Marcelo Larraquy: “López Rega no fue un personaje marginal del peronismo”
El historiador caracteriza al colaborador de Perón como "un personaje clave en un andamiaje montado para perseguir opositores políticos".
López Rega junto a Perón e Isabel, durante un acto.
José López Rega, colaborador personal de Juan Domingo Perón, ex ministro de Bienestar Social y mentor de la organización parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), fue considerado durante años por la dirigencia del justicialismo como un personaje marginal que se había acercado al líder desde una lógica arribista e interesada, cosa que refuta el periodista y historiador Marcelo Larraquy.
En el libro “López Rega, el peronismo y la Triple A” -cuya edición definitiva y ampliada se publicó recientemente- Larraquy caracteriza al colaborador de Perón como “un personaje clave en un andamiaje montado para perseguir opositores políticos”.
“Llegamos a una etapa en las cual se cerraron las investigaciones judiciales sobre la Triple A, la que se había iniciado en 2008 por parte del juez Norberto Oyarbide y las investigaciones sobre el accionar de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) y por eso creía que había que darle una edición final a este trabajo sobre un personaje que tuvo un papel clave en los años ’70”, explicó el autor a Télam.
La importancia de López Rega en la vida política argentina comienza en 1966, cuando emprende tareas operativas para Perón e Isabel Perón (María Estela Martínez) en la residencia que el matrimonio compartía en el barrio Puerta de Hierro de Madrid.
Además, se hace en este libro una descripción de las aficiones esotéricas que tenía quien fue nombrado por Perón comisario general de la Policía Federal, que le valieron el apodo de “El Brujo” y que tanta importancia tuvieron en la influencia que ejerció sobre “Isabelita”, antes y después de la muerte de Perón.
Uno de los materiales reunidos por Larraquy fue una nota del diario La Opinión, fechada en octubre de 1973, sobre un documento en el que Perón describe el asesinato del sindicalista metalúrgico José Ignacio Rucci como “el punto más alto de una escalada contra el Movimiento Nacional Justicialista por parte de grupos marxistas”.
El texto habla de “una guerra” y sostiene que todos los miembros del Justicialismo “debían colaborar o quedarían excluidos del Movimiento”, y para el autor, se trata del inicio de la represión clandestina que se desarrolló antes del golpe de Estado de 1976.
“López Rega era un personaje central en una dinámica política y en la decisión que tomó Perón de relegar a Montoneros en favor de la rama sindical”, observó Larraquy.
En su opinión, la construcción de un López Rega como una figura exógena al peronismo y accidental en la historia de los años ’70, constituyó un relato “autocomplaciente” que incluso la decisión de Raúl Alfonsín de no investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el gobierno de Isabel Perón ayudó a cimentar.
“Alfonsín no quería enfrentarse con Isabel ni con Lorenzo Miguel (líder de la UOM) ni tampoco con los caudillos del peronismo. Por eso quedó sin juzgarse la represión paraestatal entre 1973-76. De ahí que la descripción de López Rega como un ser siniestro y advenedizo se hubiera prolongado en el tiempo”, aseguró.
“La política de Memoria, Verdad y Justicia encontró un límite en la indagación de los crímenes de la Triple A. Cuando comenzó la causa sobre esa organización hubo quienes advirtieron que ‘con Perón no había que joder’. El kirchnerismo también se sintió cómodo con esa visión del López Rega como un marginal del peronismo”, indicó.
López Rega fue extraditado desde Estados Unidos a Argentina en 1986 para ser procesado por asociación ilícita, secuestro y homicidio.
“Se lo procesó por seis casos y no se profundizó sobre la extensión que tuvo la Triple A. Murió en 1989, a los 72 años, cuando esperaba ser condenado. Hasta el final mantuvo una pose mesiánica, como si fuera un llamado a salvar a Argentina de una amenaza”, puntualizó Larraquy.