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Policiales 10 de enero de 2019

Una historia de narcoficción: dos pollerías de pantalla, 100 policías y 10 detenidos

Un hombre que aparentaba ser comerciante de productos avícolas era en realidad un vendedor de cocaína y marihuana. Además, se vinculaba con una mujer que lideraba una banda dedicada al narcomenudeo en una villa. Detalles y entretelones del megaoperativo montado para descubrirlos.

Gus Fring aparenta ser el ciudadano modelo. Viste prolijo, su corte de pelo pasa inadvertido en la aparente normalidad del pueblo y su alto nivel de constancia, compromiso y responsabilidad le han garantizado el éxito económico. Los 14 restaurantes que fundó a lo largo de los años le proveen de sobra el dinero que se requiere para llevar una vida tranquila, sin sobresaltos. Hasta que se descubre la verdad: todo es una pantalla y en realidad se trata de un despiadado narcotraficante que inunda el estado de Nuevo México de las más peligrosas drogas.

Hace tiempo que “Breaking Bad” se volvió una serie de culto. Desde que la historia protagonizada por el actor Bryan Cranston en el rol de “Mr. White” alcanzó la masividad ya es imposible, por ejemplo, disociar el nombre de “Los Pollos Hermanos” de la venta de estupefacientes. Y eso es lo que ocurrió precisamente en Mar del Plata al conocerse la noticia del megaoperativo que la policía montó, el miércoles por la noche, en distintos sectores de la ciudad, y que terminó con diez encarcelaciones.

Porque dos de los principales detenidos en el marco de la investigación eran, casualmente o no, falsos comerciantes que habían fundado pollerías desde las que en realidad vendían cocaína y marihuana a sus eventuales clientes. Los productos avícolas eran, como en la serie hollywoodense, una mera pantalla para la verdadera actividad rentable.

El fiscal Leandro Favaro y el personal a cargo del comisario Diego Gancedo lo sabían desde septiembre pasado, cuando comenzaron a realizar las averiguaciones pertinentes.

A través de la recolección de diferentes y numerosas pruebas, establecieron que Mauricio y su mujer Lorena poseían esos dos negocios tipo granja, denominados “Lo de Mauro”, en Jara al 1600 y y Olazábal al 1700. Y además, descubrieron que tenían vinculaciones con Alejandra y Omar, otra pareja de vendedores de droga que vivía en una casa recién construida, detrás del estadio “José María Minella”.

Con filmaciones, fotografías, análisis de escuchas telefónicas y demás pistas, confeccionaron una hipótesis clara: ambos matrimonios estaban relacionados y además de comercializar estupefacientes cada uno por su lado, en distintos sitios, uno proveía al otro de las sustancias.

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Mecanismo

En un principio, los investigadores sospecharon que Alejandra y Omar, que tenían dominio de la venta de drogas en el asentamiento conocido como “Villa 110” -por su ubicación en el cruce de las calles 110 y 41-, suministraban cocaína y marihuana al falso comerciante, que luego la redistribuía al menudeo en sus negocios. Sin embargo, en las últimas horas y con los avances de la investigación, comenzó a pensarse que en realidad habría sido al revés. Esa y otras cuestiones se aclararán, posiblemente, con el desarrollo de la causa.

Lo cierto es que, en base a la hipótesis y las pistas recolectadas por la policía, el fiscal Favaro solicitó esta semana distintas órdenes de captura de los incriminados, 14 allanamientos y diez registros vehiculares a la jueza de Garantías, Rosa Frende. Los pedidos fueron aprobados y entonces el miércoles por la tarde comenzó el megaoperativo, que terminó en  la madrugada de este jueves y cuyos primeros reportes se publicaron ayer en LA CAPITAL.

Con el paso de las horas, el hallazgo y el secuestro de droga y armas, y las detenciones de diez acusados, la pesquisa se aclaró aún más y el mecanismo de funcionamiento delictivo se conoció con mayor profundidad.

De acuerdo a la información obtenida por este medio, para los investigadores quedaron desbaratados finalmente dos grupos ilícitos diferentes de narcomenudistas: la encabezada por Mauricio, el falso comerciante que además de pollos y huevos vendía drogas en sus dos locales, y la que lideraba Alejandra, que comercializaba los estupefacientes en al menos cuatro “points” ubicados en la misma cuadra de Roque Saenz Peña al 2000, dentro de la “Villa 110”.

