Un viaje al interior de la banda narco del barrio San Martín
La semana pasada la policía allanó varios domicilios y logró el secuestro de diez kilogramos de marihuana, casi dos de cocaína y detuvo a 14 personas. Siete están directamente mencionadas en las escuchas como parte de una inorgánica banda que vendía drogas en los barrios San Martín y Juramento.
Meses atrás la Justicia investigaba una serie de robos cometidos por personas de un sector específico del barrio San Martín. La fiscalía actuante había conseguido autorización para intervenir los teléfonos celulares de algunos de los sospechosos y entre tanta búsqueda, algo se encontró. Pero la sorpresa fue que no sólo esas conversaciones revelaban ciertos puntos de interés para la causa inicial sobre robos, sino que además aparecían datos acerca de venta de marihuana y cocaína. En ese mismo momento empezó a caer la “banda del San Martín”, finalmente desbaratada el pasado jueves en una serie de allanamientos que permitió secuestrar más de 10 kilogramos de marihuana, 2 de cocaína y atrapar a varios responsables.
El hombre cuyo investigado teléfono abrió el juego se apoda el Negro y se dedicaba a la compraventa de estupefacientes también: brindaba un servicio de “delivery” ?incluso vendía desde su propio domicilio- pero además proveía a distintos punteros. A su vez, le compraba su droga a otros distribuidores.
Los consumidores que lo elegían por su marihuana y cocaína eran decenas, mientras que los punteros que le compraban en mayor cantidad para vender por su cuenta eran un puñado. Entre ellos se destacaba una mujer conocida en las comunicaciones telefónicas como “Rosa”, quien adquiría en cantidades importantes para la operatoria de menudeo en el barrio SOIP.
El 3 de marzo pasado de este año el Negro, domiciliado en Mateotti al 2100, se comunicó telefónicamente con Rosa, una de sus principales compradoras. Necesitaba recaudar ciertos dineros pendientes. El diálogo transcurrió amable y respetuoso:
-¿Tiene algo para mí?
-Sí, sí, tengo, tengo.
-Bueno, listo. Ahora paso y le dejo lo que me pidió. Escúcheme, esta está un poquito más saladita porque es la otra, ¿me entiende?
En base a diálogos como ese se pudo reconstruir el corazón de este grupo dedicado a vender drogas, sus roles y los hechos en los que participó.
La organización funcionaba de manera heterogénea y tenía la característica de las bandas actuales en Mar del Plata: no era orgánicamente una banda. No se trata de una contradicción sino de un fenómeno reiterado en los últimos tiempos en la ciudad, donde diferentes personas vinculadas al delito se asocian en base a roles particulares y comparten el negocio. En este caso era la venta de estupefacientes en los barrios San Martín y Juramento.
“Es permanente la mutación tanto de los sujetos intervinientes como de la función que ocupan”, reafirma el propio expediente sobre esta singularidad.
La labor realizada por los fiscales Daniela Ledesma y Leandro Favaro, con la ayuda invaluable de los instructores que estuvieron por meses a la escucha y el análisis de las comunicaciones, hizo posible descubrir estas células narco. Una de tantas que operan en los barrios de Mar del Plata y en este caso con “exportación” a la Costa Atlántica.
Heterogénea y cuasifractal
La banda del San Martín estaba definida por su propia improvisación. Para comprender cómo funciona la venta de drogas debe advertirse que por lo general se trata de organizaciones en permanente mutación y que tienen como rasgo los vínculos familiares entre sus componentes.
El Negro, el primer investigado, vendía la marihuana y la cocaína en colaboración con su pareja Marisa. Decenas de comunicaciones telefónicas confirman que el lazo era estrecho, no sólo desde lo sentimental sino también en las actividades ilícitas.
“…Eh Marisa, estoy acá con el Nahuel, recién te compró cinco bolsas, dijo si no le bancás una…”, surge de una de las llamadas entre un comprador de nombre Diego y la mujer, que utilizaba el teléfono del Negro. Marisa era parte del negocio.
