colocarse sobre un cucharón ranurado que posteriormente desciende lentamente dentro de la sopa hirviendo, donde permanece en cocción hasta que el color rosado de los sesos se vuelve blanco.
“De lo contrario, el cerebro se rompe y uno tiene que andar buscando los trocitos en la olla caliente”, esclarece Mak.
Para los paladares mas exquisitos, la franquicia global Chongqing Liuyishou propone intestinos de cerdo rellenos de cuajada de sangre, aorta de cerdo servida en rodajitas que mantienen su textura crujiente o cuajada de sangre de pato “supremo”.
Procedentes de diferentes partes de Asia, los órganos son cortados en pedazos antes de ser colocados en una fuente decorada que se asemeja a la que utilizan las joyerías en sus escaparates para exhibir sus lujosos productos.
Pero es la compañía, el compartir, la pesca de las “golosinas” o la pelea sobre quién robó mejor la pieza lo que realmente hace que este particular caldero sea tan entrañable.
EFE.
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