La Chicana, banda referente de la nueva guardia del tango, vuelve a Mar del Plata hoy, para presentar “Folkenstein”, su último trabajo discográfico en el que se condensa el mestizaje de la música popular argentina.
La formación integrada por Acho Estol, Dolores Solá y Juan Valverde estará a partir de las 21 en Teatriz (Diagonal Pueyrredon y Bolívar).

Antes de subir a escena con esta propuesta, Estol habló con LA CAPITAL sobre la búsqueda personal que se refleja en este trabajo discográfico en el que cada composición, cuanta con voces de numerosos músicos en temas que no son los de “sus” géneros.

– ¿Es Folkenstein un resultado de las búsquedas, el análisis, la inmersión, el sentir de las músicas argentinas en estos más de 20 años de recorrido de La Chicana?

– Por un lado sí. Pero también hay una búsqueda personal. Qué significan para mí los distintos géneros, cómo los fui conociendo y frecuentando a lo largo de mi vida y mi relación sentimental con ellos. A pesar del “aire de” a algunos géneros los traté con más respeto a su tradición que a otros, porque una tonada, o una chacarera, por ejemplo tienen elementos más establecidos, menos flexibles, que un huayno, vals o tango.

– ¿En este mestizaje del trabajo, cuál es la principal línea común de los géneros que abordan?

– Está acentuado ese lugar colectivo de la música popular argentina. La idea que desde los tiempos de Gardel (que cantaba zambas, estilos, milonga, fox trot, canzoneta napolitana, ranchera…), y en el mismo origen del tango y los distintos folklores, hay un mestizaje implícito, que se refleja hoy en un eclecticismo musical que pocos países del mundo tienen. Un universo grande y variado, donde se diluyen cada vez más las fronteras culturales entre el tango el rock y el folklore, unidos por una poética y una mística muy fuertes de nuestra identidad argentina.

– Hay en la producción, ritmos y letras que tienen que ver con lo urbano y con lo rural ¿el mestizaje fue también por ese lado?

– Creo que cada vez más se entrelazan lo urbano con lo rural, debido a las migraciones y a las comunicaciones. El disco en sí parte de un vals muy urbano, pero en seguida se va a un chamamé muy despojado y puro. La dualidad ciudad-campo siempre fue parte muy importante del mestizaje musical en la argentina. De hecho el nacimiento del tango canción coincidió con una migración masiva de gente de campo a la ciudad, todos con sus guitarras milongueras y payadoras al hombro, y otra migración masiva desde Europa. En ese encuentro de lo campero con las músicas urbanas europeas en Buenos Aires se creó el género que más nos representa en el mundo.

– ¿Cuál es el rol del rock en esta experimentación?

– El rock argentino trae desde su inicio una buena carga de tango y de folklore, desde Charly, Manal, Moris a Santaolalla y Divididos, nuestro rock toma mucho de la música de raíz. Yo escuché y toqué folklore y rock desde muy chico y supongo que tengo influencias rockeras en mi manera de abordar el tango y el folklore. En el caso de Folkenstein creo que, además de esa influencia -y una intención rockera de interpelación en las letras- el rock está presente en la libertad tímbrica, la “insolencia” de poner guitarras eléctricas en una chacarera, marimba en un tango, o percusiones variadas -como el redoblante, el udu y el djembe africanos, o el redoblante- en géneros que tradicionalmente no las tendrían.
– ¿Qué podés contar de la propuesta que traen a Teatriz? ¿Estarán algunos de los invitados del disco?
– Desgraciadamente no tendremos invitados, pero las versiones de Folkenstein en la voz de Lola tienen la fuerza que viene de una relación musical de muchos años y compatibilizan muy bien con el resto del repertorio que será de clásicos chicaneros de distintas épocas.