La mujer, cuya madre también está presa en la cárcel de Olmos por el mismo delito, vivía junto a su pareja, Omar, y sus hijos en una casa ubicada en la zona del estadio “José María Minella”, sobre la calle San Salvador. Esa propiedad fue construida hace muy poco tiempo, según explicaron las fuentes del caso. “Con plata fácil las levantan muy rápido”, dijo uno de los informantes.

Al parecer, hasta lograr el “sueño de la vivienda propia”, la familia había vivido en el asentamiento mencionado. Y no sólo Alejandra y su pareja fueron los artífices de semejante progreso económico -cimentado en la absoluta ilegalidad, claro-, sino que también los hijos colaboraron en el crecimiento de las arcas. ¿Cómo? Igual que en millones de otros ejemplos: ayudando a los mayores en sus tareas.

La prueba recolectada en el expediente y que ahora deberá consolidarse en el resto del proceso indica que el hijo mayor de la mujer era además su principal “empleado”. Junto a Omar, eran los encargados de llevarla y traerla, y de distribuir las sustancias ilícitas entre los “búnkers” que tenían dentro del asentamiento y que este jueves mismo fueron demolidos.

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Y, como también operaban bajo la modalidad “delivery”, era habitual que el joven debiera realizar también, de vez en cuando, alguna que otra entrega de cocaína o marihuana.

Por ende, para los investigadores quedó claro tras analizar las comunicaciones de los implicados, que tanto los dueños de las pollerías mencionadas como el núcleo familiar de Alejandra se dedicaban a la venta de droga. Los allanamientos acabaron por confirmar sus sospechas.

Megaoperativo

Bajo las órdenes de Favaro, más de 100 policías se abocaron a los 14 allanamientos. Los operativos se multiplicaron en las casas de los acusados, en las pollerías, en los sitios de la villa en los que se vendía droga y en otros dos “points” ubicados a 200 metros del mismo asentamiento que eran abastecidos por la organización que encabezaba Alejandra.

En la vivienda de la mujer hallaron 60 envoltorios de cocaína fraccionados y listos para su venta. Pero no se sorprendieron tanto como al requisar la camioneta marca Toyota Hilux de Mauricio, el falso comerciante: en ella encontraron un “ladrillo” de casi un kilo y medio de la misma droga. El vehículo estaba estacionado frente a una de las pollerías.

Ese vehículo, por supuesto, quedó secuestrado en el marco de la causa, al igual que otros ocho: una Ford Ecosport (propiedad de Alejandra), un Peugeot 206, un Volkswagen Senda, dos Gol, un Polo, un Ford Falcon y una moto.

Los policías  también se incautaron de los narcóticos y de gran cantidad de armas de fuego. La mayoría pertenecía al dueño de las pollerías, quien habitualmente practicaba a la caza deportiva. Por eso, tenía permisos para la tenencia de algunas de ellas, aunque no de todas.

En total, los detenidos fueron seis hombres y cuatro mujeres, entre los que están los miembros de las dos parejas mencionadas antes: Alejandra, Omar, Mauricio y Lorena, cuyos apellidos no se citaron para no entorpecer la investigación judicial. A ellos se le suman otras personas que se hallaban en los “búnkers” allanados, en los que se secuestraron más estupefacientes, balanzas, herramientas de corte, dinero en efectivo y teléfonos celulares.

Por otra parte, cinco personas que estaban en esos lugares con fines de compra. Es decir, eran clientes eventuales de los vendedores de droga que fueron notificados de la formación de sendas causas por “infracción a la ley de Estupefacientes 23.773”, pero no quedaron detenidos.

Los hijos de Alejandra están incriminados en la causa y al cierre de esta edición, el mayor permanecía prófugo y era intensamente buscado.

En ese sentido, vale aclarar que la acusación sobre la mujer se agrava porque su hija, que también está mencionada en la investigación, aún es adolescente. Es decir, se le imputa un cargo más que es el de utilización de menores para la comisión de un delito.