Por otro lado, la madre del Negro es portadora de un apellido vinculado al mundo del delito, aunque por cuestiones legales debe aún preservarse del alcance público. Al ahondar la mirada, los investigadores descubrieron que un sujeto apodado “Cebolla” ?hermano de la madre del Negro- era parte del entramado de venta de drogas en aquella zona de la ciudad. Incluso se pudo establecer que el Negro y Cebolla se prestaban colaboración cuando uno de ellos se quedaba sin mercadería y también a la hora de ir a comprar a sus proveedores.
El 4 de enero de este año Cebolla recibió un llamado de un tal “Willy” y hablaron por varios segundos. Cebolla le dijo: “Te puedo dar siete bolsas a ochocientos mangos, siete bolsas que yo venda a doscientos pesos boludo, serían mil cuatrocientos, te la dejo en ochocientos pesos para que te ganes una moneda, boludo”. La participación de Cebolla en la venta de drogas en la Villa 110 quedaba de esa manera acreditada para los investigadores, en el igual sentido que la participación de su pareja Paola.
Quienes viven por aquel barrio y consumen drogas tenían hasta la semana pasada numerosas opciones. Claro que algunos “points” se habían visto algo limitados, en especial el del Negro, quien cayó detenido por aquella causa inicial en la que se lo investigaba. Un amigo de nombre Marcelo se le había asociado y ambos vendían juntos marihuana y cocaína. Por increíble que parezca, el jueves pasado cuando los fiscales Favaro y Ledesma lideraron los allanamientos conocieron en ese instante que otra fiscalía había allanado antes y detenido al Negro.
Un padre, su hijo y la rosa más conocida
Los demás apresados de la causa son de alta relevancia en esta historia. Por un lado está Rosa, la mujer que tenía la boca de expendio de estupefacientes en el SOIP. Su principal abastecedor de droga era el Negro, pero en varias comunicaciones telefónicas se la descubrió haciendo transacciones con Marcelo y con un sujeto apodado “Gordo”.
Rosa vendía desde un domicilio de Mario Bravo al 6300 y luego puso un “anexo” ?porque rotularlo como “sucursal” es demasiado pretensioso- a algunos metros, en Florencio Sánchez al 3100. Para los investigadores, su compañero “Dani” también estaba involucrado en las actividades.
El círculo se cerró con la detención del “Gordo” Miguel y su padre Angel, a quienes la pesquisa los colocó en el rol de distribuidores, incluso del Negro. El hijo, domiciliado en William Morris al 7700, se dedicaba a la venta y a contactarse con los “punteros”, no sólo de Mar del Plata. Su prosperidad puede constatarse en el hecho de que tenía a un “mulo” trabajando para él, es decir un empleado para el traslado de un punto a otro de droga.
Su padre, Angel, que vive a sólo una cuadra de allí, era el punto más alto de esta organización en términos piramidales, porque se encargaba de conseguir la droga y ponerla en mano de su hijo. Sin embargo está registrado en las escuchas que también solía salir por su cuenta a abastecer a ciudades cercanas. Un automóvil Renault Twingo que a veces usaba su hijo, lo había conseguido a cambio de una deuda en la localidad de Pinamar. El dueño del Twingo, naturalmente dentro del mundo del delito, se encuentra detenido.
Los operativos
Después de varias semanas de acumular y analizar la prueba, los fiscales Favaro y Ledesma obtuvieron la autorización para detener a las personas que vendían y distribuían la droga.
Así fue como el jueves a la madrugada fuerzas policiales allanaron varios domicilios y el resultado fue exitoso. En la casa del “Gordo” Miguel se descubrió un pan de marihuana de un kilogramo, en lo de su padre, como era de esperar por ser un sitio de acopio, mucho más: seis kilogramos. En lo de Rosa fue hallada marihuana en fraccionamiento y en lo de Marisa, esa cocaína rara mezcla con marihuana que le daba apariencia de hachís. El recuento entre todo lo secuestrado arrojó la nada despreciable cantidad de 10 kilogramos de marihuana, casi 2 de cocaína, vehículos, dinero, un arma y otros objetos gravitantes para la causa.
Marisa, la madre del Negro, Rosa y su pareja Dani, el Gordo Miguel y su padre fueron detenidos. Cebolla logró darse a la fuga, a El Negro no lo pudieron atrapar por la elemental razón de que ya estaba preso y Marcelo, su socio, estaba internado en el Hospital Interzonal General de Agudo (HIGA), por haber recibido un disparo horas antes.