Las viejas, o el arte de decir tanto con pocas palabras
La inmigración, el movimiento obrero, la injusticia, la soledad, las enfermedades, los caprichos de la mente y el cuerpo, los saberes, los hijos, la resignación, el empuje, el sexo, el amor y el desamor, en las historias de tres viejas, que pueden ser todas las viejas.
Paola Galano (derecha) en la presentación, junto a Marta Magdalena Ferreyra y Pachi Gorricho.
por Claudia Roldós
@clauroldosmdp
Tres historias particulares, la historia colectiva. La vieja obrera, la vieja sola, la vieja buena y las viejas de todos. En los tres poemas que integran “Las Viejas”, su primer libro, Paola Galano logra narrar, con gran profundidad, las distintas formas que asume el paso del tiempo y muestra como, con pocas palabras, puede decirse tanto.
Se trata de un relato descarnado, sincero, atravesado por el conocimiento de sus viejas cercanas pero plasmando, poéticamente, temas que nos tocan de cerca como colectivo, como sociedad: la inmigración, el movimiento obrero, la injusticia, la soledad, las enfermedades, los caprichos de la mente y el cuerpo, los saberes escritos en ningún lado que ellas eligen a quién legar, las miradas, los hijos, la resignación, el empuje, el sexo, el amor y el desamor.
“Este poemario es especial porque Paola ha logrado contar tres historias poéticamente, ha logrado enlazar dos modos de decir las cosas tan interesantes, eso es lo más distintivo, lo que primero sobresale en la lectura” describió Marta Magdalena Ferreyra, durante la presentación del libro en el espacio cultural El Galpón de las Artes.
“Cuando lo leí por primera vez me tocó desde lo más profundo, sentí la sinceridad de historias narradas con el corazón y el alma y sentí también mi historia familiar” apuntó, reflexionando que la autora entra “por la herida” al caudal de la historia y “desde allí, en el momento que escribe, está reparando”.
Las Viejas es, además de un poemario, un libro objeto, una obra de arte. Cada ejemplar es único, realizado artesanalmente y tiene la huella de la autora en cada detalle.
Desde las portadas que tienen una pintura original, colorida, pasando por las cubiertas en tonos rosa o violeta, hasta las imágenes -también tomadas por Paola- que ilustran cada una de las historias, dan cuenta de la dedicación especial hacia las historias y hacia el afuera, al animarse y decidir liberarlas, compartirlas, someterlas a la mirada del otro para completar el proceso creativo.
“Quería destacar el trabajo artesanal, el trabajo que se hace fuera de la industria, el trazo, la letra, la pulsión y que tenga un sello diferente. Así, con la diseñadora, Fernanda Ferraro, logramos darle un cierre, que cada portada fuera diferente, que se pueda montar, cada una con su pintura”, relató Galano sobre las portadas.
Sobre las imágenes incluidas explicó que “hace mucho que saco fotos, la fotografía me encanta. Empecé a pensar qué es la vejez, como aparece la vejez, las arrugas y el otoño, el invierno y los árboles sin hojas y la relación entre las arrugas y los árboles, las marcas, el cuerpo, empece a sacar fotos con esa idea y quedaron estas imágenes que acompañan las historias”.
Tomar distancia para observar lo cercano
“A veces las historias están demasiado cerca y por eso no se las puede ver bien, entonces hay que tomar un poco de distancia, alejarse. Ni bien me distancié aparecieron, las vi y las empecé a contar”, contó Galano sobre la inspiración para estos relatos poetizados. “Son historias de mi familia, estaban ahí. La primera que surgió es La vieja obrera, una mujer que trabaja, que atraviesa un montón de décadas, le pasan un montón de cosas. Había aparecido como la idea de una mujer que se convierte en árbol y como un cuento, después la crucé con una idea, una vieja de mi familia. Me inspiró bastante el libro ‘Entre bibliotecas y andamios’, pude detectar líneas comunes y empecé a escribir”, contó.
Esa búsqueda, atravesada por una situación personal y la lectura de “El largo vals de María Rearte” de Ricardo Arriagada, la llevaron a darse cuenta de que “es posible narrar, contar una historia, a través de la poesía” y así La vieja obrera se convirtió en poema. “Las otras viejas aparecieron una vez que empecé a afinar la mirada”, completó.
Con cambios de perspectiva, de puntos de vista, las viejas van construyendo sus realidades y encajando su pieza en el gran rompecabezas de la historia colectiva, emocionando, golpeando, alertando.
La poesía, les da a esas historias un peso mayor. La elección de cada palabra, de cada recurso, busca sacudir, penetrar, llamar la atención, reflexionar.
Según Galano, a partir de la lectura de las obras completas de Alejandra Pizarnik “encontré mundos y mundos y el impacto de decir muchísimo con pocas palabras, en textos muy breves, abrir los sentidos, pensar y repensar”.
Sin juzgar ni moralizar, las historias de Las Viejas llevan a preguntarnos ¿Cuáles de estás podrían ser las viejas de nuestra familia? ¿Qué grito mudo de nuestras viejas no estamos escuchando? ¿Cómo podemos sanar algunas de las marcas de nuestras viejas? ¿En cuál de estas viejas nos convertiremos?
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