“El rugby tiene valores que en otros deportes no son tan fáciles de encontrar y eso provoca un mejoramiento de los internos que lo practican”, explica el juez Facundo Gómez Urso, ex jugador y actual participante de numerosas actividades en el penal de Batán.

Uno de los presos de Oktubre es Johnny Navarro. Es importante dentro de la estructura del equipo por su físico. No tiene gran altura, pero es de una solidez asombrosa. Juega de hooker y también se las arregla para adaptarse a otros puestos. Es introvertido y querido por los demás. Y tiene una historia detrás que, en algún punto, demuestra la trascendencia del rugby como herramienta de evolución.

“Cuando lo vi no lo reconocí, porque durante el juicio él estaba detrás del escritorio grande ese. Un día me dijeron que era el mismo juez que me había condenado a mí. Jugamos en contra la otra vez, en un entrenamiento, y después nos dirigió. Sabe mucho”, alcanza a decir Navarro en su tono de voz mínima, empujando con una palabra la siguiente.

Navarro y Gómez Urso se saludan respetuosamente con un apretón de manos. El trato entre ellos es natural y similar al que el juez tiene con todos los demás. “No”, responde Navarro cuando se le pregunta si alguna vez lo atravesó un sentimiento de rencor o revancha. “Es parte de la vida -se resigna-, tengo 28 años y hace más de 2 que estoy acá en el programa de rugby”, explica Navarro que recibió una pena de 17 años de prisión luego rebajada a 15.

Semanas atrás, Gómez Urso se hizo cargo momentáneamente del equipo y propuso una estrategia que dejó satisfecho a todos, incluido a Navarro. “Tiene una manera de decir las cosas muy claras. Eso sí, es mucho más riguroso que el Toro -por Aiello- pero acertó en todo lo que nos dijo que iba a pasar en el partido”, es una frase escuchada y sin dueño.

Navarro se despide. Gómez Urso lo saluda y saluda a todos. “Viene el viernes, ¿no?”, le preguntan otros presos-jugadores. “Ustedes concéntrense en el juego. Nada más”, dice el juez ya desde el pasillo.