Para el director de la RAE, el lenguaje inclusivo “es una solución precipitada” y llamada a tener “poco recorrido”
De visita en Argentina para afinar detalles sobre el Congreso Internacional de la Lengua Española, la más alta autoridad de la institución del idioma español aseguró que "la lengua no es la culpable de la invisibilidad de la mujer". El impacto de la tecnología en el lenguaje y la política anti-hispana de Donald Trump, otros de los ejes de la charla con LA CAPITAL.
Por Marcelo Pasetti
Twitter: @marcelopasetti
El español es la segunda lengua del mundo por número de hablantes nativos con 475 millones de personas. Sólo la supera el chino mandarín. Si además se tienen en cuenta aquellos que lo aprendieron como segundo idioma, ocupa el puesto número tres con 578 millones.
En estos y más datos se basa el director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, para asegurar que la comunidad hispana es “potente” y que, con el correr de los años, se ha “empoderado”.
También son estos los números que lo llevan a vaticinar un futuro con “poco recorrido” al lenguaje inclusivo. “Lo veo en contradicción con la estructura básica de la lengua y en contradicción con ese sentido común lingüístico de la gran mayoría de esos más de 500 millones de hablantes”, aseguró con la misma seguridad con la que todos los años explica y defiende las nuevas palabras y acepciones que son incorporadas al diccionario de la institución.
De paso por Argentina para afinar detalles de lo que será el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que se realizará del 27 al 30 de marzo de 2019 en Córdoba, la máxima autoridad de la institución responsable de las normativas lingüísticas y exrector de la universidad de Santiago de Compostela habló con LA CAPITAL en el NH City Porteño sobre los nuevos factores que influyen en el lenguaje y los cambios que la RAE está dispuesta a incorporar.
Años tras año la Real Academia incorpora nuevas palabras, ¿se puede adelantar qué se prevé para este año?
Precisamente mañana tengo trabajo en esa línea. ¿Qué es lo que hacemos todos los años? En primer lugar, revisamos lo que ya está para hacer algunas matizaciones, algunas correcciones incluso. Luego, añadimos algunas acepciones de palabras que ya están, pero que todavía no habían sido recogidas. Y luego está lo que suele provocar más expectativa: los neologismos, es decir, las palabras nuevas que se incorporan al diccionario después de un proceso de revisión, de estudio, de documentación. Se dice que la Academia es lenta, pero tiene que ser lenta porque tiene que ir por detrás de la lengua. La Academia no propone, no inventa, no impone nada, sino tiene que acogerse a lo que ya está en la voz de los hablantes. En fin, como estoy todavía trabajando la lista final no quiero adelantar nada, pero seguro que habrá palabras nuevas que provocarán, como siempre, muchos comentarios y, a veces también, polémica.
Evidentemente las nuevas tecnologías tienen mucho que ver con esto, ¿no?
Sin duda alguna. Las nuevas tecnologías, y esto ha sido siempre así, aportan nuevos instrumentos, nuevos recursos, nuevos procesos, y con ellos también nuevas palabras. Pensemos, por ejemplo, que en el siglo XIX la aparición del ferrocarril trajo consigo un montón de términos, la mayoría de ellos también procedentes del inglés aunque la palabra train proviene del francés. Y esto está ahora ocurriendo de manera muy intensa con el mundo digital e informático. Lo que las academias procuramos es favorecer en la medida de nuestras posibilidades la adaptación del término originario a nuestra lengua buscándole un equivalente, una traducción. En el caso de que eso no sea posible, hay otra solución que es la adaptación fonética. Y cuando tal cosa tampoco es posible, ya recurrimos a lo que se llama el anglicismo crudo, que es aceptar la palabra, en su forma inglesa, pero registrándola siempre en letra cursiva que es lo que luego los medios de comunicación, al respetar las normas ortográficas que nosotros damos, también reproducen en sus textos.
¿En este contexto podemos hablar de palabras como selfie, whatsappear o googlear?
