Pasando el faro, hacia el sur, se extienden las playas más extensas y exclusivas de la ciudad, con grandes dimensiones de arena, “amenities” como piscinas y chiringos cercanos al mar, bajadas náuticas y todas las comodidades de un balneario tradicional.

Estos paradores constituyen, desde hace varias temporadas, los lugares elegidos por los más jóvenes para disfrutar de la playa una vez pasado el mediodía. Incluso, muchos de ellos se encuentran al atardecer en alguno de los chiringos y suelen prolongar la estadía durante la noche, ya que esos sitios son sede de los mayores eventos de música electrónica que se realizan en la ciudad.

Música tecno al borde de la pileta.

Pero, como el sitio es grande, hay capacidad para todos y las diversas franjas etarias se confunden sobre la arena. Muchos de los asistentes llegan a bordo de sus camionetas 4×4, para estacionarlas a metros del mar y -en muchos casos- usar las cajas de las mismas como locación en la orilla. Allí suelen instalar la comida y la bebida, mientras que quienes carecen de ese vehículo bajan hasta la orilla cargando la ponderada heladerita.

“Hasta hace unos años nos miraban mal, hasta no trataban de grasas, pero sin la heladerita no podés bajar. Metemos de todo y logramos que nos dure durante toda la tarde”, explicó Emiliano, un treintañero que muestra la moderna conservadora con la marca de una cerveza mexicana.

Estacionamiento de las 4×4 a escasos metros del mar.

“Es una cuestión de costos”, resumió José. Es que, junto a su grupo de amigos, bajan a la orilla “tipo 3 de la tarde y nos quedamos hasta después del atardecer y no hay nada como tomarse algo frío al lado del mar. Por eso venimos cargados, porque con los precios de los chiringos nos fundiríamos”, reseñó. Los precios de las bebidas sin alcohol parten de los $80, mientras que los porrones de cerveza cotizan desde $120.

Exclusividad

Mientras que los paradores ubicados apenas pasando el faro son los que cuentan con bajada náutica (Helena, Mute, La Restinga), más hacia el sur funcionan los balnearios clásicos como La Caseta o Mirador. Las tarifas en ese sector, ya sea diarias o por quincena, son las más elevadas del tarifario: una carpa, por día, puede alcanzar los 2 mil pesos.

Sin embargo, “tenemos muchos clientes, ya sean marplatenses o gente que viene desde hace 25 años, que eligen siempre la misma carpa y muchos alquilan por mes o incluso temporada”, señalaron en La Caseta. Así las cosas, la temporada puede cotizar a unos 60 mil pesos. Claro que, cada tanto, también existen pasos públicos para el libre acceso de los que lleguen.

El paisaje del sur: camionetas, sombrillas y amigos.

El encanto del sector, además de la belleza natural propia, radica en que “acá parece que estás en otro mundo. No tenés necesidad de pegarte al otro, aunque a veces en la orilla eso pasa, y tenés la vista del acantilado atrás. Es impagable”, señaló Matías, marplatense que viaja casi todos los días hasta la zona.

Mientras que los chiringos se suceden, los bares de playa “sponsorizados” por distintas marcas también comenzaron a instalarse. Al igual que en los paradores principales, la música que manda es la electrónica. Incluso, durante los viernes y sábado se realizan convocantes recitales con reconocidos Dj´s, muchos de los cuales llegan del extranjero solo para “tocar”.

Conservadoras para mantener las bebidas frías y celulares, los accesorios que este verano no pueden faltar ni en la playa.

La vigencia de uno de los sectores costeros más cotizados de Mar del Plata se debe, en parte, a las largas extensiones de arena que permiten bajar con la 4×4. Eso sí, nada de travesías por los médanos, solo un estacionamiento casi marino.

En cambio, las travesías que se imponen son las acuáticas, ya sea a bordo de un semirrígido o de la famosa “banana”, aunque los más audaces se animan al “kite surf” o el stand up paddle.