Es ella quien me cuida y calma el dolor cuando me duele el cuerpo, la que lava mis partes más íntimas porque yo no puedo. Es ella quien va de aquí para allá llevando una chata sucia o un papagayo con orina. Es a quien se le llenan los ojitos de lágrimas con el dolor ajeno en el momento de la partida.
Es ella la que hace malabares para atender a treinta o más personas y se angustia por no poder cumplir. Es ella de la que más de uno se enamora y quisiera tener en su casa cuando se enferma. Es la misma quien a veces me reta por levantarme de la cama cuando no estaba autorizado. Es la que le dice al médico que estoy con fiebre o presión alta o baja.
Es quien me ha visto cada día progresar en mi salud, brindándome confianza y seguridad. Es la enfermera que elegiría si tengo que internarme en otra oportunidad.
Es a la que a veces le llevamos una docena de facturas o escribimos una carta agradeciendo la atención a todos los profesionales. Es una persona como nosotros pero a veces se convierte un poco en dios.
Es quien me despide con un abrazo cuando me dan el alta, y me dice “no quiero verte más por acá”, cuidate mucho, y hacé vida sana. Es a quien agradezco por cuidarme con paciencia y dedicación. La enfermera que recordaré para siempre.
—-
Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.