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Deportes 16 de julio de 2018

El gran ganador del Mundial

por Vito Amalfitano

Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa.

Llegó la nostalgia. Se fue un Mundial maravilloso. Fueron realmente 32 días que estremecieron al mundo. Se escribió antes de que empezara en este mismo espacio, utilizando el título del clásico de John Reed, el periodista “militante” norteamericano que contó en tiempo real la Revolución Rusa: “Diez días que estremecieron al mundo”.

Y fue como se anticipó aquí pero mucho más. Rusia cautivó al mundo a través del fútbol y por eso, quizá, el gran triunfador de esta Copa fue el presidente Vladimir Putín.

El mundo unipolar que se mira el ombligo observa con recelo a esta Federación que asoma otra vez como potencia, ahora con nuevo sistema, pero con una base de estándares de vida que parten de la experiencia soviética.

Rusia es el país más extenso del mundo; tiene una superficie superior a los 17 millones de kilómetros cuadrados, una población cercana a los 150 millones de personas; exporta petróleo, gas, uranio, madera, carbón, oro, hierro, metales varios, armamentos…

El diagrama de transporte, único en el mundo por su eficiencia y practicidad, sobretodo el del metro de Moscú, es para facilitarle la vida a la gente. Y comenzó a construirse en 1935. Comprende nada más y nada menos que 339 kilómetros y traslada a 9 millones de personas por día.

Rusia cuenta con una red ferroviaria aproximada a los 150 mil kilómetros de extensión. Los trenes, de pasajeros y de carga, pertenecen a una sociedad del Estado, la Rossiskiye Zheleznye Dorogi (RZD), que da empleo a 1.200.000 trabajadores y transporta algo así como a 1.400.000 viajeros.

La mayoría del trazado tiene cuatro vías, está electrificado y se ve circular un tren de carga cada 15 o 20 minutos, formaciones de 50 vagones por lo menos. Así a cualquier hora del día; así moviliza Rusia su economía a través del tren. Se calcula que 1.400.000 toneladas anuales de los recursos que produce. También es el producto de la “pesada herencia” soviética, pero la Rusia de hoy le da continuidad con una inversión del 2,5 por ciento de su PBI en mejorar cada año sus ferrocarriles.

Para los habitantes de Moscú y las ciudades principales el transporte les resulta barato en relación a lo que ganan.
La salud y la educación gratuítas, y la nafta a costo escaso, y los fuertes subsidios a las tarifas, son también “la pesada herencia” de la URSS. Todo eso convive ahora con una economía de mercado, aunque mucho más regularizada ahora que en los salvajes 90 de Yeltsin.

También aquí hay gente que se queja de la desigualdad, pero en porcentaje menor. Y no se ve casi indigencia.

Putín es un término medio, una “tercera posición”. No tenía sentido renegar de aquello sino rescatar lo positivo. Porque de cada 10 que preguntamos por la Unión Soviética 9 nos contestaron “CCCP good!” con el pulgar hacia arriba. Se pronuncia “Ce ce ce ser” y son las siglas en ruso de la vieja URSS. Pero en esas particulares “encuestas” que hicimos con taxistas, mozos, pasajeros de subte, etc. , con pulgar para arriba o para abajo, también para Putin hubo aprobación 9 de 10.

Y, en efecto, el actual presidente de la Federación Rusa fue ovacionado en el estadio Luzhniki en la final. Evidentemente destacan el rumbo de esta economía regularizada/protegida a la vez que valoran que es el presidente que les devolvió a los rusos el orgullo de la grandeza y de “plantarse” como superpotencia contra cualquiera, algo que no ocurría desde la Caída del Muro.

Hay costados repudiables, claro. Por ejemplo esto de prohibir desde el gobierno la “propaganda gay”. Lo que es muy diferente a “perseguir gays”, lo cuál de ninguna manera es así. De hecho todo el tiempo se ve parejas rusas homosexuales disfrutando de paseos por el Parque Gorki o el Pomedy (que termina en el imponente Museo de la Gran Victoria Patriótica de la segunda guerra mundial), por ejemplo. Y en los primeros días del Mundial la portada del periódico diario gratuito que se entrega en el metro tuvo a Natalia Oreiro, muy querida aquí, quien horas atrás había dado un recital para la televisión rusa vestida con la remera de la diversidad. No obstante, las declaraciones del presidente al respecto son su lado oscuro. Su presión sobre el tema no deja de ser un recorte de libertades, más allá de que por las calles de Rusia nosotros veamos otra cosa. Una persecución simbólica, acaso.

El grupo Pussy Riot invadió la cancha con cuatro de sus representantes y después manifestaron en un comunicado que intentaron dejar un mensaje de “policías celestes que vigilan a los hinchas del Mundial (…) y el respeto de las reglas de juego”, a diferencia de los “policías terrestres” rusos que supuestamente “dispersan las manifestaciones” y “lastiman a todo el mundo”.

En realidad, al menos durante los 32 días del Mundial la seguridad fue absoluta y no invasiva. Siempre nos sentimos cuidados pero no de una forma represiva o ampulosa. Seguramente con mucha gente de civil mezclada entre hinchas y periodistas.

También en eso, y en la limpieza de las ciudades, y sobretodo en la cordialidad y buena disposición de su gente, Rusia se mostró de la mejor manera al mundo.

Objetivo cumplido. Vladimir Putin fue el gran ganador de este Mundial. Además de la Francia de Didier Deschamps.



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