El día después en la esquina de la tragedia
Los vecinos de Punta Mogotes no pueden creer lo que sucedió. El barrio quedó envuelto en el dolor, en la tragedia y en la sensación de que le pudo pasar a cualquiera.
Es domingo a la mañana, y a pesar de los veintipico de grados y de ser 30 de diciembre, en la esquina de Puán y Acevedo, a metros de la playa, no se vive un clima de fiesta. Marplatenses del barrio de Punta Mogotes interrumpen su rutina dominguera para ir hasta el escenario de la tragedia que tiñó de angustia y dolor el fin de año y ver con sus propios ojos el edificio del que el sábado se desprendieron unos balcones que mataron a Agustina Ferro (35) y a su hija India (3).
Los comercios de la planta baja del edificio de la tragedia, ubicados sobre la calle Puán, se encuentran cerrados, con las persianas bajas, aún contenidos por vallas de seguridad y con los restos de algunos pocos escombros en la vereda que no llegaron a ser retirados.
Los vecinos de Punta Mogotes se acercan y comentan entre ellos. Compran el diario y ven la noticia otra vez, las fotos, los titulares. Vuelven a comentar con otro que pasa por la vereda. No les queda otra que comentar lo que sucedió y que, por azar, no les sucedió a ellos. Saben que les pudo pasar a ellos, que caminaron esa vereda innumerables veces. Saben que pudieron ser ellos los sepultados por los escombros.
“Mi hermana caminaba justo por la calle y los escombros le raspararon en la pierna”, cuenta un hombre mientras pasea su perro.
“Mi cuñada vive en frente y le retumbó la casa”, agrega uno de los vecinos que se agrupó en la esquina del kiosco de diarios en una improvisada ronda de discusión. “Decir que a la hora que fue estaba todo el mundo en la playa, a la tardecita hubiese sido una masacre peor”, concluyeron entre varios.
Pararse en la esquina y mirar el edificio de Puán y Acevedo. Entender que allí murieron sepultadas por escombros una madre y su hija es un dolor al que se sometieron numerosos vecinos y vecinas de Punta Mogotes.
“Alguien tiene que ser responsable, el que lo construyó, el dueño, el consorcio, alguien”, expresa una mujer al pasar que reclama justicia.
“No hay hierro que sostenga el balcón, no hay nada ¿cómo puede ser?”, se pregunta Marcelo, un trabajador de la construcción que se acercó atónito por lo ocurrido. “Verdaderamente es increíble que esto suceda”, repite.
“El muchacho del local sacó a la nenita de los escombros. Yo lo conozco, no pudo dormir en toda la noche. Me dijo que no sabe si va a poder volver a abrir su comercio”, cuenta otro hombre que conocía a alguien. En un barrio todos conocen a alguien, por eso la tragedia los tocó a todos, aunque a algunos más que a otros.
“El que construyó esto es un asesino, no importa cuándo lo hizo o cuántos años tiene, es un asesino”, concluyó Jorge, apoyado contra una pared de la vereda de enfrente del edificio de Puán y Acevedo.
La zona comercial de Punta Mogotes, ese microcentro de la zona sur de la ciudad, quedó envuelto en el dolor, en la tragedia y en la sensación de que le pudo pasar a cualquiera en cualquier momento, pero que le pasó el sábado a la tarde a Agustina Ferro y a su hija, Indiana.
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