A una década de una derrota que todavía hoy causa dolor
España ganó la Copa Davis en Mar del Plata.
El equipo español celebra en grande la obtención de la Copa Davis en el Polideportivo "Islas Malvinas".
Por Marcelo Solari
La primera sensación que viene a la mente es exclamar: “¡Ya pasaron diez años!” Y es cierto. Un día como hoy, pero en 2008, el español Fernando Verdasco “no tuvo miedo”. Desafió a los cánticos de los aficionados argentinos, le ganó a José Acasuso, por 6-3, 6-7 (3-7), 4-6, 6-3 y 6-1, y decretó el inapelable e irremontable 3-1 en la serie final.
Así, España festejó un nuevo título en la Copa Davis de tenis, y Argentina, una nueva frustración, en una serie “anti Nadal” en la cual salió casi todo mal. En primer lugar, porque se eligió la superficie y se la acondicionó para incomodar al máximo posible el tenis del mallorquín, experto en canchas lentas. El detalle fue que Nadal no participó en la serie (no se recuperó a tiempo de una tendinitis en su rodilla derecha). Y Feliciano López y el propio Verdasco resultaron determinantes.
Aquella derrota, aún hoy, duele. Especialmente para los marplatenses, si bien parte de ese dolor ha sido mitigado -finalmente- por la obtención de la Ensaladera de Plata, en 2016.
Casi como una fotografía de una antigua historia de egoísmos, rencores y falta de espíritu de equipo, la formación argentina y su cuerpo técnico encabezado por Alberto “Luli” Mancini repitió errores y la aventura terminó de la peor manera.
Ya en la semana previa, desde estas mismas páginas, se resaltaba el empeño y la seriedad con que España preparaba la final, aún sin su As de Espadas.
Argentina quedó en deuda. Desde el tironeo político y económico entre Córdoba y Mar del Plata para quedarse con la sede, con David Nalbandian y Juan Martín Del Potro tomando partido para una u otra ciudad, quienes trasladaron esa discordia al seno del equipo, cuando el tandilense no aceptó el consejo del unquillense y jugó igual el Masters, o cuando se generó un conflicto por el reparto del dinero.
A la distancia, podría decirse que estaba todo preparado para la celebración “albiceleste”. Pero el equipo no estuvo a la altura. Y la apreciación excede los términos estrictos del juego dentro de la cancha erigida en el Polideportivo Panamericano “Islas Malvinas”.
Eso sí, fue una fiesta del deporte mundial y, una vez más, Mar del Plata aprobó el examen con una nota alta. Recibió a una de las manifestaciones deportivas más trascendentes a nivel internacional, y logró responder acertadamente en todos los aspectos. Un consuelo no menor, aunque insuficiente para paliar la enorme desazón de aquella -tristemente- célebre derrota.