Mar del Plata invisible
La crisis económica generó un aumento en la población estable que busca un modo de subsistir en el predio de disposición final de residuos. Hoy, informalmente, trabajan unas 500 personas.
por Agustín Marangoni
Algunos están un par de horas y se van cuando más o menos salvaron la jornada. Otros hasta llegan a dormir ahí, en pozos que hacen entre la basura. El movimiento de gente es continuo y aumentó en los últimos dos años con la falta de trabajo. Según cifras de la Pastoral del basural, hay cerca de 500 personas que se acercan al predio de disposición final de residuos como único modo de subsistencia.
No tienen guantes, ni abrigo y a veces ni siquiera calzado. Se los ve entre las montañas de desechos buscando cables, cartón, alguna pieza de metal o cualquier cosa que les sirva para revender. Otros, apenas, buscan la comida del día. Latas abolladas, el descarte de las verdulerías, a veces pan. Todo les sirve y para todo tienen un método de limpieza precario. El 95% son adultos de barrios periféricos. Llegan desde Autódromo, Santa Rita, San Benedetto, Parque Palermo, Las Heras. También desde Batán. El otro 5% son menores de edad que acompañan a sus padres porque no tienen con quién quedarse en sus casas. No trabajan, pero están ahí. Pasan buena parte de sus días expuestos a focos infecciosos, millones de ratas y un olor inmundo que se impregna en la ropa y hasta en la piel.
“Cuando el puerto está parado, como ahora, aumenta la cantidad de gente en el predio. El problema de base es la falta de oportunidades”, explica el presbítero Pablo Etchepare Borda, coordinador de la Mesa de Diálogo del Basural. Su trabajo comenzó hace tres años y medio. En ese lapso observó cómo el número de personas se fue expandiendo, en especial en los últimos meses, en sintonía con la crisis económica. “Entre nada y algo, esto es algo. Es el último recurso para sobrevivir que tiene esta gente en nuestra ciudad”, dice.
Nadie dice cuánto gana con lo que encuentra en la basura, pero se estima que con ocho horas de trabajo al día, a fin de mes llegan a juntar para la comida y las necesidades básicas. Nunca es estable ni es el mismo número para todos. Hay días que apenas ganan 50 pesos. También hay días de nada. En una semana pueden reciclar entre una y cinco toneladas de lo que cae ahí. En los últimos dos años, la basura llega cada vez más flaca. Se consume menos, se tira menos apto para recuperar. Es una consecuencia directa.
Ana Laura Vulcano, integrante de la Pastoral, explica que el suministro de agua potable es otro problema serio. Hace ya diez años que ningún gobierno municipal se compromete a garantizar el recurso, entonces los recuperadores pasan días enteros en los cuales ni siquiera pueden tomar un vaso con agua. “No es una cuestión de partidos. A los políticos en general nunca les importó lo que pasa en el predio. Estas personas están invisibilizadas”, dice. El tema del agua potable encendió discusiones entre Osse y el Enosur. Incluso, hubo funcionarios que sugirieron, como estrategia, cortar definitivamente la provisión, bajo el argumento que de esa forma la gente iba a dejar de ir. El razonamiento fue tan lamentable como las consecuencias: la gente siguió yendo, lo cual empeoró todavía más las condiciones. El único paliativo fueron las botellas de agua que les acercaba la Pastoral. Actualmente, reclamos mediante, consiguieron que les lleven tres tanques de agua por semana. Unos cinco mil litros que alcanzan con lo justo en invierno. Habrá que ver qué sucederá en verano.
Otra luz de alarma se enciende sobre una parte –minoritaria pero sensible– de la población que consume drogas, por ejemplo las que encuentran en blísters de fármacos vencidos que los vecinos tiran en sus casas a las bolsas negras sin el menor reparo. Se encuentra de todo, ansiolíticos, sedantes y hasta sustancias para tratamientos psiquiátricos. “El basural no está exento a un problema transversal a toda la sociedad. Hay asistentes que están alerta y atentos con los casos más complicados”, explica Etchepare Borda. El trato con los recuperadores es muy bueno pero nada sencillo. Hay personas que necesitan asistencia fuera del predio y aun en situaciones donde su vida está en peligro se niegan a ir a un hogar o a ser atendidos. Entonces se les pide que tomen agua, que coman algo. La pastoral les lleva alimentos. A veces sándwiches, cuando se puede comida caliente. Hasta los perros andan flacos y lastimados en esa realidad que sucede a cuarenta minutos del despacho del intendente.
Una de las ideas que sobrevoló el gabinete del actual gobierno fue, directamente, prohibir el acceso al predio a toda persona ajena a la empresa que gestiona oficialmente los residuos. Un disparate que cayó por su propio peso. El obispo, monseñor Gabriel Mestre, llamó a un mesa de diálogo el mes pasado donde participó la Universidad Nacional de Mar del Plata, representantes del Parque industrial y Fundación Alameda, entre otros actores sociales, para diagramar alguna solución. Desde el municipio – con Carlos Arroyo y el titular del Enosur, Eduardo Leitao, a la cabeza– sólo recibieron evasivas. Lo único que se logró, por pedido del obispo, fue que personal del CEMA se acerque a dar atención médica. La Pastoral, acto seguido, decidió no reunirse más con el municipio y trazar un nexo directo con Nación y Provincia para bajar programas eficientes.
Vulcano explica que el trabajo siempre comienza en los barrios, donde la situación es alarmante. Lo que más le llama la atención es la poca reacción social: “los gobiernos consiguieron que estas personas conformen un grupo invisibilizado. Las tareas informales deben ser un empleo pleno. Para esto, el gobierno tiene que ver la problemática. En eso estamos”. Aunque destaca que en Mar del Plata, con el índice de desocupación en 8,5% y el de subocupación en 11,9%, la reinserción social va a ser muy difícil y muy lenta.
La Pastoral se organiza en equipos. En total son 50 personas que rotan para dar asistencia y contención. También acompañan a los trabajadores de la cooperativa Cura y la situación de los cartoneros que recorren las calles. Hace un año comenzaron a brindar talleres de reciclado específicos. Creyeron que iban a ir 40 personas, fueron 200. “La gente sabe que la solución es tener un trabajo estable. Por eso el interés. Lo que más nos preocupa, la peor situación, comienza con la falta de trabajo”, dice Etchepare Borda. En la misma línea se expresa Vulcano: “Nosotros no tenemos que dar soluciones. Eso es responsabilidad del gobierno. En especial en un basural a cielo abierto, con todo lo que eso implica. La solución es dar trabajo”.
Cuando ingresa un camión cargado, los recuperadores se abalanzan corriendo sobre la basura en busca de algo para rescatar. Los desechos de un lado son fuente de supervivencia para el otro. Para los que están afuera, que cada vez son más. Hay días que la Pastoral lleva 120 sándwiches y los reparte en diez minutos. Además, ayuda en las pequeñas grandes cosas, como hacerle compañía a los recuperadores y escuchar lo que necesitan, lo que tienen para decir sobre una ciudad que les da la espalda.