Sí, por supuesto. Todas ellas están en nuestra mesa de trabajo y las estamos chequeando con un instrumento poderosísimo y de gran utilidad, que es una gran base de datos que la identificamos como corpus del español del siglo XIX. Esto consiste en que cada año introducimos en nuestros ordenadores 25 millones de formas del español. No son 25 millones de palabras, porque no hay tantas, sino que son 25 millones de realizaciones de las palabras del español, un 70% tomadas de América y un 30% de España. Y las fuentes son por un lado orales, es decir surgen de la radio, la televisión, la música, y por otro escritas, como el periodismo, literatura, medicina, economía, política, etc. También aparece la palabra en su frase, para que se conozca el significado por el contexto y la indicación del país y el momento donde la palabra se registró. De modo que ante cualquiera de estas palabras como las que usted mencionaba, a la hora de tomar una decisión tenemos una especie de mapa sobre su uso. Y estas que usted ha mencionado seguro están porque son palabras de mucho uso por parte los que usamos la red, que somos casi todos.
“Las nuevas tecnologías, y esto ha sido siempre así, aportan nuevos instrumentos, nuevos recursos, nuevos procesos, y con ellos también nuevas palabras”
Usted ha señalado que existen las ‘palabras globo’, palabras que se desinflan. Evidentemente eso sigue siendo una realidad…
Claro que sí. Por eso hay que tener una cierta prudencia en relación a esto. También en función de otra cosa que a veces no se considera y es importante: el problema del libro, al igual que el periódico (diario), es el espacio. De manera que, por ejemplo, en nuestro diccionario de la última edición hemos incrementado el número de palabras pero son 93 mil y 200 mil acepciones. Ahí no está todo el español ni mucho menos, pero eso obliga a hacer una selección. Hay palabras que tenemos registradas que sabemos que se usan, pero que no entran porque el sitio que podrían ocupar es ocupado por otra que tiene más fundamento para incluirse ahí. ¿Fundamentos sobre qué? sobre dos criterios: la frecuencia de uso y la dispersión geográfica. Cuando hablamos de las palabras globo decimos que la espera razonable es prudente porque efectivamente hay palabras que irrumpen con increíble fuerza, suben muy rápido pero luego se desinflan y se caen, y en tres años dejan de tener la preeminencia que en algún momento tuvieron.
Entonces la RAE es, en definitiva, un custodio pero no una policía lingüística…
Efectivamente. Eso (policía lingüística) nunca lo ha sido y si pretendiera tal cosa, su pretensión está condenada al mas absoluto de los fracasos. Los dueños de la lengua somos los hablantes y no les pedimos permiso a nadie para hablar y para inventar incluso palabras. O para hablar bien o mal. Usamos palabras correctas desde la educación y desde el respeto, pero también utilizamos palabras incorrectas u ofensivas, vulgares, agresivas. Eso no podemos ignorarlo, sobre todo porque hay una cierta tendencia a que se retire del diccionario todo término que puede resultar ofensivo, pero esos términos existen en la lengua y por lo tanto el diccionario debe recogerlos. Lo que sí hace la Academia es procurar codificar la lengua que ya existe, lo que son las grandes matrices que la constituyen.
Como presidente de la RAE le toca ser parte en definitiva de un tema muy espinoso que es el del lenguaje inclusivo, ¿cuál es su reflexión sobre el “todes” que se va imponiendo en las redes sociales e, incluso, en algunos documentos oficiales?
Yo creo que es una solución poco meditada y no llamada a tener demasiado recorrido. Si antes hablábamos de palabras globo, quizás aquí podríamos pensar que algo parecido esta ocurriendo. Hay una serie de contradicciones al respecto, como por ejemplo, al comienzo de una conferencia en español ha sido de cortesía decir “señoras y señores”. Bueno, ahora no será más necesario decir “señoras”, diciendo “señores” ya está. Y esto significa una regresión en relación a lo que se venía haciendo. Es una solución precipitada, no creo que tenga gran recorrido y es cierto que los grupos desde unas convicciones feministas quieren incidir sobre el lenguaje.
¿Qué le parece esta situación?
Lo primero me parece magnífico, por supuesto, y en eso estamos todos (de acuerdo), en lo segundo es en lo que yo tengo mis reservas.
¿Por qué?
Porque hay que respetar mucho la lengua que hablamos. La lengua es un ecosistema, es una estructura de equilibrios, que no se puede andar jugando con ella. Y la lengua no es la culpable de la invisibilidad de la mujer, eso depende de otras cuestiones y no del idioma. Ese tipo de manipulaciones por una parte a mí me desagrada porque representan un cierto menoscabo y menosprecio del idioma, una falta de respeto hacia él. Y también significa la atribución al idioma de unas culpas que el idioma no tiene. Y está, por otra parte, en contradicción con lo que yo llamo el sentido común lingüístico. Es cierto que estos grupos son activos y que están manifestando continuamente este tipo de propuestas, que a veces toca otros tipos de niveles de la lengua como el ortográfico al utilizar la @ para neutralizar la O y la A. Pero yo me preguntó, ¿cómo se pronuncia una @? Las letras son los signos gráficos que reflejan un sonido. O utilizar una X, que es una consonante que no tiene pronunciación por sí sola. Junto a las personas que se manifiestan haciendo propaganda de este procedimiento, hay una gran mayoría de hablantes callados que no se manifiestan, que tienen un sentido común, natural de la lengua y yo me pregunto: ¿se les va a convencer u obligar o imponer que digan ‘todes’ en lugar de lo que siempre han dicho y han aprendido de su madre?
“Al comienzo de una conferencia en español ha sido de cortesía decir ‘señoras y señores’. Bueno, ahora no será más necesario decir ‘señoras’, diciendo señores ya está”
Usted le ve poca vida, entonces.
Yo creo que sí. Tiene mucha repercusión en este momento pero yo lo veo en contradicción con la estructura básica de la lengua y en contradicción con ese sentido común lingüístico de la gran mayoría de esos 578 millones de hablantes de español.
La incorporación de la palabra posverdad generó un debate interesante. ¿El saldo es positivo?
Sin duda. Yo he sido uno de los partidarios. Estoy en este momento con un libro sobre la lengua, la posverdad y la corrección política. Son temas que me interesan mucho. Efectivamente estamos marcados desde hace tiempo por esa confusión, muchas veces deliberada y mal intencionada, entre la verdad y un sustituto de la verdad que, por ejemplo, en la administración Trump se suele calificar como hechos alternativos, pero no son hechos efectivos, son invenciones que quieren desplazar la realidad de las cosas por esa otra ficción y este es un problema realmente muy grave y muy potenciado por la facilidad de comunicación que hoy permiten las redes sociales y los nuevos medios, que permiten mucha intoxicación e introducción de mentira sistemática. ¿Por qué no llamar a la posverdad mentira? En el fondo es una mentira pero el concepto de posverdad aporta una serie de matices muy interesantes y muy característicos de nuestra época.
¿Hay alguna preocupación con la política anti-hispana de Donald Trump?
Yo creo que todo lo contrario. La política manifiestamente hostil y de raíces claramente xenófobas de Trump está produciendo el efecto contrario. Está produciendo el efecto de una reacción de identificación activa con la condición de hispano, porque además el señor Trump se equivoca. En este momento la comunidad hispana en Estados Unidos está empoderada, es más del 20% del censo electoral; los niveles de renta han subido considerablemente; el poder adquisitivo de nuestra comunidad se ha incrementado; uno de los jueces del Tribunal Supremo es hispano. El propio Trump en su campaña en el partido republicano dejó por el camino a tres candidatos hispanos a la presidencia de los Estados Unidos. Tenemos allí canales de televisión, periódicos, festivales de música, figuras destacadas del deporte.
“¿Por qué no llamar a la posverdad mentira? En el fondo es una mentira pero el concepto de posverdad aporta una serie de matices muy interesantes y muy característicos de nuestra época”
¿Qué significa todo esto?
Todo ello significa que Trump se está equivocando porque manifiesta desprecio a una comunidad que cada vez está ganando más aprecio por parte de la sociedad americana, incluyendo a la sociedad anglófona. De modo que si en tiempos anteriores, en relación al español y al inglés, podíamos hablar de algo que los lingüistas denominan la diglosia, que es cuando hay dos lenguas que están en contacto y una es del poder y el prestigio y la otra de los subalternos, podemos decir que EEUU está evolucionando a una situación de bilingüismo, dos lenguas en contacto y las dos en un plano de igualdad. Estados Unidos está llamada a convertirse en una gran nación bilingüe, para 2050 tendrá algo menos de 400 millones de habitantes y un tercio serán hispanos.
La palabra más bonita
El director de la Real Academia Española Darío Villanueva contó durante la entrevista con LA CAPITAL que la palabra que más les gusta es “alba”.
“En primer lugar creo que los sonidos importan y alba tiene la vocal más clara, más abierta y más transparente que es la a y luego tiene dos consonantes que son muy sonoras”, explicó. Y agregó: “En cuanto al significado, alba es la aurora, es el renacer de la luz y de la vida todos los días; alba también significa blanca y el blanco en nuestra cultura tiene connotaciones muy positivas como la pureza, la claridad y la transparencia; y, por último, alba es un nombre de mujer”.